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Diversidad cultural, Identidad y Globalización

Grupo Interculturalidad
Instituto Ética y Desarrollo:
Ludwing Federico Bernal Yábar
Boris Gilmar Espezúa Salmón
Ana María Pino Jordán
Robin Ibar Riquelme Moreno
Jorge Luis Vilca Juárez
noviembre del 2008

Con la ligera intuición de que en nuestro grupo existen ideas compartidas y críticas comunes[1] nos hemos aventurado a la elaboración de un ensayo colectivo basándonos principalmente en la característica recapitulativa[2] que debía tener y en todo aquello que se pueda discutir. En un primer momento hicimos un cuadro de conceptos, luego cada uno escogería un par de ellos y los desarrollaría, presuponiendo que el expositor tenía “algo que decir” al respecto.

Como se podrá leer en las siguientes líneas, lo expuesto tiene el formato de lo hablado, de lo dicho, de lo discutido, como si escribiéramos en un libro de actas de asamblea comunal; también se podrá notar que la idea en un principio aceptada no fue necesariamente compartida por todos, por lo tanto su desarrollo tuvo ciertos tropiezos.

Escogimos dividir los conceptos entre aquellos que se referían principalmente a diversidad cultural, identidad y globalización porque ese fue el título del módulo, pero al intentarlo tropezamos con la multipolaridad de algunos conceptos, posteriormente al escogerlos, algunos tomaron como una actitud temeraria el poder decir algo “con sentido” respecto a ellos.

Por ejemplo, el término «conciencia de sí» y «autenticidad/singularidad» referidos a la identidad en el trabajo de Guelbenzu (2002), habla de identidad con un sesgo utilitario porque el término tiene que tener un propósito específico al que señala como «auténtico». Al tratar la construcción de identidad en la relación dominados/dominadores, señala que la construcción es hecha por la élite de los dominados que en su imaginario busca asemejarse a la imagen que de ellos tienen los dominadores y entonces es «inauténtico» y producto de la «alienación». La otra opción es la de la singularidad que se define por la construcción de una imagen refleja de un pasado histórico, en consecuencia es una construcción colectiva (de etnia o nación) con elementos específicos y éstos cuando se trata de cultura conforman el «sí mismo». El sesgo utilitario del autor tiene sus orígenes en la noción de «verdad» que siempre tiene que servir para algo.

La crítica, está referida a que etnia y nación no son lo mismo, son diferentes en el constructo imaginario y con distintas características. No se puede hablar de sí mismo sin hablar de las relaciones de poder en la construcción del imaginario de sí mismo. En la formulación de identidad en un espacio determinado donde se expresa asimetría del poder, existe la formulación de una ideología como estrategia ya sea por la vía de la autenticidad (imaginario colectivo) o por la vía de la singularidad (constructo histórico). Sin embargo, como la ideología es un constructo basado en la abstracción, característica primaria de la cultura occidental y que se sospecha no sería un ejercicio intelectual que se dé de la misma manera en otros sistemas culturales (no una práctica universal ni universalizada); en consecuencia, cuando se hace referencia a ideología, se la hace como una reivindicación de los dominados dentro de un estado-nación.

Por otro lado, encontramos en el grupo que tratar identidad es bastante amplio, porque casi nunca se expresa en singular ni como persona ni como sustantivo, ya que es múltiple. En las lecturas aparecieron además, la identidad compleja y la identidad pública (Rodríguez, 2002). Cuando se habla de la primera, se está haciendo referencia a las relaciones entre las identidades de un mismo universo; es decir, como ser único en la diversidad y diverso en la unidad. Cuando se habla de la segunda, se está hablando del ciudadano, del sujeto político, del que está creado por los conceptos de libertad e igualdad, del que está respaldado por el positivismo (para poder ejercer sus derechos sin restricciones). No obstante, ser ciudadano va más allá, incluye también sus deberes pactados para con el conjunto, significa tener una actitud crítica, ser pro-activo en y para la sociedad. El ciudadano es el fundamento del orden social, y sólo en este marco puede existir la identidad cultural. Lo anterior es perfectamente factible dentro del modelo liberal (por ejemplo la Europa actual donde la democracia liberal si funciona y las identidades particulares se subordinan); sin embargo en nuestros casos es diferente, en nuestra cultura, lo individual es diferente y bajo los principios de lo que es identidad cultural para la oficialidad del sistema, no se puede alcanzar por la asimetría existente.

Depende de cómo insertarse en el modelo político. Será diferente si es que se inserta en una democracia liberal o si se busca un punto medio como alternativa.

Por otro lado, respecto a los temas tratados en el presente módulo, hay opiniones discrepantes en torno a ellos. Hay la percepción por un lado que no hay articulación entre ellos; sí la hay entre diversidad e identidad pero “globalización” aparece como “traído de los pelos”, tal vez porque los académicos del Instituto han pretendido que tratemos conceptos que son parte de las últimas agendas. La observación se sustenta en una aparente discrepancia. Mientras identidad es un acto que requiere de aceptación consciente, la globalización es un hecho que trasciende lo personal y esta discrepancia no es resuelta con suficiente claridad en el trabajo de Ortiz (2004); se reconoce que es a partir de la globalización que se pone en evidencia la diversidad y que ha transformado la forma de conceptualizar la identidad pero aún la distancia entre ambos conceptos es larga.

En oposición hay la percepción que si se cambia el orden de la secuencia se puede percibir su articulación natural: identidad, diversidad cultural y globalización desde y dentro del proceso dominante, hegemónico; la articulación está referida al proceso de ir alcanzando una igualdad dentro de la diversidad, más aún si ahora no se puede hablar de identidad sin globalización.

También se ha observado que el componente cultural es poco claro en la globalización. Aparece más importante, transversal y básico en las sociedades nacionales, sobretodo las latinoamericanas; más primario inclusive que lo jurídico y entonces todos los que están relacionados con el tratamiento a lo legal, deberían tomar conciencia de esa importancia. Desde el enfoque contractualista sería trascendente tratarlo específicamente en el caso de la sociedad peruana, para diseñar una nueva forma de Estado. No debería poder tratarse temas de derecho y política sin considerar las culturas que lo sostienen.

Sin embargo, surge la pregunta ¿lo más representativo de los “otros” se expresa en la cultura popular? –Como lo sostiene Ortiz (2004) y O’Giolláin (2002)–. Allí hay que hacer deslindes pues la cultura popular ha sido utilizada durante mucho tiempo en la monserga o cliché de los políticos de izquierda y sería necesario desmitificarla para volver a utilizarla. De todo lo que caracteriza las diferencias, lo más singular lo constituye la lengua que por otro lado es lo que expresa en sentido de una cultura. Hablar de cultura popular sigue siendo excluyente pues está referida a lo auténtico de la cultura del pueblo, socialmente hablando, en el supuesto que “el pueblo” es parte de una “comunidad imaginada”.

Como tarea pendiente está el promover el cambio desde una mentalidad positivista a una pluralista. No es tarea sencilla ya que todo pluralismo es una afrenta a todo positivismo, es más, lo deslegitima; por consiguiente debe ser más importante entender la sociedad que entender la base jurídica y actualmente es al revés. No es tarea sencilla también porque pluralismo con globalización (la corriente hegemónica actual) no van juntos.

Habría que trabajar porque el contractualismo de occidente tenga que ceder a la pluralidad porque sabe que éste avanzará. Se tendrían que aprovechar oportunidades como la de los espacios de  discusión en el seno de las nuevas asambleas constituyentes conquistadas en algunos países andinos a punto de exigir representación y ejercitar su vigilancia desde las mismas poblaciones que la han delegado.

Cuando se habla sobre globalización y su sesgo economicista, se trata necesariamente al mercado y a la política (Estefanía, 2002) llegando al resultado que científicamente no se la ha definido desde ninguno de esos campos. Sin embargo, es posible notar que la democracia no es contraria al mercado y en consecuencia no lo debilita. Esta característica de la democracia hace pensar en cómo encontrar el concepto en la cultura de los “otros”.

En ese ejercicio de búsqueda, se encuentra que democracia como concepto: es el predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado. Democracia como doctrina política: es aquella que establece que la soberanía de un gobierno reside en el pueblo, que ejerce el poder por medio de representantes elegidos por sufragio universal. Democracia como sistema político, en sentido estricto es una forma de gobierno, de organización del Estado, en la cual las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante mecanismos de participación directa o indirecta que le confieren legitimidad al representante. En sentido amplio, es una forma de convivencia social en la que todos sus habitantes son libres e iguales ante la ley y las relaciones sociales se establecen de acuerdo a mecanismos contractuales.

En general, lo distintivo en el concepto que se tendría que relativizar para que pueda incluir el sistema cultural de los “otros” es la presencia de la palabra “Estado”. Si somos estrictos en la formalidad, la democracia sólo sería aplicable a los Estados (en tanto comunidades imaginadas). Si ampliamos el horizonte, democracia será un concepto para cualquier forma de organización que tenga que tomar decisiones colectivas, pactadas a través de las formas de participación que con la ley de su costumbre hayan construido. Entonces, tendríamos también que ampliar el concepto de LEY y el de CONTRACTUAL.

En estricto, el concepto democracia se corresponde con la supremacía del yo, de la persona (como ser individual), del ciudadano (como ser político), que es la base de la cultura de occidente y sería el instrumento ad hoc que refuerza el pensamiento liberal. De allí que “pueblo” aparece como abstracto o un imaginario. Por otro lado, la democracia da para ser considerada una práctica inclusiva pues se puede expresar voluntades a través de formas plebiscitarias (sufragio individual) y a través de representación organizada (partido político, comunidad, etnia, etc.).

Un escollo para el tratamiento del “nosotros”/”otros” es la confusión teórica que se presenta al analizar la relación que existe entre diversidad cultural / relativismo cultural / interculturalidad.

En todas las lecturas tenidas hasta ahora (salvo la mención a Heder, citado por Ortiz, 2004) se reconoce la diversidad cultural como legítima y su existencia es considerada más como una oportunidad que como una limitación. En oposición, la homogenización (en varios de sus aspectos societales) se la presenta como una frustración histórica, resultado de la modernidad o como una manipulación de los sistemas de poder sobre la base de ser considerada una necesidad para el mercado.

Sin embargo, a la hora de legitimar esa diversidad, se menciona como escudo lo nefasto del relativismo cultural, señalando que su radicalización convierte a la cultura en producto de museología y a las sociedades en compartimentos diferenciados por el apartheid o la segregación, en etnocentrismo radicales, en nacionalismos extremos, en limpiezas étnicas.

Estas tendencias se han dado dentro de los pueblos con cultura hegemónica en donde el ejercicio político se implementan cuando de por medio hay intereses unilaterales o de poder.

El relativismo cultural propone el derecho de toda cultura a ser, y seguir siendo, ella misma, no le niega una dinámica propia[3] y en ese sentido es una contradicción cuando se piensa que al defender una singularidad se la está petrificando o musealizando.

No queda claro, el porqué al relativismo cultural se lo pone como espejo deformante de la diversidad. Y entonces resulta sospechosa la irrupción del concepto de interculturalidad como alternativa, ¿significara que la interculturalidad es la opción civilizada (porque propone el diálogo) y el relativismo cultural, la opción salvaje?

¿Podría considerarse a las redes étnicas (Golte, 2004) como expresión de la diversidad cultural? El ir y venir de un poblador, de un lado a otro, implica no sólo el traslado de un sujeto en un espacio, sino que este movimiento trasciende a pasados históricos los cuales se enraízan en el sujeto para que éste a su paso trasmita lo inculcado en su proceso de socialización a otras culturas, ésta es una interrelación dialéctica entre sujetos, abriendo así el paso hacia una conjunción de culturas, una reelaboración de la cultura, alimentada por troncos históricos de una u otra parte.

Si sólo miramos lo que pasa en la región, observamos como se viene incrementando aceleradamente la población, ya sea por migrantes del campo, de otras ciudades, los cuales confluyen en este territorio; cada uno de ellos trae consigo, diferentes procesos de socialización y sin darse cuenta hay un intercambio inconsciente de sus modos de vida, costumbres y valores. Esto, lleva a la población puneña a un proceso de urbanización, donde rasgos culturales de distinta índole llevan –aunque escondido y a paso lento– a una reelaboración de la cultura; aun cuando veamos que siempre se dan las mismas costumbres, estas no siempre son las mismas que antaño, siempre hay un ingrediente que se agrega o que falta; por otro lado, el proceso de globalización a llevado a un olvido paulatino, en ciertos sectores de la población, de ciertas costumbres consideradas ancestrales; como que la sociedad de consumo impone un modo de vida que homogeniza. Pero, hay otro sector y amplio de la población que reivindica el derecho a la igualdad y fortalece su identidad.

Mientras que las redes étnicas se han producido naturalmente, Mattelart (2003), trata el concepto de excepción cultural producida desde la oficialidad del sistema para salvaguardar las industrias culturales de un país (expresión de diversidad cultural) frente a otros más poderosos. Así mismo, la reacción de los grupos de poder económicos de estos países, buscan la manera de hacer retroceder las políticas adoptadas por el oficialismo, en un afán de dar libertad sin restricciones al libre mercado. Al parecer los efectos de la reacción no se hicieron esperar, ya que algunos países van cediendo ante el libre mercado y de esa forma desprotegiendo sus industrias de cultura. Esto lógicamente no puede ir desvinculado de sus efectos en torno a las redes étnicas y su identidad.

Como se puede apreciar, la discusión está en proceso no sólo para nosotros sino también para los teóricos que tratan el tema. Sin embargo, algo notorio en los textos que hemos trabajado es que ninguno problematiza el concepto mismo de individuo ni el de ciudadanía. Además, las lecturas produjeron sentimientos encontrados pues por un lado, hay un cúmulo de conceptos nuevos pero, por otro lado, muchos de ellos han resultado áridos para entender la diversidad de nuestra zona.

BIBLIOGRAFÍA

Estefanía, Joaquín: “Globalización”
(En: Jesús Conill (ed.). Glosario para una Sociedad Intercultural. Valencia: Bancaja, 2002, pp.186-191)

García-Canclini, Néstor: La globalización: objeto cultural no identificado
(En: Ramón Pajuelo & Pablo Sandoval. Globalización y diversidad cultural: Una mirada desde América Latina. Lima: IEP, 2004, pp.89-117)

Golte, Jürgen: “El desarrollo de las culturas andinas a partir de su inclusión al «sistema mundial moderno» y de la globalización”
(En: Ramón Pajuelo & Pablo Sandoval. Globalización y diversidad cultural: Una mirada desde América Latina. Lima: IEP, 2004, pp.282-301)

Guelbenzu, José María: “Signos de Identidad”
(En: Jesús Conill (ed.). Glosario para una Sociedad Intercultural. Valencia: Bancaja, 2002, pp.336-342).

Mattelart, Armand: “Diversidad cultural en el contexto de globalización”
(En: Geopolítica de la cultura. Bogotá: Ediciones desde abajo, 2003, pp.139-158).

O’Giolláin, Darmuid: “Cultura popular, relativismo cultural y diversidad”
(En: Revista de Investigaciones Folclóricas…)

Ortiz, Renato: “Modernidad-mundo e Identidad”.
(En: Ramón Pajuelo & Pablo Sandoval. Globalización y diversidad cultural: Una mirada desde América Latina. Lima: IEP, 2004, pp.375-395)

Pérez Tapias, José Antonio: ”Diálogo de culturas para una ciudadanía intercultural”
(En: Nila Vigil & Roberto Zariquiey. Ciudadanías inconclusas: El ejercicio de los derechos en sociedades asimétricas, 2003, pp.133-166)

Rodríguez Zepeda, Jesús: “Identidades, demandas de igualdad y estado de derecho”
(En: Francisco Colom González (ed). El espejo, el mosaico y el crisol: Modelos políticos para el multiculturalismo. Barcelona: Anthropos, 2001, pp.97-115).

Villoro, Luis: “Sobre la identidad de los pueblos”
(En: Estado plural, pluralidad de culturas. México: Paidós / UNAM, 1998, pp.63-78).


[1] Algo que nos permitió intuir que existían ideas comunes en el grupo fue: 1) Estábamos de acuerdo en que la interculturalidad presentada como hasta entonces tenía un matiz liberal en la propuesta; y, 2) Concordábamos en que ninguna de las lecturas hablaba propiamente de los otros.

[2] Guía General del participante. 2008. Instituto Ética y Desarrollo. Grupos de estudio. P. 5, 9.

[3] Linton (1973), citado por Ortiz (2004: 377) afirma “que toda cul­tura posee un núcleo: ‘la masa de valores, asociaciones y reacciones emo­cionales, en gran medida inconscientes, que dan a la cultura su vitalidad y proveen a los individuos los motivos para adherir a los patrones culturales y practicarlos’… Por cierto, este centro está sujeto a cambios pero … son cambios lentos y graduales. ‘Debido a que son lentos y de carácter más o menos evolutivo, esos cambios en el núcleo cultural raramente acarrean conflictos serios. Elementos antiguos son abandonados y elementos nuevos son desarrollados, en una relación íntima y constante con la configuración preexistente. Si los elementos en desarrollo entran en conflicto serio con las partes firmemente establecidas de esta configuración, su desarrollo será detenido hasta que las modificacio­nes de esa configuración permitan retornarlo. Esta parte de la cultura puede, por lo tanto, mantener un elevado grado de integración, a través de cualquier proceso de modificación cultural”.

Un comentario

  1. De: Instituto Ética y Desarrollo
    Fecha: Nov 24, 2008

    Presenta una interesante crítica-resumen de los conceptos encontrados en cada una de las lecturas del módulo de trabajo. Sobre esos conceptos el grupo elabora críticas claras no solo para reevaluar el conjunto de los textos presentados por el IED (el objetivo pedagógico de cada módulo – y me permito decir que gracias a ellos se está asegurando una relación dialéctica a nivel de la academia…), sino también visiones contradictorias, debates y conceptos que siguen quedando flojos en la literatura actual.

    Me permito señalar pequeños comentarios a algunos conceptos o ideas fuerza que el grupo ha trabajado:

    1.- La tentativa a recrear el término “cultura popular” me parece sugerente. La lengua puede ser una vía interesante para redefinir el término, tengo entendido que es una definición presentada desde las culturas indígenas amazónicas, y otra la relación que cada cultura establece con el medio ambiente. Creo que este tema es imprescindible continuar revisándolo cuando hablemos de interculturalidad.

    2.- El cambio de positivismo a pluralismo. Definitivamente, como el grupo también lo expresa, la misma lucha como Occidente ha buscado el pluralismo, no puede darse en países como el nuestro, simple y llanamente porque no partimos de las mismas condiciones de reconocimiento. Tal vez sea interesante para el grupo mirar países diferentes a occidente. Propongo la India y el Líbano, países que han buscado una institucionalización más representativa a sus lenguas, religiones y creencias de los diferentes pueblos que constituyen su territorio. Esto no quiere decir que ahora tengan un paraíso político. Sino, que justamente son ideas novedosas frente a la realidad abrumadora con la que occidente ha trabajado, sobre todo a nivel jurídico, la diversidad de las naciones y la hegemonía de una sobre las demás.

    4.- Me gustaría saber cuáles pueden ser los caminos, vías que se abren con las Asambleas constituyentes dadas en algunos países de la región. Tal ve pueda presentarse más información sobre este punto.

    5.- Hay otra forma de ver la democracia que no sea contractualista… Si seguimos los rasgos globalizantes que se ponen de manifiesto en análisis estadísticos como las de freedomhouse, tendremos una democracia que no le genera problemas a poderes hegemónicos específicos, quienes hacen unos de la globalización para mantenerse así. Pero supongo que es tarea del grupo exigirle otras características a la democracia, el reconocimiento del otro es una tarea, pero cómo hacerla, cómo pensarla…Ahora bien, otra pregunta: qué pasa cuándo las leyes de costumbre (el derecho consuetudinario de los pueblos) no es democrático. La democracia es un valor nacido en la misma historia de occidente…qué pasa cuando se rechaza este valor aparentemente universal y punto de equilibrio para exigir igualdad y respeto a lo diverso.

    6.- Sobre relativismo cultural, recomiendo al grupo adentrarse más en la literatura dejada por Herder o Dewey.

    7.- Finalmente, creo que los conceptos más interesantes siempre serán aquellos que responden a nuestros horizontes de significados. Lamentablemente la literatura no ha aterrizado en experiencias regionales concretas. Por eso, animo al grupo a ponerse las pilas en esta producción de significados. No hay personas más idóneas que ustedes mismos ha mirar la interculturalidad desde sus mismas raíces.

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