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Reflexiones sobre interculturalidad en Puno

Jorge Romero Ríos
Grupo de Estudio: Interculturalidad
Instituto Ética y Desarrollo
Puno, mayo del 2007

Abordar el tema de la interculturalidad en mi caso es complicado, más aún si lo hacemos desde escasas herramientas interculturales y se tiene que echar mano a los códigos occidentalizados que manejamos en nuestra vida diaria, sin agregar, que la formación de economista sea liberal o de izquierda nos hace mirar la vida bajo el cristal de la acumulación y la rentabilidad para los primeros, la redistribución y la equidad social (no cultural) para los segundos, franja última en que me ubico. En todo caso haremos el intento.

Con las limitaciones señaladas mis reflexiones buscan respuestas a las preguntas, ¿Qué es la interculturalidad? ¿Cómo se manifiesta en un contexto como Puno? ¿Existe o no, un diálogo entre los diversos grupos culturales? ¿Permite un proyecto social mayor de convivencia y viabilidad de la sociedad puneña?

Vamos entonces aproximándonos. ¿Qué es la interculturalidad? El concepto más corto y sencillo encontrado de interculturalidad es que supone una relación respetuosa entre culturas, entiendo como un concepto dinámico que busca la interacción equitativa entre culturas. Esto me lleva a preguntarme –aunque parezca obvio- cuántas culturas hay en Puno, como se definen, cuáles son su características, qué tienen de común y de diferente, cuál es el estado de las relaciones entre ellas.

Aparentemente, aquí hay un nudo difícil de desatar, porque supuestamente la única forma de comprender correctamente a las culturas es interpretar sus manifestaciones de acuerdo con sus propios criterios culturales. Como hacerlo entonces desde códigos criollos occidentalizados, no hay más remedio que intentarlo.

Observando la realidad cultural del territorio puneño, no se puede hablar de interculturalidad dejando de lado la realidad económica y social de los grupos culturales presentes. Desde esta perspectiva y con riesgo de ser esquemáticos como ya lo hemos advertido, identificamos los siguientes grupos culturales en la región Puno: 1) La cultura originaria, predominantemente en las comunidades campesinas; 2) La cultura de los grupos emergentes quechuas y aymaras; 3) La cultura de los grupos urbanos mestizos. Veamos como se manifiestan cada grupo cultural.

Los grupos culturales originarios, territorialmente se ubican en el área rural, tanto del altiplano como en las tierras colonizadas de la selva alta puneña. Socialmente se organizan principalmente en comunidades campesinas y parcialidades quechuas y aymaras, en la selva se denominan sectores. La principal actividad económica de las familias campesinas es la agricultura, aunque producto de los efectos de la globalización, progresivamente ésta deja su lugar al comercio y otras actividades que cobran mayor importancia como fuentes de ingreso monetario.
Desde un punto de vista intercultural, la agricultura es más que una mera actividad económica, es parte de las manifestaciones culturales que vinculan al quechua y al aymara en una relación espiritual mayor con la naturaleza y principalmente con la tierra, con la pachamama. En esta relación se forja su cosmovisión andina, es decir su concepción e imagen del mundo, mediante el cual perciben e interpretan su entorno y se establece la comunicación entre entidades naturales y espirituales. El suelo, clima, agua, animales, plantas y todo el paisaje en general, los pueblos y las deidades telúricas y celestes se encuentran relacionadas a través de un continuo y activo diálogo, reciprocidad y efectiva redistribución, todos los elementos de este cosmos tienen el mismo valor y son “sagrados”. Esta visión les sirve de sustento para su persistencia y reproducción. Esta riqueza simbólica es trasmitida por el lenguaje, del idioma quechua y aymara, a través del cual trasmiten su saber, sentir y conocimiento del mundo.
En la escala social, los grupos de cultura originaria se ubican en los segmentos de pobreza y extrema pobreza, sufren discriminación étnica, marginación económica e inequidad social. Históricamente han sufrido la explotación de los grupos sociales dominantes y el olvido de las políticas del Estado centralista y criollo. Sin embargo, con el tiempo, las luchas campesinas por acceso a la educación y la tierra, el aprendizaje político y las reformas de distinta orientación que se dieron en el país, abrieron canales de participación y negociación que promovieron estrategias de sobrevivencia y resistencia a los otros grupos culturales, y que permitieron obtener ventajas de los gobiernos de turno.

Un segundo grupo cultural, es la cultura de los grupos emergentes, principalmente asentados en las zonas urbanas de la región, pero que no han roto ni dejado su relación con el espacio rural de donde muchos provienen. Tienen su origen en la migración interna y externa, el masivo desplazamiento del campo a la ciudad que se fue gestando desde la década del 70. Son hijos y nietos de campesinos que en base a cierto capital, acceso a la educación, esfuerzo y creatividad han labrado un espacio en el mundo urbano.

Algunos sectores de este grupo se encuentran en la franja de la pobreza como los habitantes de los barrios urbano marginales, los estudiantes universitarios que han dejado el campo y sobreviven en la ciudad hasta alcanzar el ansiado título universitario. También integran este grupo los maestros, triciclistas, comerciantes ambulantes, en fin el variado mosaico social de los “cuentapropistas” de los que nos hablan los estudios socioeconómicos de corte occidental para definir a todos los segmentos sociales que se encuentran en el umbral de la sobrevivencia económica. Estos segmentos practican asiduamente el ayni como forma de cooperación y solidaridad, principalmente en los barrios, con la finalidad de contar con servicios básicos e infraestructura pública que ayude a mejorar su calidad de vida.

Hay otros sectores en el grupo cultural de los emergentes. Sectores más poderosos económicamente, como los medianos y grandes comerciantes, muchos vinculados al contrabando, al transporte público y pesado. También se incluye a los empresarios de servicios como el turismo, los vinculados a las exportaciones de artesanías, los medianos industriales en confecciones y metalmecánica. Por otro lado, se encuentran profesionales que integran la burocracia estatal, los profesionales independientes como abogados y médicos, académicos, docentes universitarios, periodistas y personal de ONGs.

Los emergentes expresan su cultura de origen, envueltas en un fuerte sincretismo cultural y religioso. Una de estas manifestaciones son las fiestas patronales, en éllas la reciprocidad está presente con los alferados y apjatas. Las fiestas mayores son las que se realizan en honor de la Virgen María, forma cristiana de la pachamama. En las compras importantes o domésticas está presente la ch’alla, agradecimiento que se hace a la pachamama (santa tierra) por la buenaventura o por el recibimiento de los frutos del trabajo o de la inversiones.

Una tradición con mayor arraigo y devoción es el pago a la tierra, es un ritual que los emergentes urbanos mantienen como puente con la cultura originaria. El pago se hace a la madre tierra y a los Apus para lograr sus beneficios y retribución. Para el efecto contratan un yatiri que hará la misa. Si en la cultura originaria el pago se realiza en febrero y agosto para una buena cosecha, o la reproducción de los animales; para el emergente, el pago es para agradecer y pedir que continúe el éxito en los negocios y el mantenimiento del bienestar material y espiritual de la familia. En estas ceremonias se combinan rezos católicos con elementos originarios, donde la hoja de coca es la principal ofrenda sagrada a los apus y a la pachamama.

El tercer grupo cultural, es el más propiamente urbano mestizo, trigueños y blanquitos en el color de piel, algunos son descendientes de los antiguos gamonales, otros de los primeros comerciantes italianos europeos que se instalaron en Puno en los albores del siglo XX, la mayoría provenientes de familias mestizas que se han desplazado de las provincias a Puno y Juliaca, son sectores con educación universitaria y cierta solvencia económica, profesionales de la burocracia privada (bancos, seguros, AFPs, microfinanzas), servicios turísticos, empresarios exportadores, ganaderos dueños de fincas modernas, profesionales liberales y grupos tecnócratas que rotan en cargos públicos de proyectos especiales y gerencias del sector publico. También hay segmentos de clase media empobrecida, la mayoría dedicada a la docencia escolar y pequeños negocios.

La mayoría de las personas de este grupo cultural, tienen una visión urbana y occidentalizada, sus gustos y opiniones están muy influenciados por lo que perciben de los medios de comunicación y sus relaciones con el centralismo limeño. Están más vinculados a una cultura del mercado y del consumo, hacen un papel de extensionistas de la cultura hegemónica occidental. Sin embargo, observamos que la cercanía y antiguas huellas originarias le dan un carácter más andino a su manera de ver y actuar.

Definidos así los grupos culturales, las preguntas que subyacen son cómo se relacionan entre sí, cuánto de respeto y cuánto de confrontación se expresan entre estas culturas. Lo primero que podemos decir, es que, estos grupos humanos se interrelacionan diariamente, la rutina diaria los hacen confluir en los mercados urbanos, en los khatos locales, en las gestiones en las entidades públicas, en el servicio público de transporte, en las fiestas patronales locales y en las grandes festividades de Puno y Juliaca. Se constata en el altiplano una gran movilidad social del campo a la ciudad, con diversa permanencia física. Las diversas formas de relacionamiento social van construyendo de una u otra forma relaciones culturales de diversa intensidad; es decir, se hace interculturalidad de hecho, observándose influencias mutuas entre los tres grupos culturales.

En paralelo a esta interculturalidad a la puneña, en la que observamos diálogo y tolerancia, corren posturas racistas y clasistas, desde los diversos grupos culturales. Históricamente, estas posturas provinieron del gamonal contra el indio, que añadía a la subordinación social y económica, la dominación cultural de este último. En nuestros tiempos, se evidencia el prejuicio y la discriminación de la cultura urbana mestiza contra el “campesino ignorante” y contra “el cholo con plata”. En el primer caso, hay gente que justifica su intolerancia cultural, criticando el aparente oportunismo político y la carencia de valores de los campesinos, que “se acomodan a los gobiernos de turno para estirar la mano y querer que le den todo”. Por otro lado, se critica a los cholos con plata, porque el supuesto afán desmedido de ganancias, dinero, y tenencia de bienes materiales (casas, camionetas, etc.) que no condice con su escasa cultura y trato social.

Desde otra dirección, en una tendencia creciente de revalorización de las culturas originarias en el contexto de la globalización, hay núcleos politizados que desde la cultura originaria han radicalizado su discurso contra la cultura hegemónica, atizan el histórico resentimiento del mundo rural pobre, confrontado a los j’aques (indios) contra los mistis j’aques (los emergentes) y los mistis k’haras (mestizos blancos). Los sucesos trágicos de Ilave en el 2004, no son producto de estas propuestas, pero pueden reflejar de alguna forma como el cierre del diálogo y la exacerbación del resentimiento reprimido puede hacer inviable la gobernabilidad local.

Por su parte, muchos emergentes hacen gala de su poder económico para defenderse culturalmente de la discriminación del mestizo urbano, y por otro lado, busca afirmar su identidad cultural a partir de ejercer cierta superioridad social sobre el campesino. La necesidad de reconocimiento y prestigio los induce a participar en política, habiendo logrado en los cinco últimos procesos eleccionarios, posiciones en el congreso, en el gobierno regional y en las municipalidades.

En resumen, estamos frente a un complejo proceso intercultural en el altiplano puneño. Junto con el respeto y la aceptación implícita de las mismas raíces culturales por los tres grupos culturales, hay de por medio actitudes encontradas, que nacen del prejuicio y la ignorancia de unos y otros; con un ingrediente adicional, en el espacio regional y local no hay una élite política consolidada con un proyecto cultural hegemónico de origen regional. La hegemonía cultural proviene del centralismo político y se difunde a través de los medios de comunicación que juegan un papel de correa de transmisión de valores y del poder simbólico de la cultura costeña centralista occidental y neoliberal.

Un reto, entonces es apostar por una interculturalidad que construya una relación equitativa entre las culturas de la región, bajo la premisa del reconocimiento, respeto y aprendizaje mutuo. Para esto se tienen que aprovechar varios procesos en curso, como la descentralización, el ejercicio de gobierno municipal, y la implementación del proyecto educativo regional. En estos procesos es que se debe dar un encuentro entre los grupos culturales, para que se construya una élite política regional y local que sustente condiciones políticas para el fortalecimiento de la interculturalidad y por ende de profundizar la democracia desde abajo. Es una apuesta ¿utópica? por supuesto, y por ello mismo, posible de movilizar y construir en el tiempo.

2 comentarios

  1. De: Yoni
    Fecha: Abr 01, 2008

    me parece muy interesante

  2. De: Hortencia
    Fecha: Abr 09, 2008

    Julio 7, 2007

    1. Encuentro sumamente interesante y bien descrita lo que llamas la dinámica de la “interculturalidad de hecho” en el altiplano puneño. Particularmente, la descripción de la interacción tensa y supongo conflictiva entre los j’aques, los mistis j’aques y los mistis k’haras para, al decir de Arguedas, “cambiar sin dejar de ser”. Compleja dinámica en la que “negocian políticamente” su vida y su representación social ante el discurso hegemónico centralista. Como bien señalas: “Junto con el respeto y la aceptación implícita de las mismas raíces culturales por los tres grupos culturales, hay de por medio actitudes encontradas, que nacen del prejuicio y la ignorancia de unos y otros (yo diría: por invisibilizarse unos a otros); con un ingrediente adicional, en el espacio regional y local no hay una elite política consolidada con un proyecto cultural hegemónico de origen regional”.

    También considero importante que al hablar de interculturalidad de hecho, vincules la llamada dimensión cultural con la dimensión socio-económica, como si ambas formaran una misma moneda. Como bien señalas, sin esta vinculación “la interculturalidad” pierde consistencia.

    2. Dos líneas que podrías seguir explorando. Señalas que en la situación de “interculturalidad de hecho” encuentras en los tres grupos que describes una aceptación implícita de las mismas raíces culturales. Hay autores que distinguen entre “interculturalidad de hecho” e “interculturalidad como un proyecto que se quiere alcanzar”. La primera corresponde a lo que tú describes, mientras que la segunda parte de la convicción de que ninguna cultura humana está en condiciones de asegurar la plena realización del hombre. En la primera acepción, se demanda el trato equitativo entre los “grupos culturales” (el respeto), en la segunda, se trata de transformar nuestras maneras de considerarnos. Usando tus palabras: sería pasar de la “aceptación implícita” a la convicción explícita de que los conocimientos de todos son cruciales para “mi” desarrollo.

    Al respecto puede ser inspirador leer:

    TUBINO, Fidel: “Entre el multiculturalismo y la interculturalidad: más allá de la discriminación positiva”. En: Norma Fuller (ed). Interculturalidad y política. Desafíos y posibilidades. Lima: Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales, 2002, pp.51-76

    Una segunda línea, está vinculada a la tensa interacción entre los grupos culturales en la región (frente a un discurso hegemónico centralista) que tu bien llamas “interculturalidad de hecho”. Para continuar por esta ruta, creo que el estudio realizado por Marisol de la Cadena en Cusco, podría darte herramientas teóricas para el análisis. Si bien las dinámicas regionales tienen singularidades que las diferencian unas de otras, De la Cadena ofrece un marco interpretativo y categorías que pueden resultarte útiles para seguir profundizando.

    CADENA, Marisol de la: Indígenas mestizos: raza y cultura en el Cusco.
    Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 2004.

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