Harold Hernández Lefranc; orienta su investigación, desde su interés en la ideología andina, hacia temas vinculados con su sistema religioso. Realizó estudios de licenciatura y maestría en Antropología, en la Pontificia Universidad Católica del Perú y su doctorado en la Universidad Mayor de San Marcos; es docente ordinario en la Escuela Académica Profesional de Antropología de la UNMSM y director del Centro de Investigación de la Universidad Norbert Wiener de Lima. El trabajo que gentilmente comparte con nosotros es parte de una investigación más amplia sobre la imagen y significado del Apóstol Santiago, tan importante para la población andina. |
El trayecto de Santiago Apóstol |
En:
INVESTIGACIONES SOCIALES. |
RESUMEN ABSTRACT |
Es fundamental para la historia de la ideología religiosa de la conquista de América y del Perú y para la ideología religiosa peruana del presente, la creencia de que en Galicia se hallaban los restos del cuerpo de uno de los discípulos más queridos de Jesús de Nazaret. La creencia apuntaba a que además de que había predicado en vida en estas tierras, sus restos, luego de ser asesinado por Herodes Agripa, habían sido llevados a estas tierras de una manera milagrosa. Un himno de la época del rey Mauregato (783-788) indica su predicación en España, si bien no su sepulcro. Se le pide que evite la peste y demás males y se le llama «áurea y refulgente cabeza de |
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2. CÁSTOR Y PÓLUX, Y LA GEMELIDAD Y CALIDAD CELESTE DE SANTIAGO EN EUROPA La historia de las concepciones sobre el pescador Santiago, hijo de Zebedeo, del Evangelio, a lo largo de los siglos en Europa, es muy compleja y se ha vinculado desde un principio con concepciones cosmológicas y de, llamémosle, gemelidad. Este hecho es significativo, puesto que a su llegada a América, y en especial al espacio andino, Santiago enriqueció su complejidad en estos respectos. |
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Y cita una supuesta carta de Ignacio a san Juan Evangelista en que se indica este parecido: |
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De la Vorágine menciona creencias populares adicionales que remiten a las supuestas relaciones de parentesco entre Jesús de Nazaret y Santiago el menor: que sus respectivas madres fueron hermanas; que incluso el padre de Santiago, Cleofás, y José, padre legal de Jesús, eran hermanos; que Santiago había sido hijo de José con otra mujer; que Santiago fue hijo de un hombre llamado Alfeo, hermano de José. Lo que postula el propio dominico es que Santiago fue hijo de una mujer llamada María, hija de Cleofás, éste hermano de José, padre legal de Jesús. Y termina sosteniendo que si Santiago fue llamado hermano del Señor pudo ser porque eran parientes próximos o porque Santiago «descollara sobre los demás apóstoles por la excelencia de sus virtudes y por la semejanza moral con Jesucristo».11 Pero esta creencia en la hermandad y aun gemelidad no se limita a Santiago. Se extiende de manera heterodoxa a otros apóstoles: el nombre de Tomás significa «mellizo» en siríaco. El documento De ortu et obitu Patrum dice: «Tomás, apóstol de Cristo, llamado Dídimo… que en latín significa hermano gemelo de Cristo y semejante al Salvador». El heresiarca precisamente gallego Prisciliano asimiló al apóstol Judas con Tomás y lo entendió como hermano gemelo del Señor. 12 Se puede entender esto a partir de Mateo 13,55: «¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llaman su madre María, y sus hermanos, Jacobo [Santiago], José, Simón y Judas?» (Cursiva nuestra). La hermandad y aun gemelidad con el Señor debió ser tan conocida y extendida, que autores árabes la cuentan. Ibn Hazam (994-1063) (Historia crítica de las ideas religiosas) menciona que cristianos españoles atribuían hermanos a Jesús, y precisa a Santiago el menor como hijo de José el Carpintero. Ibn ‘Idari (siglo XIII) afirma que los cristianos aseguran que Santiago de Galicia era hijo de José el carpintero. Ibn Hayyan, historiador cordobés (987-1076), recogido por Al-Maqqari, éste del siglo XVII, afirma que Santiago, cuyos restos, se pretende, están en la ciudad de Santiago, es el apóstol más querido por Jesús; y lo llaman hermano de Jesús porque nunca se separaba de él. A todo este respecto, Américo Castro explica que la creencia en la hermandad y aún gemelidad de Santiago y Jesús «asemejaba a ciertos cultos precristianos de divinidades gemelas tales como Cástor y Pólux –dioscuros o hijos de Júpiter–, uno de los cuales ascendía al cielo, mientras el otro permanecía en la tierra…»13 Importante recordar las cualidades, características, naturaleza y atributos de estos personajes de la mitología clásica: Son hijos de Leda, gemelos, pero paradójicamente de distintos padres: Cástor, mortal, domador de caballos, hijo del rey Tindáreo; Pólux, inmortal, pugilista, hijo de Zeus 14, quien este cohabitó también con Leda, en forma de cisne: llamados por eso ambos tindáridas o dioscuros. Una versión los hace nacer de dos huevos junto a sus hermanas, también una mortal y la otra inmortal, Clitemnestra y Helena respectivamente. Los huevos se vinculan al cisne. Así, Cástor y Clitemnestra habrían nacido de un huevo; Pólux y Helena del segundo. Experimentados jinetes, parecidos físicamente y en temperamento, eran inseparables en sus osadas aventuras. Una de estas le costó la vida a Cástor, atravesado por un venablo lanzado por Idas, hermano de Linceo. El amor de hermanos hace que Pólux prefiera morir también. Zeus, su padre, le recuerda que es inmortal, pero le ofrece devolverle al hermano la vida si Pólux acepta permanecer con él un día en el hades, es decir morir, y otro en el cielo. Otra versión remite a que «viven y mueren alternativamente, pues el día que vive el uno muere el otro y viceversa.» (La Odisea, Capítulo XI). Así, Pólux redime a Cástor. Estas cualidades los vincularán con el sol y la luna y con la constelación de los gemelos, géminis. Los dioscuros son invocados en momentos difíciles y peligrosos, en los cuales estos misericordiosos personajes acuden. Especialmente son invocados en el fragor de las batallas, donde aparecen como estrellas que conducen a la victoria y por marinos a punto de naufragar ante mares borrascosos. 15 Nacimiento ovular, gemelidad, sideralidad y cabalgaduras son sus rasgos. La referencia a los dioscuros es fundamental. En 449 a.C., Cástor y Pólux aparecieron montados en corceles blancos y solventaron el triunfo del dictador Aulo Postumio sobre Octavio Mamilio, en el lago Rigillus; «fueron vistos luchando a caballo en nuestras filas», afirma uno de los personajes de Sobre la naturaleza de los dioses, de Cicerón. Y más adelante se les refiere como montados en caballos blancos ofreciendo una noticia sobre un triunfo guerrero.16 Castro menciona un artículo sobre los Dioskuroi de Pauly-Wissowa en Real-Encyclopädie, que afirma que «desde antiguo la primitiva pareja de dioses aparece relacionada con caballos, especialmente blancos.» Y agrega Castro que «se les imaginó incluso como dos caballos blancos, aunque más tarde los caballos se convirtieron en su atributo.»17 En lo que sigue una suma de casos en que no solo Santiago emparejado, sino otros santos emparejados aparecen portentosamente con las características o atributos de los dioscuros: áureos y eventualmente enjinetados en corceles blancos, acuden a ayudar en las batallas o momentos difíciles. Santiago acompaña a San Millán en la batalla de Simancas (939), la que el conde Fernán González gana con esta ayuda portentosa, según la Vida de San Millán, de Gonzalo de Berceo, de la primera mitad el siglo XIII: |
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3. EL PROVIDENCIALISMO IMPERIAL DE LA CONQUISTA Y LA FIGURA DE SANTIAGO La conquista europea se presenta no exenta de crítica y polémica en torno no sólo a las acciones violentas, sangrientas y repudiables, en la conciencia de la época, de los hombres de frontera que actuaban en nombre de la corona. Apuntaba a algo más serio: ¿eran los indígenas esclavos por naturaleza y por tanto incapaces de gobernarse por sí mismos dada su condición de infrahumanos, o por el contrario tenían la capacidad de gobernarse por sí mismos civilizadamente como los antiguos griegos y latinos? Esto era lo que se debatía en Valladolid entre Juan Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas. Lo fundamental del debate apuntaba consecuentemente a si la conquista y dominio era legítima o no. Ésta, se sustentaría en el llamado donativo papal de 1493 ofrecido a los reyes de Castilla, y por el cual se permitía o aún exigía la conquista de España dados títulos de propiedad de dominio, por el hecho y con la condición de la conversión de los indígenas a la fe cristiana. |
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Pero entender este triunfalismo supone distinguir a los diversos agentes que participan del descubrimiento y conquista. El triunfalismo era exigencia discursiva originalmente de la corona y de los primeros conquistadores que actuaban perfecta o imperfectamente en nombre de ella. Pero prontamente puede distinguirse una discrepancia. Los éxitos logrados a sangre y fuego en la conquista de México, por ejemplo, ¿lo fueron por la voluntad de Dios para con la corona, o por el contrario, por el arrojo y valentía de los soldados conquistadores que buscaban gloria, pero también botín, reivindicaciones tangibles de carácter económico y político? Triunfalismo y providencialismo se expresan entre otras formas a partir de la recurrencia por parte del discurso, al relato de la aparición de Santiago en los momentos más difíciles de las batallas o refriegas. Patrón de España, legitimaba las acciones de soldados particulares que actuaban, a veces a su pesar, en nombre de la corona. Estas portentosas apariciones, referidas en las crónicas como lugar común, legitimaban magníficamente la presencia del poder de Castilla y León y luego del imperio en el Nuevo Mundo. Era de suponerse que el símbolo de propaganda de la reconquista, el Patrón Santiago, fuese recurrencia del discurso oficial y triunfalista, de la corona para con la conquista de América. Existe en Choy una visión que no reconoce a la creencia en el providencialismo de Santiago el ser parte de un sistema de creencias compartidas mayor, el cristiano, ni que fuera participado culturalmente por toda la sociedad española; y menos acepta que la ideología lanzada se sustente no sólo en los intereses económicos y políticos de los poderosos, sino en la aceptación efectiva y participativa de los sectores dependientes o subalternos. Esto se expresa en la idea de que «el método que emplearon los curas de Galicia de utilizar la leyenda de Santiago en provecho de la reconquista fue utilizado en el Perú y México para justificar la rapidez de la conquista.»25. O más adelante, cuando afirma que «el uso bélico de las creencias no fue una imitación inconsciente que hicieron los católicos de los mahometanos; se cogió del Islam, en forma deliberada, lo más conveniente, lo que podía operar mejor para la causa cristiana…»26 Como veremos más adelante, podemos entender que la propaganda es consciente de los intereses que representa, pero difícilmente ésta se asienta en una maquinal, maquiavélica y calcada réplica, si no parte de bases culturales e ideológicas compartidas por toda una sociedad. Pero sí es verdad que, como estamos sosteniendo, con Santiago «se minaba el esfuerzo del conquistador para asentar el poder religioso»; y se lograba «menguar la importancia del guerrero» que había ganado la conquista.27 Una observación más a la perspectiva de Choy: insiste en documentos y segmentos de ellos que secularizan y militarizan al patrón Santiago; y deja de lado documentos que evidencian que los indígenas releyeron a Santiago como dios aliado propiciador de la fertilidad y la feracidad agrícolas y ganaderas. En la perspectiva providencial y triunfalista de la conquista, que recurre, en parte retóricamente, a la aparición portentosa del patrón Santiago, destacan, con matices diversos, Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, Francisco López de Gómara, Pedro Cieza de León, Juan de Betanzos y el jesuita José de Acosta, entre otros. Lo refieren con no menor intensidad y en parte justificando la conquista, el cronista indio Felipe Guamán Poma de Ayala, y el cronista mestizo Garcilaso de la Vega. Quizá la primera supuesta aparición del patrón de España acontece en marzo de 1519, en Tabasco, durante la llamada batalla de Centla, entre los más de quinientos hombres dirigidos por Hernán Cortés al inicio de la tercera expedición a las costas yucatecas, y los naturales de Tabasco. Cito en extenso el relato de López de Gómara: |
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López de Gómara (1511- c 1566), que llegó a publicar sus dos obras, Historia General de las Indias e Historia de la conquista de México, en 1552, y quien obviamente no estuvo presente durante la expedición de la conquista de México, fue llamado por Cortés como capellán y «para que justificara y exaltara los hechos, asegurando así su reputación y su patrimonio para la posteridad.»29 Y la manera de asegurar ambos supuso hacer aparecer a Cortés ante la corona como un héroe que busca la gloria del emperador a quien sirve. Esto último se evidencia por ejemplo en la Historia General de las Indias con respecto al tiempo de Carlos V: «Nunca jamás rey ni gente anduvo y sujetó tanto y en tan breve tiempo como la nuestra, ni ha hecho ni merecido lo que ella, así en armas y navegación como en la predicación del santo Evangelio y conversión de idólatras; por la cual son españoles dignísimos de alabanza en todas las partes del mundo. Bendito Dios, que les dio tal gracia y poder.»30 Pero aquí una fundamental discrepancia: entre el conquistador, hombre de frontera, cuyos intereses son potencialmente distintos de los de la corona (por ejemplo peligraba la expedición de Cortés, dirigida formalmente por el gobernador de Cuba, Diego Velásquez, contra quien, se rumoraba, una rebelión del primero), y los intereses y decisiones de la corona y sus dependientes más fieles. Aun una discrepancia más sutil entre el líder militar (en este caso Cortés, capitán de la expedición), que debía adscribirse al providencialismo de la conquista exigido por la propaganda de la corona (el éxito se logra simbólicamente por la intervención de Santiago, patrón de España), y por otra parte, los «compañeros», ejecutores más inmediatos deléxito, y cuyo padecimiento, tortura y eventual muerte en farragosos territorios por flechazos o lanzados de los naturales, es ocultado por el providencialismo de la protección y arremetidas de Santiago, cuya eficacia llevaba al triunfo. A este respecto es importante destacar la respuesta indignada de uno de los «compañeros», de los expedicionarios. Bernal Díaz del Castillo (Historia verdadera de la conquista de la Nueva España) replica polémicamente a López de Gómara con una argumentación dirigida a darle menos protagonismo a Cortés y consecuentemente otorgárselo a los ejecutores sufridos del éxito, entre ellos, él mismo. Los objetivos: participar de la gloria de la conquista, sustentar los reclamos ante el menguado botín que los compañeros recibieron, y mantener sus encomiendas para sus familias y descendientes, ante la propaganda adversa de la posición lascasiana. Consecuentemente, debía criticar Bernal Díaz esta idea propagandística de López de Gómara de que «todos dijeron que vieron por tres veces al del caballo rucio picado pelear en su favor contra los indios… y que era Santiago, nuestro patrón.» Indignado, reclama: «Gómara no escribe en su historia ni hace mención si nos mataban o estábamos heridos, ni pasábamos trabajo, ni adolecíamos, sino que todo lo que escribe es como quien va a bodas.»31; o «… desque tornamos a conquistar la gran ciudad de México e la ganamos, tampoco dice los soldados que nos mataron e hirieron en las conquistas, sino que todo lo hallábamos como quien va a bodas y regocijos.»32 Y con ironía refiere el episodio de la batalla de Centla: argumenta sutilmente que si se hubiera visto al patrón Santiago o a san Pedro, hubiera sido que se les hubiera levantado una iglesia en el lugar o se le llamara al lugar Santiago de la Victoria o San Pedro de la Victoria y no Santa María de la Victoria. Además, él, pecador, sería indigno de ver a los gloriosos apóstoles, y que posteriormente ningún compañero comentó nada respecto a estos supuestos hechos. Cito en extenso el segmento pertinente: |
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Es interesante también aquí la discrepancia entre López de Gómara, quien, puede entenderse por razones políticas, remite a Santiago dentro del providencialismo imperial, y lo que sostiene supuestamente Cortés en el relato mismo del cronista, que era san Pedro, de quien Cortés era devoto: «Fernando Cortés más quería que fuese san Pedro, su especial abogado; pero cualquiera que ellos fue, se tuvo a milagro, como de veras pareció.» El cronista mexicano Pedro Gutiérrez de Santa Clara presenta las mismas discrepancias posteriormente: |
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Aquí se asevera que son los conquistadores en general los que afirman esto, si bien solo Bernal Díaz da testimonio, y es contrario a esta supuesta aparición. Se recuerda que Cortés discrepó sobre Santiago, y que propuso a su patrón, San Pedro, como el santo aparecido. Finalmente, remite al gran ánimo y esfuerzo de Cortés y los suyos, pero con el favor divino. El cronista Antonio de Solís (1610-1686) con perspectiva racionalista, a la distancia y sin la necesidad marcada de justificar con signos divinos la conquista, afirma sobre el mismo episodio: |
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Y continúa su interpretación positivista: |
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Advertir, finalmente, sin embargo, que el supuesto episodio de Centla parece no ser el primero vinculado con apariciones de Santiago. Gutiérrez Contreras afirma que «Grijalva ya contó con la ayuda del apóstol en Tabasco» (este había dirigido la segunda expedición a las costas de Yucatán sin éxito); y que además de la supuesta aparición desarrollada por nosotros, el patrón apareció de nuevo en Tenochtitlán, en el sitio del palacio, y en la retirada de la «Noche Triste».37 Veamos el episodio del sitio del palacio de acuerdo a López de Gómara. Pero antes advertir que Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés (1478-1557) especifica también en su monumental crónica, Historia general y natural de las Indias, el episodio de Centla. Guardián de la fortaleza real de Santo Domingo y cronista real de Indias, desarrolló también, como se ha evidenciado por una cita suya hecha más arriba, esta perspectiva imperial de lectura de los hechos del descubrimiento y conquista: preveía el triunfo definitivo de las guerras contra los protestantes y el Islam. Sin embargo, al avanzar su crónica evidencia mayor desencanto de la conquista por las carnicerías de Pedro de Alvarado, del propio Cortés, y de los criminales Pizarro y Almagro; no obstante, tiene animadversión contra los naturales: canibalismo y sodomía es lo que rescataba de ellos. La diferencia entre Fernández de Oviedo y López de Gómara respecto al episodio referido, es que el primero lo refiere «de oídas», como lo plantea Brading38, mientras que el segundo lo afirma como hecho real, según lo evidencia el texto literal citado más arriba. Referir, además, que Fernández de Oviedo estaba vinculado con la orden de Santiago: presentó «propuestas para el establecimiento, en Santo Domingo, de una fortaleza-priorato de la orden de caballería de Santiago, con una guarnición de cien caballeros que patrullaban los confines del imperio…»39, empeño en que fracasó. López de Gómara, como se dijo, registra, dentro del espíritu de conquista expuesto, un siguiente episodio en que aparece providencialmente el santo: Pedro de Alvarado había sido encargado de mantener prisionero a Moctezuma en México ante la ausencia de Cortés. Aconteció la solemne fiesta del mes de Tóxcatl; y los indios pidieron permiso para celebrarla, lo que se concedió. «Juntáronse más de seiscientos caballeros y principales personas, y aun otros señores, en el templo mayor; otros dicen más de mil.» Sea que los españoles fueran avisados de una rebelión o por codicia del oro que llevaban los participantes, a todos los pasaron por cuchillo. Ante eso se levantaron los indios. El cronista detalla que resistiendo los españoles el cerco, acontecieron diversos milagros, uno de ellos: |
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Fray Juan de Torquemada registra el mismo hecho: |
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Un siguiente episodio de aparición legitimadora de la conquista española es el de la antigua ciudad de Iximché, donde se constituyó la primera ciudad de Guatemala, el 25 de julio de 1524. Relata el cronista Francisco de Fuentes y Guzmán: |
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Rafael Heliodoro Valle afirma que este supuesto episodio, vinculado a Pedro de Alvarado, «tiene también su raíz en el relato que trae la Isagoge Histórica Apologética». Y la cita: |
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Fray Antonio de Remesal, O.P., quien escribe entre 1615 y 1617, también apunta el episodio44. Lo hace en su Historia general de las Indias Occidentales yparticular de la gobernación de Chiapa y Guatemala. Pero Remesal también critica la actitud de los conquistadores de no corregir las ideas de los indígenas, que creían que Santiago era un dios de la guerra; y la permisión de esta ignorancia ya que era «este engaño de los indios en tanto provecho de los españoles».45 Sobre esto, Cárdenas Guerrero afirma que «podemos sospechar que algunos conquistadores debieron de abusar de la leyenda». Pero agrega que «los conquistadores españoles, creyentes y desaforados, atrapados en las circunstancia patéticas de sus temeridades militares, y con ellos las mesnadas de cristianos, crearon el mito y creyeron en él. La cristiandad indiana lo aceptó, se lo apropió, lo enriqueció y se nutrió de él como componente de su religiosidad rica y sincera.»46 El sustento de que «creyeron en él» puede encontrarse en la descripción que hace el propio Remesal del modo de devoción de los conquistadores, la cual difícilmente puede observarse como escenificación de una treta de los españoles respecto a los indios: afirma que los capellanes de las tropas llevaban un retablo, |
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Y se añade que: |
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Cárdenas Guerrero observa que más allá de lo que Remesal llama «engaño de los indios», no debe creerse que la actitud española era de simple manipulación maquiavélica: «Leyenda y fantasía también se incorporan con derecho a la historia religiosa y a la historia social; son a la vez uno de sus productos y uno de sus motores, y no sería razonable ignorarlas o despreciarlas, menos aún calificarlas, sin más, de herramienta de «ideologización» y de dominio.»48 Precisamente lo que sostenemos, por la evidencia de la profusión de íconos, manifestaciones populares indígenas y mestizas, discursos, creencias y reinterpretaciones, es que la imagen que se tiene de él es protagonista aun en el presente de la historia religiosa y la historia social de América y el Perú indígenas. En 1530 se registra otra aparición memorable del apóstol. La batalla de Tetlán, en Jalisco, enfrentó a los indios contra las tropas de Niño de Guzmán. Matías de la Motta Padilla lo relata así: |
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De este supuesto hecho y aun de la perspectiva del autor al respecto, se puede rescatar para nuestro interés algo muy importante para la historia de Santiago en América: una transformación o mejor, un traslado o ampliación de los beneficios o favores o gracias o patrocinios, del santo a los indígenas. En este episodio, o si se quiere en la interpretación mistificada del proceso histórico de la batalla de Tetlán y del triunfo español y predicación cristiana, se inaugura el compartir del prepotente santo por parte de los indios. Ya no es o no solo es el providencialismo imperial, que con la aparición del santo legitima la conquista de los españoles y del imperio, exclusivamente. A partir de ahora se abre un intento, quizá tibio, pero no titubeante, de hacer del santo, o mejor de permitir que el santo lo sea también de los indios. Esta permisión o pretensión de inclusión irá tomando su rumbo con cierta lentitud, pero de manera contundente. En De la Motta Padilla, la inclusión de los indígenas en el patrocinio de Santiago se evidencia en la idea todavía providencialista de que el patrón protegió esta vez a «sus nuevos gallegos los indios», evitando que estos fueran muertos por las armas españolas para que accedan al cristianismo, por la gracia de Dios. Y constata el autor además, la llamémosle apropiación por parte de los indios, con la consiguiente permisión del autor, que se solaza en ello, expresada palmariamente en la ceremonia o fiesta o segmento de ella, por la cual un indio hace de Santiago y los otros indios de indios vencidos. Estos incluso se representan a sí mismos, disfrazándose de antiguos indios y protagonizando, actualizando diríamos, su derrota o la derrota de sus originarias creencias. Pero este «nuevos gallegos los indios», además de evidenciar cierta predilección por estos indios, que son privilegiados como los gallegos por tener a Santiago Apóstol en sus tierras, expresa el orgullo gallego de los religiosos franciscanos fundadores del primer convento, de Santiago de Tetlán. Empieza la inclusión de parte de los españoles y luego españoles americanos, que es el antecedente de la apropiación por parte de los indígenas y también de los mestizos. Agregar que el cronista Francisco Tello también relata la aparición: |
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Sin embargo, en este autor, el supuesto testimonio comprobatorio de los indios es dramático y atroz. La evidencia de la sanguinaria presencia es la suma de cuerpos tullidos y amputados que dan testimonio de esta «maravilla»; y expresa contundentemente no solo la crueldad del santo, sino la de los conquistadores. En Motta Padilla y Tello los indios dan igualmente testimonio que verifica y legitima el hecho prodigioso. Pero en el primero hay un conato de inclusión finalmente feliz, y en el segundo el testimonio patético de la mutilación física. Rafael Heliodoro Valle toma cuenta de una nueva aparición del patrón, registrada por distintos cronistas. «El 25 de julio de 1531 los españoles derrotaron en la loma de Sangremal a los indios chichimecas capitaneados por Don Lobo y Don Coyote.»51 Y remite al cronista Isidro Félix de Espinosa: |
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Al respecto, la Relación del cacique Nicolás de San Luis Montañés dice: |
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Sobre el mismo supuesto episodio, el cronista Valentín F. Frías dice lo siguiente: «en lo más reñido del combate los españoles imploraron el auxilio divino y a la vez invocaron en su ayuda a su santo patrono, Señor Santiago, cuya fiesta en ese día se celebraba, quien inmediatamente vino a su socorro».54 Y sobre lo mismo, J. Antonio Servín Lozada dice lo siguiente: |
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Lo fundamental para lo que nos interesa en estas referencias al episodio de 25 de julio de 1531 en Sangremal, es la vinculación de Santiago con el hecho de que «parase el sol», y que Servín Lozada entiende como «eclipse de sol». Santiago queda vinculado aquí de modo evidente a los fenómenos meteorológicos: específicamente a la capacidad para hacer del día noche, y aparecer como luminaria él mismo. La frase de «reverente admiración» respecto a los gentiles redunda en el estereotipado y retórico testimonio de los propios indios respecto al prodigio de Santiago. Los derrotados mismos pueden dar testimonio. El cronista Antonio de Herrera registra una aparición en Jauja, Perú, a las tropas de Pizarro, hacia 1533: «…afirman haber visto en el aire un caballero, con la espada en la mano, en un caballo blanco, que los perseguía y atemorizaba [a los enemigos], que los castellanos tienen por ser su patrón el bienaventurado apóstol Santiago».56 Una siguiente aparición es registrada con retórica frialdad también, por el mismo Antonio de Herrera: el capitán Francisco César acudió a explorar la provincia de Cartagena en 1536. Llegó al valle de Goaca con sesenta y tres españoles; y enfrentó a veinte mil indios: |
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Rafael Heliodoro Valle señala una nueva aparición: el 28 de setiembre de 1541, unos cincuenta mil indios atacaron Guadalajara, defendida por Cristóbal de Oñate. Ante ello Bartolomé Estrada exhortó a los españoles a que se esforzasen «porque San Miguel les ayudaría y el Señor Santiago, patrón de España»; y se dijo que peleó Santiago, San Miguel y los ángeles.58 Obsérvese aquí el emparejamiento dioscúrico. Y dice sobre el episodio el cronista Tello: |
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Y otra aparición a fines del siglo XVI: «El padre Hernando Ojea repite la tradición de haberse aparecido el apóstol en dos ocasiones al conquistador Juan de Oñate (1595), durante la conquista del Nuevo México, en el pueblo de Acoma; y dice que ‘los indios serían 4.000 y que en lo más apurado del combate se les mostró también armado, y en su caballo blanco como suele, y con tan gran resplandor que los cegaba, como ellos confesaron después’».60 En Chile, entrado el siglo XVII hay un registro de Apóstol en la conquista de los araucanos hacia 1640: |
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Es en el Cusco, cabeza del Tawantinsuyo, donde acontece quizá la más célebre y notable aparición portentosa del santo guerrero. Se replica una vez más la intención de justificar y legitimar el proceso conquistador indetenible; y se replican también los rasgos estereotipados de la supuesta manifestación prodigiosa. Pero habrá novedades, que el discurso de Garcilaso y el de Guamán Poma empiezan a vislumbrar. 4.1. La escuela toledana Providencialismo y triunfalismo se evidencian claramente como parte de un discurso que apunta a la razón de Estado en la política desarrollada por Felipe II a partir del gobierno del virrey Francisco de Toledo (1569-1581). El problema no era ya el de la legitimidad de la conquista de México o del Perú, sino el tipo de gobierno que se requería para satisfacer las necesidades económicas y pretensiones del Imperio en el Orbe, nada menos. |
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Así, los conquistadores son solo instrumentos de la Providencia para con los fines del Imperio para con el orbe. Así, los conquistadores solo son legítimos porque actúan a favor de la corona y el imperio; y la expresión es la ayuda de Santiago. Así, Santiago y la Virgen María no aparecen a los conquistadores por siquiera ellos merecerlo, sino a partir de fines más trascendentales en el orden religioso y político: el Imperio en el Orbe y en la historia de la humanidad. Al respecto, la aparición de Santiago y la Virgen María en el sitio del Cusco, de 1535-1536, a los hermanos de Francisco Pizarro, es el signo más representativo del providencialismo de la conquista del Perú y el más significativo en términos de la conciencia de la colonia. Hay múltiples referencias de aquel episodio. La de Pedro Cieza de León es parca: |
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Juan de Betanzos es más preciso y extenso: |
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Pero quien argumenta con más claridad y contundencia este providencialismo que otorga el triunfo a Dios para que la corona permita la prédica, es José de Acosta. Dentro del contexto de las referencias a las supuestas apariciones de la Virgen María y Santiago, de las que testimonia a partir de «personas fidedignas» a las que dice que oyó, argumenta que la providencia quiso el triunfo de los conquistadores a pesar de que ellos por méritos propios no necesariamente merecían este regalo de Dios. Y para ello dispuso la grandeza de los imperios de México y Perú, vías de prédica por el sistema social consolidado y por la lengua común, similar a la base que significó el Imperio Romano; y que estos estuviesen partidos en facciones adversas. Aquí la Virgen María y Santiago explican el triunfo en el Perú y la evitación de la última acechanza que ponía en peligro la conquista. A la Virgen la sitúa en el cerco del Cusco: |
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Sobre Santiago no precisa su presencia en el famoso cerco de Manco Inca, pero tácitamente lo manifiesta: |
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La aversión al conquistador es patente: |
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4.2. El Inca Garcilaso, Guamán Poma de Ayala y el Lunarejo Garcilaso y Guamán Poma, mestizo e indio, involucrados ideológicamente con los intereses del nuevo régimen, replican el canto glorioso a la eminencia y portento de las apariciones del Cusco.71 Es el mismo estereotipo que involucra dos rasgos fundamentales: el que con la aparición los indios fueran cegados (la mayor de las veces con polvo, algunas por resplandor) y la testificación del portento por parte de los mismos indios como evidencia o certificación forense. |
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Sin embargo, en Garcilaso se conjugan para el éxito, la providencia y la ayuda humana de algunos indios aliados, sobre todo de los Cañari, a quienes desprecia por traidores: «Decían los mismos españoles que no sabían qué fuera dellos, según estaban desamparados, si no fuera por el socorro destos indios, que les traían maíz y yerbas y de todo lo que podían haber para comer y para curarse.»75 Pero incluso esta ayuda, por lo inédita, les parecía una misericordia de Dios: «Todo lo cual atribuían también a milagro de Dios, viendo que aquellos indios, en su misma tierra y contra los suyos propios, se mostrasen tan en su favor y servicio de los españoles.»76 Pero quizá lo más particular del testimonio del cronista mestizo, es la información de que ya se asimilaba al patrón Santiago (uno de sus atributos) con una divinidad fundamental del panteón incaico y andino en general, el dios Illapa, si bien illapa puede referir aquí simplemente el fenómeno meteorológico: |
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Guamán Poma, coetáneo, da testimonio de que Santiago insinuaba a los indios al dios Illapa: |
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En este relato pareciera que efectivamente un eventual rayo cayó y se le interpretó como concreción de la persona del santo. Esta interpretación llamémosle naturalista la presenta Gisbert: «La relación del rayo con la lluvia y el granizo, puede explicar como un fenómeno natural –en este caso una tormenta– fue el suceso que salvó a los españoles del incendio, y cómo este fenómeno natural hizo que se considere a Illapa –el Santiago español– como autor de milagro.»79 Se adscribe a esta explicación Schenone: «Pero la similitud de las apariciones no es explicación suficiente de la propagación de un culto que ponía en primer término la figura del vencedor, que de matamoros se convertía en mataindios. Hubo aquí un hecho decisivo: la caída de un rayo, seguido por un fortísimo trueno.» 80 Y cita a Guamán Poma. Sin embargo, consideramos que es difícil creer que un rayo fortuito haya condicionado una extendida y compleja ideología. Los procesos históricos e ideológicos no nacen «decisivamente» de circunstancias o contingencias meteorológicas. Siguiendo con el relato del cronista indio, inmediatamente describe los rasgos recurrentes: |
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Juan de Espinosa Medrano, «el Lunarejo» (1632-1688), fue cura de la catedral del Cusco y célebre cultivador del gongorismo en el Perú. Afamados son sus sermones, compilados por sus alumnos del seminario San Antonio Abad del Cusco, bajo el título La novena Maravilla (1695). De entre ellos destaca uno: «Oración panegírica en la festividad del glorioso apóstol Santiago, patrón de las Españas, en la iglesia catedral de esta gran ciudad del Cusco. Día enque se saca el estandarte real, con acompañamiento de toda la nobleza», del año 1660. |
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Es un encendido y brillante elogio a la gloria del patrón Santiago y a la hispanidad. Intenta explicar la misteriosa afirmación de Jesús de Nazaret, quien apellida Boanerges, es decir Hijos del trueno, a Santiago, hijo de Zebedeo y su hermano Juan (Marcos 3,17). Guía el texto la respuesta a la pregunta siguiente: «Si estos jóvenes hijos de un pescador, ¿cómo son partos de tempestuosa nube? Hijos del trueno llama el mismo Dios a los que no son más que hijos de el Zebedeo; pues en verdad, que no es fácil saber, por qué los llamó hijos del trueno, primogénitos del rayo.»86 Argumenta que «Trueno es el Verbo Encarnado», y que Santiago y Juan son sus primogénitos «por particular procreación de su gracia». Por eso la pretensión de María Salomé, la madre de los hijos de Zebedeo, de que ellos se sentasen uno a la diestra y el otro a la siniestra nada menos que de Cristo en el Reino de Dios (Mateo 20, 20-28). Les llama el Lunarejo entusiasmado a los hermanos, «mellizos de la gracia», y afirma su preferencia por Santiago: «Favorecido fue Juan, mas Diego no menos amado; era tiernamente querido Juan, mas Diego en la estimación juzgo que preferido.»87 Pedro, Juan y Santiago fueron apóstoles preeminentes: dentro del relato bíblico estuvieron junto a Jesús durante la resurrección de la hija de Jairo, en Jetzemaní, pero lo más importante, estuvieron presentes en el episodio de la transfiguración en el monte Tabor. Sin embargo, el Juan Espinosa destaca a Santiago el mayor, por haber sido el primero en probar del cáliz amargo del martirio. Evidenciando profundo conocimiento de la mitología clásica, hace una comparación algo peligrosa. Recordando a Pausanias, remite la figura de Júpiter (Zeus), en cuya mano derecha lleva un rayo y en su izquierda un águila: el águila es Juan; el rayo es Santiago, pero del verdadero Júpiter: Cristo. «Y este había de tener a la diestra mano el Rayo de la Iglesia, Diego, Rayo de las batallas del Cristianismo, Relámpago belicoso de nuestra Religión…»88 Quizá el Lunarejo tuvo noticia de la asimilación entre los hijos de Júpiter (Zeus), Cástor y Pólux, y algunas parejas de santos, pero no se atrevió a tan osada asimilación. Permaneció la de Zeus como falso Cristo, o mejor, la de Cristo como verdadero Zeus. La vinculación de Santiago con España se sustenta incluso en razones y explicaciones cosmológicas: así como el rayo está en la diestra de Zeus, Santiago ocuparía el lado diestro del reino de Cristo. Griegos y latinos discrepan sobre si el poniente es siniestra o diestra. La preocupación apunta a que Galicia debería corresponder a la diestra y Efeso, territorio de Juan, a la siniestra. El predicador soluciona este entredicho. El poniente es la siniestra en la tierra, pero la diestra en el Cielo: «Sucede lo que en el espejo, que al mirarnos en él, lo de nuestra mano derecha se ve en el cristal a la siniestra…» 89 Justifica así la providencia de la conquista de América por parte de España, encomendadas ambas a Santiago. Y consecuentemente remite a su aparición en la plaza del Cusco, «cuando en la conspiración universal de este Imperio, su rey, el Inca Manco el Segundo, nos sitiaba a muy pocos y derrotados Españoles con trescientos mil combatientes.»90 Pero esboza un canto a la ciudad del Cusco que en maravilla de civilización no queda atrás: «Así lo ha visto el Mundo. Así lo vio esta ínclita y nobilísima del Cusco, famosa Metrópoli de las ciudades del Sur, Corte Augusta del más extendido Imperio, que rodeó jamás el Sol, Regia Cabeza de los Pueblos y gentes del Austro, moderna Roma de mayor Mundo que el antiguo.» 91 Y cierra la oración panegírica con un canto a la monarquía hispana y a su héroe, Santiago: |
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Corolario Este texto ha intentado revisar una trayectoria tortuosa de transformaciones a lo largo de diversas latitudes, de un personaje que se inicia como iracundo pescador, hermano de Juan y vinculado en el discurso al fenómeno meteorológico del trueno. Torna jinete celeste asumiendo las formas del Cástor griego; y asume carácter gemelo nada menos que de Jesús de Nazaret. Se hace guerrero, asumiendo también rasgos de Mahoma, el enemigo de varios siglos. Cruza el Atlántico y justifica la Providencia de la conquista. Pero pronto su imagen representaría, o a veces ocultaría, o a veces se amalgamaría imperfectamente, con las cualidades y virtudes de un dios propiciador de la feracidad. |
BIBLIOGRAFÍA ANÓNIMO ANÓNIMO ACOSTA, José de BETANZOS, Juan de BRADING, David CARDENAS GUERRERO, Eduardo s.j. CASTRO, Américo CICERÓN, Marco Tulio CIEZA DE LEÓN, Pedro COBO, Bernabé CHOY, Emilio DEAN, Carolyn DÍAZ DEL CASTILLO, Bernal ESPINOSA MEDRANO, Juan GARCILASO DE LA VEGA, Inca GISBERT, Teresa GUAMAN POMA DE AYALA, Felipe GUTIERREZ CONTRERAS, Francisco KUON ARCE, Elizabeth y FLORES OCHOA, Jorge LOPEZ DE GOMARA, Francisco OVIDIO NASON, Publio OVIDIO PÄRSSINEN, Martti SANTIAGO DE LA VORAGINE SANTIAGO Y AMÉRICA SCHENONE, Héctor H. SOLÍS, Antonio de |
NOTAS: |
1 | Referencias en Castro, 1966, pp. 347, 348. |
2 | Ibídem, p. 329. |
3 | Ibídem, p. 328. |
4 | Crónica general de Alfonso el Sabio, citado en Castro, Ibídem, p. 331. Las cursivas de Castro. |
5 | Poema de Mio Cid, Anónimo, 1969, p.125. |
6 | Estas referencias se encuentran en Castro, Op. cit., pp. 350, 351, 353. |
7 | Este término lo usará Castro, como se verá, para un fenómeno de asimilación de características de otro personaje. |
8 | Ver Choy, 1958. |
9 | Santiago de la Vorágine, 1990, vol.1, p. 279. |
10 | En Santiago de la Vorágine, 1990, vol.1, p. 279. |
11 | Santiago de la Vorágine, Ibídem, p. 280. |
12 | Datos de Castro, Op. cit., p. 338. |
13 | Ibídem, p. 328. |
14 | Metamorfosis, libro octavo, de Ovidio (1994), dice: «…los gemelos Tindáridas, admirado el uno en boxeo y el otro en equitación…» (p.106). |
15 | Fastos, de Ovidio (1986), entre otros, explica la constelación géminis y la función de guías de nautas por la decisión de Júpiter de transformarlos en el signo celeste: «[Pólux] redimió con alterna morada a su hermano. Util uno y otro astro para la inquieta nave.» (p.58). |
16 | M.T. Cicerón, 1984, pp. 106, 119, 220. |
17 | Todo esto en la nota 13 del capítulo IX, de Castro, Op. cit., p. 358. |
18 | Citado por Castro, Ibídem, pp. 331, 332. |
19 | Ibídem, pp. 332, 333. |
20 | Citado por Castro, Ibídem, pp. 334, 335. |
21 | Hecho curioso es este: Lucas narra en Hechos que Pablo y él permanecieron un tiempo en Malta y que luego «nos hicimos a la vela en una nave alejandrina… la cual tenía por enseña a Cástor y Pólux» (Hc 28, 11). |
22 | Ambos datos en Castro, Op. cit., pp. 358, 359. |
23 | Citado por Castro, Ibídem, p. 333. |
24 | Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, en David Brading, Orbe indiano, 1993, p.48. |
25 | Choy, Op. cit., p. 261. |
26 | Choy, Ibídem, p. 267. |
27 | Choy, Ibídem, pp. 264, 267. |
28 | López de Gómara, 1979, pp. 37-39. |
29 | David Brading, 1993, p. 61. |
30 | Citado en David Brading, Ibídem, p. 63. |
31 | Citado en David Brading, Ibídem, p. 68. |
32 | Bernal Díaz del Castillo, 1989, p. 44. |
33 | Bernal Díaz del Castillo, Ibídem, p. 83. |
34 | Cortés invocó en su conquista de México a Santiago al menos dos veces en combates contra los indios, en Tlaxcala y en Otumba. (Referido en Rafael Heliodoro Valle, 1996, p.23, con sustento en Bernal Díaz). |
35 | Pedro Gutiérrez de Santa Clara, Historia de las guerras civiles del Perú y de otros sucesos de lasIndias, Madrid, 1925. Citado por Rafael Heliodoro Valle, 1996, p.22. El cronista mestizo o criollo escribió su crónica después de 1590 (Ver Pärssinen 2003, p.59). |
36 | Antonio de Solís, 1945, pp.52, 53. Ver también, Francisco Gutiérrez Contreras, 1986, pp.79, 80. |
37 | Francisco Gutiérrez Contreras, Ibídem, p.80. |
38 | Brading, Op.cit., p. 66. |
39 | Ibídem, p. 58. |
40 | López de Gómara, Op. cit., pp. 163, 165. |
41 | Juan de Torquemada, 1975, p. 496. |
42 | Francisco de Fuentes y Guzmán, Recordación Florida. Discurso historial y demostración natural,material, militar y política del Reyno de Guatemala. [1619]. Guatemala, 1932. Citado en Rafael Heliodoro Valle, Op.cit. pp. 23, 24. Citado también en «Santiago en el alma religiosa de Indias», de Eduardo Cárdenas Guerrero, s.j. En Santiago y América, 1993, pp. 41 y 42. |
43 | Isagoge histórica apologética de las Indias occidentales. Guatemala, 1935, p. 200. Citado por Rafael Heliodoro Valle, Ibídem, p. 24. |
44 | En Rafael Heliodoro Valle, Ibídem, p. 24. |
45 | Antonio de Remesal. Citado en «Santiago en el alma religiosa de Indias», de Cárdenas Guerrero. En Santiago y América, Op.cit., p. 36. |
46 | Cárdenas Guerrero, Ibídem, p.36. |
47 | Antonio de Remesal. Citado en Cárdenas Guerrero, Ibídem, p.45. |
48 | Cárdenas Guerrero, Ibídem, p.36. |
49 | Matías de la Motta Padilla, Historia de la conquista del Reino de la Nueva Galicia. Guadalajara, 1924, p.62. Citado por Rafael Heliodoro Valle, Op. cit., p. 25. |
50 | Francisco Tello, Crónica Miscelánea. Guadalajara, 1891, p. 84. Citado en Rafael Heliodoro Valle, Ibídem, p. 26. |
51 | Rafael Heliodoro Valle, Ibídem, p.26. |
52 | Isidro Félix de Espinosa, Crónica Apostólica y Seráphica de todos los colegios de propaganda Fide de esta Nueva España. México, 1747. Citado en Rafael Heliodoro Valle, Ibídem, p.26. |
53 | Nicolás de San Luis Montañés, Copia de la relación original del cacique don… En Crónica de Michoacán, de Fray Pablo Beaumont. México, 1932. Citado en Rafael Heliodoro Valle, Ibídem, pp. 26 y 27. |
54 | Valentín F. Frías, La conquista de Querétaro. Querétaro, 1906; y Leyendas y tradiciones queretanas, Querétaro, 1900. Citado en Rafael Heliodoro Valle, Ibídem, p. 27. |
55 | J. Antonio Servín Lozada, Tradiciones quereteranas. Citado en Rafael Heliodoro Valle, Ibídem, p. 27. |
56 | Antonio de Herrera, Historia general de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra Firme del Mar Océano, Década II, Lib. X. Madrid, 1726, p.100. Citado en Rafael Heliodoro Valle, Ibídem, pp. 27 y 28. |
57 | Antonio de Herrera, Ibídem, p.266. Citado en Rafael Heliodoro Valle, Ibídem, p. 30. |
58 | Rafael Heliodoro Valle, Ibídem, p.30. |
59 | Francisco Tello, Op. cit., pp. 395-397. Citado en Rafael Heliodoro Valle, Ibídem, p.31. |
60 | Rafael Heliodoro Valle, Ibídem, p. 33. Cita a Hernando Oxea, Historia del glorioso Apóstol Patrón de España; de su venida a ella, y de las grandezas de su Iglesia y Orden Militar. Madrid, 1615. |
61 | Alonso d’Ovaglie, Historica relatione del Reyno di Cili. Roma, 1646. Citado en Rafael Heliodoro Valle, Ibídem, p.33. |
62 | D. Brading, Op. cit., p. 63. |
63 | Ibídem, p.161. |
64 | Pedro Cieza de León, 1973, p.258. |
65 | Juan de Betanzos, 1999, pp.281, 282. |
66 | José de Acosta, 1979, pp. 372, 373. |
67 | José de Acosta, Ibídem, p. 373. |
68 | José de Acosta, Ibídem, p. 373. |
69 | José de Acosta, Ibídem, pp. 374. |
70 | José de Acosta, Ibídem, pp. 375. |
71 | Una observación pertinente: Garcilaso y una de las dos placas inscritas de la fachada de la capilla de El Triunfo, adyacente a la catedral, que consigna el año 1664, refieren la aparición de Santiago en el llamado Suntur Huasi, en Huacaypata, la actual Plaza de Armas del Cusco. Pero, como se dice más adelante, Guamán Poma señala como lugar de aparición Sacsayhuamán. |
72 | Garcilaso de la Vega, Historia General del Perú, p.190. |
73 | Garcilaso de la Vega, Ibídem, p.194. |
74 | Garcilaso de la Vega, Ibídem, p.186. |
75 | Garcilaso de la Vega, Ibídem, p.191. |
76 | Garcilaso de la Vega, Ibídem, p.191. |
77 | Garcilaso de la Vega, Ibídem, p.189. |
78 | Guamán Poma de Ayala, Nueva Corónica y Buen Gobierno, 1993, p.310. |
79 | Gisbert, 1980, p. 197. |
80 | Schenone, 1992, p.712. |
81 | Guamán Poma de Ayala, Op. cit., p. 310. |
82 | Guamán Poma de Ayala, Ibídem, p.310. |
83 | Guamán Poma de Ayala, Ibídem, p.309. |
84 | Guamán Poma de Ayala, Ibídem, p.310. |
85 | Garcilaso de la Vega, Op. cit., pp.193, 194, 195. |
86 | Juan Espinosa Medrano, 1695, p. 143. Las citas que se hacen de este texto son transcripciones mías que modifican eventualmente puntuación, signos de interrogación, tildes y tipos de letra. |
87 | Juan Espinosa Medrano, Ibídem, p. 146. |
88 | Juan Espinosa Medrano, Ibídem, p. 146. |
89 | Juan Espinosa Medrano, Ibídem, p. 148. |
90 | Juan Espinosa Medrano, Ibídem, p. 156. |
91 | Juan Espinosa Medrano, Ibídem, p. 157. |
92 | Juan Espinosa Medrano, Ibídem, p. 157. |
93 | Véase Carolyn Dean, Los cuerpos de los incas y el cuerpo de Cristo, 1999, pp. 76 y 77, 84 y 85. |
94 | Kuon Arce y Flores Ochoa, 1994, p.256. |
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