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¿Quién mató a Cirilo Robles?

Ana M. Pino Jordán
Grupo de Estudio: Interculturalidad
Puno, mayo del 2009

Los derechos humanos, los de la Declaración Universal aprobada en Naciones Unidas, nacen como respuesta política liberal de occidente ante los horrores sucedidos en la Europa de la segunda guerra mundial so pretexto del “imperio” del nacionalismo como política de Estado. En consecuencia, sólo hay que mirar un poco de historia para percibir que en sus orígenes, los derechos humanos se establecen para poner límites al poder; el humanismo aún no fue una corriente de cuyas luchas se conquistaran los derechos humanos. Fue una de esas tantas decisiones que se establecen de arriba para abajo, resultado del debate lúcido.

Y es que cada vez las diferencias culturales son más evidentes y hoy, descalificarlas resulta más bien una violación al derecho de ser y existir de pueblos enteros.

Sin ir muy lejos, vivimos en Puno con una mayoría de población que se sustenta en una matriz cultural andina, diferente a la occidental, y que le imprime un sentido diferente a su vida; sin embargo, cuando tenemos que intervenir en esa realidad, lo hacemos con criterios que no le corresponden; y en consecuencia, el resultado deviene casi en patológico y lo que es peor, muchas veces atenta contra la dignidad de las personas en su posibilidad de “buen vivir”.

Es el caso de Cirilo Robles, el ex alcalde de Ilave, aparentemente linchado por la población en el ejercicio de sus funciones en el 2004. Los análisis se han realizado sin haber revisado trabajos más consistentes sobre los aymaras. Ello habría permitido neutralizar ideas estereotipadas sobre ellos.

Se ha escrito mucho sobre la ausencia del Estado como responsable del problema; también se ha escrito sobre la dignidad vulnerada, que en esta situación habría tenido su chispa en la burla causada desde la formalidad del sistema: es decir, su autoridad municipal, la dejadez y no presencia permanente y oportuna del Estado y la “falta de previsión de la violencia estructural de la cultura aymara” (Espezúa 2008).

Sin embargo, pocos han utilizado criterios aymaras. Con ojos y sentir aymara se podría decir tal vez que el elemento central fue la TRAICIÓN. El alcalde fue elegido, por aymaras, por su origen y adscripción aymara; pero, los códigos que utilizó no fueron aymaras, su gestión tampoco tuvo en cuenta el ser aymara; su formación profesional lo aculturó, él pasó por la universidad, que es el aparato en donde el sistema hegemónico y la matriz cultural que lo sustenta, no andina por supuesto, forma y prepara sus cuadros de recambio, que le van a permitir reproducirse; siguió una profesionalización académica (una maestría) en Chile, lo que con seguridad hizo que terminara por asumir como propios los sentidos y lógicas de la cultura dominante; eso es lo que él demostró en su gestión municipal y en su relación con la gente que lo eligió. Muchos de nuestros profesionales lo hacen honestamente y de buena fe desde la idea que es lo mejor para los suyos; pero eso es reproducir también una mentalidad colonial, celosamente cultivada, que considera que los “otros”, los diferentes culturalmente hablando, si quieren ser mejores tienen que aculturarse. La traición para los aymaras es un delito supremo. Pueden aceptar la traición de alguien que no es aymara, pero es inaceptable de un hermano cultural.

Espezúa (2008:163) señala, defendiendo su posición de la dignidad como derecho, que “la dignidad resultaría un valor absoluto, incluso superior al valor de la vida, ya que ésta puede ceder en aras por ejemplo de la defensa de la patria, mientras que la dignidad debería actuar siempre…”

Habría que pensar por qué hacemos positiva la pena de muerte para un traidor a la patria (“comunidad imaginada”)[1] y nos parece execrable el castigo para alguien que traiciona a su “pueblo”, a su nación originaria (“comunidad histórica”). El caso Ilave tiene que ser revisado porque para los propios aymaras, el asesinato no es un tipo de condena en lo que podríamos llamar su Código penal; peor o más terrible que la muerte es la expulsión, como indeseable, de su condición de aymara. La pregunta entonces sigue, y tendría que ser ¿Quién mató a Cirilo Robles y por qué?; tal vez allí encontremos que el crimen responde a criterios más occidentales que andinos.

Así como este caso, tendríamos que re-leer, re-analizar a nuestra sociedad y su trayectoria histórica; cómo, por ejemplo, apreciamos acciones de heroísmo e inmolación en nombre de una causa (Olaya, Carrión, entre otros) que se hicieron en aras de valores impartidos por el sentido que le da su cultura. El individuo atenta contra su vida, en buena cuenta no la respeta, o la pone al servicio de los demás y recibe una valoración positiva por parte de la sociedad y del sistema. Sin embargo, cuando un indígena amerindio se inmola en un ritual que es parte fundamental de su concepción de vida y que tal vez es su contribución al “buen vivir” de los suyos y de todo lo que se le relacione, es considerado “salvaje” o se le valora negativamente.

Retomo para el caso, la propuesta de Eberhard (2002:20, 3) sobre el enfoque de su “praxis diantropológica” para el ejercicio de buscar interculturalidad sobre la base que “Compartir, que significa dar y recibir, es sólo posible a través del reconocimiento del otro. Sin reconocimiento no hay participación. Y sin participación no se pueden lograr consensos, no hay construcción de un futuro común.”

BIBLIOGRAFÍA

EBERHARD, Christoph. “Derechos humanos y diálogo intercultural”. En: CALVO GARCÍA, Manuel, Ed. Identidades culturales y derechos humanos. Madrid: Dykinson, 2002, pp. 255-289.

ESPEZÚA SALMÓN, Boris. La Protección de la Dignidad Humana: Principio y derecho constitucional exigible. Arequipa, Perú: ADRUS S.R.L, 2008. 218pp.

ESPINOSA, Oscar. “Desafíos a la ciudadanía multicultural en el Perú: El ‘mito del mestizaje’ y la cuestión indígena”. En: Nila Vigil & Roberto Zariquiey. Ciudadanías inconclusas: El ejercicio de los derechos en sociedades asimétricas, 2003, pp.77-89

RUBIO CARRACEDO, José. “Ética intercultural”. En: CONILL, Jesús, Ed. Glosario para una sociedad intercultural. Valencia: Bancaja, 2002, pp. 149-160.


[1] Benendic Anderson (1993) citado en pie de página por Oscar Espinoza: “Desafíos a la ciudadanía multicultural en el Perú: El ‘mito del mestizaje’ y la cuestión indígena”.

6 comentarios

  1. De: Instituto Ética y Desarrollo
    Fecha: Ago 20, 2009

    El caso de Cirilo Robles, como los linchamientos que se realizan en otras zonas andinas, son necesarios para comprender si el derecho peruano solo está garantizado el respeto a los Derechos Humanos, en su visión más formal, o está intentando dar en ello un respeto al derecho consuetudinario. No obstante, hay algo que, más allá de los ethos en los cuales participamos, tenemos que encontrar un límite, una norma, algo que a todos no nos parezca desmesurado, totalmente pasional y sin ningún correlato humano, sino animal. Tubino, en su conocido texto sobre la defensa de la universalidad dialógica, dice que el mínimo compartido entre todas las culturas debería ser el “daño”. Es una violación a la persona. Y otra atentar contra su dignidad ¿Cómo analizamos esto desde el caso de Robles? Lo mismo pasa cuando se ven temas tan complejos como la ablación del clítoris a las niñas musulmanas: es un rito. Dirán los fundamentalistas. Pero podemos decir, que no por ello deja de ofender a la dignidad de las mujeres… ¿o no? Estamos también imponiendo nuestra cultura??? Lo importante es reconocer que las culturas son variantes y móviles, ellas están hechas por humanos que cambian, adoptan otros puntos de vista ¿como la justificación que Ud da sobre la educación de Robles? Eso no es un error, ni tampoco el asumir posturas que compartan ideas con Occidente y otras con las de su mundo andino. El error está en la corrupción, el no responder a las demandas…. El no saber dialogar… Yo respondería al por qué desde esta perspectiva de la traición, y no iría al extremo de que es una traición por ser contracultural…Lo que hizo Robles fue pasar los límites del respeto al otro, a la comunidad, al hermano, al ayllu.

  2. De: yesus
    Fecha: Jun 14, 2010

    el caso Cirilo Robles fue un acontecimiento que es materia de estudio para los profesionales puesto que es el reflejo del lado que no se ve en el mundo moderno

  3. De: perrelia
    Fecha: Jun 14, 2010

    el cirilo era mi amante, ese es un perro de mierda, se merecia la muerte… jajajaja

  4. De: admin
    Fecha: Jun 19, 2010

    ¡que pena que empobrezcas el debate de esa forma!

  5. De: LUCY
    Fecha: Jun 20, 2010

    Si ps, es una mujer sin escrupulos, sin vergüenza, no te metas en temas ver{idicos, lo que dices no tiene fundamento.

  6. De: Augusto
    Fecha: Ene 04, 2011

    Me parece que la conclusión de que Robles fue ajusticiado por traidor a su cultura (es lo que se entiende en su artículo) es una exageración. En un mundo sincrético como es el que nos toca vivir a los aymaras, quechuas, etc. etc., el asunto no es quien traiciona o no a su cultura. Si es así, seguro usted debe saber qué es una cultura y qué es otra, o debe estar enterada de cuáles son los valores de una cultura y de otra. ¿Hay en algún lugar prescrito estos linderos para el reconocimiento cultural, para decir que uno traiciona a su cultura? Al contrario, las culturas son cambiantes. El análisis no debe ser esencialista como es el de usted sino debe tener un contenido de racionaluidad práctica. El mundo occidental no es del todo malo, tampoco el aymara, el quechua. Hay aportes que se debe tomar prudentemente (prudencia al estilo aristotélico) que deben ser encauzados en una ruta dialógica )intercultural. Si usted efectúa un enfoque esencialista, pursita, usted no está haciendo Interculturalidad sino monoculturalidad. Además es extraño que usted amante de la «teradición aymara» use la wb para hacerse conocer en sus comentarios (acaso la web no es un aporte occidental). Entonces, hay que discernir un poco más antes de usar el término «intercultural» como un pañuelo.

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