Biblioteca de la Casa del Corregidor. Puno, Perú
Código de registro: 005398
Ficha:
PINO JORDÁN, Adela. Tradición textil aymara y modelo pedagógico andino. Marzo. 2025. Pp. 103-107
http://www.casadelcorregidor.pe/colaboraciones/_biblio_Adepijor.php

Adela Pino

SEGUNDA PARTE

Modelo pedagógico del arte textil aymara de Puno


Capítulo III. Hacia un modelo pedagógico natural, comunitario y tradicional andino: fundamentos, propósitos y                        procedimientos

Teóricamente, es pertinente establecer las características de un modelo pedagógico andino, emanado de los criterios del enfoque intercultural como mediador en la comparación de dos culturas en circunstancias equivalentes: la occidental, de concepción «logos»; y la andina, de concepción «mitos». En ambos casos, se trata de percepciones originarias y procesos pedagógicos iniciales, aunque de épocas diferentes.

3.1. Fundamentos educativos andinos

El ámbito educativo, como disciplina «oficial» dedicada a la formación humana, se nutre de principios y valores filosóficos, y de comportamientos socioculturales. Por ejemplo, se alimenta de elementos relacionados a la vida económica y política, a la identidad, al lenguaje y a la espiritualidad, conocimientos necesarios para determinar el perfil de un modelo pedagógico sustentado en principios, conocimientos y saberes, con dinámicas de aprendizaje integradas al desarrollo educativo de una cultura.

La sociedad andina utilizó un sistema cognitivo de transferencia de saberes y experiencias mediante una organización pedagógica, sustentada en la práctica de la observación por parte de los primeros ayllus. Esto se remonta a tiempos arcaicos (2500 a. C.), cuando los ayllus estaban dedicados a labores agrícolas, pastoriles y a creaciones manuales que conforman la base laboral de las culturas autóctonas posteriores.

Durante el incanato, los ayllus formaron parte del pueblo trabajador con una formación de naturaleza principista, comunitaria e identitaria de alto desarrollo tecnológico. La transmisión de sus saberes —mediante la labor docente— la ejercieron la familia y la comunidad, y estuvo orientada a la productividad. Un hito importante fue la formación imperial inca, de corte clasista, especializada e impartida por los amautas, willakumas, quipucamayocs y mamaconas. En cambio, la formación del pueblo incaico —los ayllus—, proveniente de la antigua tradición, es la que existe hasta hoy: un modelo cuya influencia se comprueba en el aprendizaje de la tecnología textil actual (López y Aguilar, 2015b).

La producción, creación y tecnología andina son respuestas de las prácticas de vida y de sus creencias. La herencia cultural «del saber» no es un proceso de dar y recibir, sino de innovar al interior de las características de la cultura, lo que permite su evolución y progreso en el tiempo. En este desarrollo, juega un rol importante el pueblo runa/jaqui (Easterman, 2006, p. 209) como manifestación del pensamiento cosmogónico en el proceso pedagógico que impone la tradición cultural.

Además, el uso de las lenguas nativas quechua y aymara como elementos unificadores se proyectó a todas las acciones relacionadas con la naturaleza y las sociedades, logrando crear una cultura material e inmaterial, como se aprecia en el caso explícito de la cadena operativa del textil de Arnold y Espejo (2013, pp. 27-29).

Valiente (1988), señala que en el mundo social andino se fueron consolidando valores y principios que se regularon en base a un sistema de símbolos cosmogónicos, los que hicieron posible una forma peculiar de ver el universo (pp. 72-73) y el desarrollo de una sensibilidad que son el comportamiento e identidad propios de la organización y el pensamiento andinos. Esto debió desprenderse de las enseñanzas y los aprendizajes impulsados en las comunidades (ayllus) como resultado de sus propias vivencias cosmogónicas, rituales, festivas y cotidianas, mediante las que se afianzaron sus comportamientos sociales y su percepción del universo traducida en mitos y ritos, dando lugar a la formación de una identidad local y regional como ocurre con los pueblos aymara, quechua y otros que, en conjunto, constituyen la identidad andina.

Desde el punto de vista histórico occidental, Guichot (2006) define la educación como un estudio diacrónico referido a la actividad de educar el comportamiento humano que se inserta en un todo más amplio que la condiciona sistemáticamente —trátese de un corpus teórico, de una ideología, de una idea sobre la educación— y que debe inscribirse en el contexto de las condiciones sociales, políticas, económicas y religiosas en que se gesta. Este aspecto reclama un tratamiento interdisciplinar del objeto cognitivo por parte del historiador de la educación como la base para establecer el reconocimiento de las diferencias entre dos culturas a partir de los contextos culturales que poseen en una actitud de mutuo respeto (pp. 11-51).

También debe dejarse en claro que estas sociedades supieron transformar su mundo a la luz de una racionalidad que lo abarcó todo. En el aspecto pedagógico, principios, valores, identidad, procesos y técnicas, así como la acción de enseñar y aprender, fueron utilizados en sus prácticas cotidianas.

Por lo manifestado, es pertinente identificar las características de un modelo pedagógico andino. Cabe resaltar que ello es posible por la interacción de criterios y el enfoque intercultural como mediador en la comparación de las culturas occidental y andina en circunstancias equivalentes, puesto que ambas son percepciones originarias de procesos pedagógicos iniciales.

3.2. Propósito del estudio

El modelo pedagógico tradicional andino, modelo natural de origen cosmogónico, está caracterizado por principios y procesos coadyuvantes al desarrollo de los procesos formativos. Esta sección busca determinar que existe un modelo pedagógico tradicional andino, que este influye en la tecnología del arte textil aymara de la región Puno y que muestra un sentido holístico que se deja ver en sus estructuras, técnicas, acabados y diseños.

Es decir, se trata de establecer que la tecnología textil es coherente con un modelo pedagógico primordial, surgido en la comunidad e imbuido de principios, saberes, metodología, práctica permanente y ejercicio de vida. De esa forma, este estudio puede aportar a un mejor conocimiento y aplicación del saber andino al sistema educativo actual, destinado a favorecer propuestas programáticas de naturaleza intercultural.

Las reflexiones en torno al modelo pedagógico tradicional andino muestran escasos referentes de estudios específicos anteriores, por lo que se considera pertinente compararlo con un modelo pedagógico del sistema oficial reconocido por la comunidad educativa internacional.

Se eligió el modelo pedagógico de Juan de Amos Comenio, cuyo enfoque presenta equivalencias que guardan cierta similitud con los propósitos y rasgos culturales del mundo andino, por ejemplo, «el interés por la naturaleza», de la que los aymaras son amplios conocedores y a la que consideran fuente de vida, así como base de sus conocimientos y saberes culturales, modelo que aplicaron a sus procesos «didácticos» de enseñanza-aprendizaje de la tecnología del arte textil.

Como estrategias metodológicas utilizamos un diseño teórico, basado en el modelo de la estructura pedagógica de Juan Amos Comenio, de base científica, para determinar por analogía el modelo pedagógico andino; esto es, la estructura del sistema pedagógico con sus cuatro elementos.

Tabla 8. La propuesta pedagógica de Juan Amos Comenio

1 General

2 Concepción de desarrollo

3 Relación maestro/alumno

4 Evaluación

Fuente: Martínez-Salanova (s/f).

Los aymaras, integrantes de la cultura andina, desde hace 5000 años tienen un desarrollo permanente en una variedad de actividades, entre las que destaca la textilería como genuina expresión de su cultura, representada en prendas de vestir, mantas de sentido ritual y otros objetos producidos mediante un uso depurado de tecnología en los que traducen un lenguaje simbólico relacionado a la racionalidad cosmogónica andina. Se trata de una sociedad organizada con saberes logrados y transmitidos generacionalmente, es decir que hubo y hay un modelo pedagógico holístico sustentado en la demostración, observación y experiencia vivencial al ejecutar la práctica textil como un proceso de alta tecnología destinado a garantizar diversas funciones culturales, entre otras brindar abrigo.

Su importancia radica en que toda la experiencia de la tecnología andina es generada por una sociedad organizada que comunica sus conocimientos y saberes mediante una práctica de enseñar y aprender en forma comunitaria conocimientos que pueden servir a la educación actual para afianzar la identidad nacional y la defensa del rico patrimonio cultural peruano de los Andes.

3.3. Procedimientos

En el diálogo sostenido con las y los comuneros de Puno acerca del aprendizaje de los textiles, aprendí que en su práctica interactúa un conjunto de máximas o sentencias tales como “saber hacer y hacer para saber”, “hacer bien”, “te doy mi mano”, “te doy mi herencia”.

La práctica textil es una actividad que ejecutan en uno de los patios exteriores de la casa. Antes de iniciar, la inauguran con la challa, acto ritual que consiste en solicitar permiso y protección a la Pachamama mediante un “brindis” con las siguientes palabras “primero ella después la boca”, lo que implica el compromiso del “hacer bien el tejido”. De manera similar, la acción de enseñar y aprender en la comunidad conlleva un pacto ético entre un maestro tejedor y el aprendiz con la sentencia: “te doy mi mano, te doy mi herencia”, acto ritual específico por medio del cual el maestro asume el compromiso de enseñar todas las técnicas que son el “saber del pueblo”, para compartirlos con su discípulo, acto que constituye un “deber” del que enseña y el que aprende.

De lo anterior, se deduce que la práctica textil no es solo el aprendizaje de habilidades y cualidades manuales; estas van precedidas de sentido, o la obligación de ejecutar las técnicas consideradas una herencia de sus antepasados (su comunidad, su pueblo). Dichas prácticas son conducidas sistemáticamente mediante un programa natural de aprendizaje, de doce o trece años de duración, que compromete: primero a la familia y después, a los maestros tejedores de la comunidad.

Finalmente, la competencia de un aprendizaje de calidad es refrendada por su comunidad al considerar a un nuevo tejedor como “confeccionista”. De esta manera, se infiere que la tecnología textil no es solo una práctica para el desarrollo de habilidades y destrezas —como lo señalara en párrafos anteriores—, sus saberes están impregnados de un compromiso sagrado, ético, animado por la ritualida.