Harold Hernández Lefranc; orienta su investigación, desde su interés en la ideología andina, hacia temas vinculados con su sistema religioso. Realizó estudios de licenciatura y maestría en Antropología, en la Pontificia Universidad Católica del Perú y su doctorado en la Universidad Mayor de San Marcos; es docente ordinario en la Escuela Académica Profesional de Antropología de la UNMSM y director del Centro de Investigación de la Universidad Norbert Wiener de Lima. El trabajo que gentilmente comparte con nosotros es parte de una investigación más amplia sobre la imagen y significado del Apóstol Santiago, tan importante para la población andina.


El trayecto de Santiago Apóstol
de Europa al Perú

En: INVESTIGACIONES SOCIALES.
AÑO X. N° 16, pp. 51-92
[UNMSM / IIHS, Lima, 2006].

RESUMEN

El presente texto recorre la trayectoria del discurso legitimador del patrón Santiago de España, desde su temprana presencia en el siglo IX y el proceso de reconquista española, hasta el proceso de conquista americana y del Perú. Santiago torna símbolo de identidad y «dios» propiciador de la feracidad. Proceso de transposición por cierto necesario y recurrente en la historia de las religiones. Santiago sufrió un proceso en España que lo convierte de colérico pescador de Galilea, en militar degollador enjinetado. Los elementos novedosos: «Mahoma cristiano» y «Cástor dioscúrico». En el Perú en los sectores dependientes nunca tuvo éxito algún «Santiago mataindios». El personaje pisoteado y asesinado bajo las patas del corcel nunca fue indio en el discurso de sectores subalternos. Además, estos siempre identificaron a Santiago con Illapa o similar. El texto se detiene en este momento de reinterpretación.
PALABRAS CLAVE: Patrón Santiago, Illapa, religiosidad andina, conquista española.

ABSTRACT
The present text travels the trajectory of the speech legitimador of the patron saint Santiago from Spain, from its early presence in the century IX and the process of Spanish reconquest, until the process of American conquest and of the Peru. Santiago restitution symbol of identity and «god» propiciador of the fecundity. Conversion process by the way necessary and recurrent in the history of the religions. Santiago suffered a process in Spain that converts it of irritable fisherman from Galilee, in military degollador enjinetado. The novel elements: «Christian Mohammed» and «Cástor dioscúrico». In the Peru in the dependent sectors was never successful some «Santiago mataindios». The tramped character and murdered under the paws of the steed it was never Indian in the speech of subordinate sectors. Also, these always identified Santiago with Illapa or similar. The text stops at this time of reinterpretación.
KEY WORDS: Patron Santiago, Illapa, Andean religiosity, conquers Spanish.



1. SANTIAGO EN ESPAÑA

Es fundamental para la historia de la ideología religiosa de la conquista de América y del Perú y para la ideología religiosa peruana del presente, la creencia de que en Galicia se hallaban los restos del cuerpo de uno de los discípulos más queridos de Jesús de Nazaret. La creencia apuntaba a que además de que había predicado en vida en estas tierras, sus restos, luego de ser asesinado por Herodes Agripa, habían sido llevados a estas tierras de una manera milagrosa. Un himno de la época del rey Mauregato (783-788) indica su predicación en España, si bien no su sepulcro. Se le pide que evite la peste y demás males y se le llama «áurea y refulgente cabeza de
España». Adiciones compuestas entre 830 y 860 a un martirologio de Floro de Lyon afirman que los restos de Santiago fueron dispuestos en los extremos límites de las Hispanias. Pero es la crónica de Sampiro (de fines del X e inicios del XI) la primera que señala el sepulcro1. Dan noticia de la tumba cerca de la antigua ciudad de Iria Flavia, Berceo y el Poema de Fernán  González en el siglo XIII.

Pero esta creencia no sólo funcionó reactivamente como sustento espiritual de quienes luchaban contra los musulmanes. Dio legitimidad al reino astur-leonés. En el siglo X los cristianos asumen una actitud política especial respecto a su reino: Alfonso III (866-910), quien amplía los límites del reino, es llamado en 917 «magnus imperator»; y se empieza a llamar «imperatores» a los monarcas. Paralelamente, al menos desde 954, el obispo de la ciudad de Santiago es llamado «pontífice». Aparece en un documento del rey Ordoño III de León. Al respecto, Castro afirma que «los obispos de Santiago se creían pontífices; y lo creían porque Santiago era más alto apóstol que San Pedro; era protomártir, predilecto de Dios, hermano de Cristo e ‘hijo del trueno’, según el evangelio…»2. Efectivamente, el celo era muy grande, dado que la ciudad poseía, supuestamente, las reliquias de un apóstol tanto o más importante que San Pedro y San Pablo. Esta lógica implicó una ideología inédita en Europa, a lo que Castro llama «teobiosis integral», espacio en que las nociones de Estado y religión se amalgaman o intrincan.

Pero ¿cómo se explica el extraordinario éxito de la creencia en los restos del Apóstol? Se esperaría que el hecho milagroso de la presencia de los restos tuviera una vigencia sólo local o regional; pero no fue así. Castro asume una respuesta taxativa: «De no haber sido España sumergida por el Islam, el culto a Santiago no hubiera prosperado»3. La creencia, nacida en el humilde folklore, ocupó un lugar preeminente en las mentes de los cristianos de toda Europa. Hecho fundante fue la creencia de que apareció milagrosamente en la batalla de Clavijo, de 844, para ayudar a las tropas del rey Ramiro I, a quien le dijo:

N.S. Jhesu Cristo partió a todos los otros apóstoles, mios hermanos et a mí, todas las otras provincias de la tierra, et a mí solo dio a España que la guardasse et la amparasse de manos de los enemigos de la fe… Et por que non dubdes nada en esto que yo te digo, veerm’edes [‘mañana’] andar ý en la lid, en un cavallo blanco, con una seña blanca et grand espada reluzient en la mano.4


El culto, pues, se desarrolló de manera destacable, en términos religiosos y políticos desde la primera mitad del siglo IX, ante la presencia del dominio sarraceno.

El éxito de Santiago se sustenta en que su presencia replicó la del enemigo musulmán, que luchaba bajo el liderazgo del fundador de la hasta entonces invencible fe: Mahoma. La guerra se libraba a partir de éxitos bélicos, pero también a través de una ideología triunfalista y providencialista, vinculada con esta llamada teobiosis integral, de la cual Santiago era símbolo y emblema.

Las referencias a Santiago portentoso son varias, entre otras, las siguientes: el patrón Santiago ayuda al conde de Castilla a vencer a Almanzor, en la batalla de Hacinas, en el Poema de Fernán González, del siglo XIII. La conquista de Coimbra por Fernando I en 1064 fue lograda luego de meses de cerco con la ayuda de Santiago. El rey había pasado tres días ante la tumba de Santiago para pedirle el triunfo. El Poema del Cid, de alrededor de 1140, remite un episodio ficticio en que en el fragor de una batalla los moros llaman a Mahoma y los cristianos a Santiago (730)5

Por otra parte, la Estoria Gótica, versión de la batalla de las Navas de Tolosa (1212), menciona a Santiago como invocado en la contienda. Más tarde, en el siglo XIV, el Poema de Alfonso Onceno, que describe la derrota del Salado, de 1340, afirma:

Santiago glorioso
los moros fizo morir,
Mahomat, el peresoso,
tardo, non quiso venir.
6


Todo esto evidencia la asimilación y contraste entre ambos paradigmáticos personajes, representantes magníficos de las dos civilizaciones. A estos respectos puede tenerse presente el punto de vista de E. Choy (1958). Desde una perspectiva marcadamente marxista, este historiador halla que la ideología de Santiago era un mecánico símbolo de propaganda de los espacios más conservadores y retrógrados en términos de desarrollo económico de la sociedad española: el clero.

La presencia islámica en la península había sido una fuerza progresista: agricultura de riego, ganadería, comercio, implementaciones técnicas, condescendencia con los esclavos,  comunidad de pobres y ricos, la umma. En una palabra: evolución económica. Pero el límite estuvo en un desarrollo político pobre y fraccionado: ausencia de centralización. Fuerzas retrógradas debilitaron la economía, desarrollada ésta por los judíos, que con la usura –a la que califica de revolucionaria– impulsaron el comercio y la producción de talleres. La reconquista fue en un inicio progresista; pero el clero dominó a la burguesía y la nobleza; y asumió la dirección moral, espiritual, militar y política de élla con el patronazgo de Santiago.

Atenúa este autor la idea de teobiosis de Castro, y postula la existencia de una ideología intelectualistamente manipulatoria, la que se replica siglos más tarde en la conquista americana. Pero insiste en algo que atenúa Castro: la capacidad imitativa del símbolo personalizado del Islam, su fundador, Mahoma. Y explica la idea de injerto de elementos islámicos en la ideología cristiana para poder replicar este poder. Así, Santiago torna un «Mahoma cristiano». Podemos observar que en la construcción del Santiago español acontece una llamémosle transposición7: Santiago rescata características mahométicas.

Pero lo que posibilitó esta réplica fue la suma de similares condiciones sociales y económicas de ambas civilizaciones e ideologías: monjes guerreros, inicial tolerancia religiosa, idea de guerra santa y marcada esperanza en el paraíso, misticismo, ciudad sagrada de  peregrinación (Compostela como la Meca cristiana); y un personaje enjinetado que ayuda maravillosamente a matar a los infieles. La conquista de América supondría un mismo proceso social: inicial presencia de factores progresistas y protoburgueses, representados por encomenderos; pero inmediatamente prepotencia feudal y clerical que se apodera del botín.8

2.  CÁSTOR Y PÓLUX, Y LA GEMELIDAD Y CALIDAD CELESTE DE SANTIAGO EN      EUROPA

La historia de las concepciones sobre el pescador Santiago, hijo de Zebedeo, del Evangelio, a lo largo de los siglos en Europa, es muy compleja y se ha vinculado desde un principio con concepciones cosmológicas y de, llamémosle, gemelidad. Este hecho es significativo, puesto que a su llegada a América, y en especial al espacio andino, Santiago enriqueció su complejidad en estos respectos.

Para empezar, Santiago, llamado el mayor, hermano de Juan, hijo de Zebedeo (Mt 4, 21; Mc 3,17), era confundido con Santiago, hermano del Señor (Mt 13,55), por los devotos de la tumba de Compostela. Así, el Santiago recreado por los sectores populares de Galicia era hermano nada menos que del Mesías, del Hijo de Dios. Mayor preeminencia de los compostelanos no era posible. La asimilación entre ambos Santiagos se evidencia en varias fuentes. Martirologios anteriores a 1000 apuntan la pasión de Santiago en 25 de marzo, es decir el mismo día de la conmemoración de la pasión de Cristo. Y la referencia es a Santiago el Justo, hermano del Señor, según los Hechos de los Apóstoles. Pero Hechos sólo remite a la pasión de Santiago el mayor (Hc 12,2). El Códice Calixtino, del siglo XII, aún señala el 25 de marzo como festividad de Santiago. Esta asimilación de ambos Santiagos, llevó entonces a que a Santiago de Galicia se le hermanara con el Salvador como gemelos.

Pero a quien originalmente se le hermana con el Señor, ya en el Evangelio, es a Santiago el menor (Mt 13,55). Esto era muy conocido durante la Edad Media. El dominico genovés fray Santiago de la Vorágine lo detalla en su popular Leyenda Dorada, de mediados de la segunda cincuentena del siglo XIII:

[A Santiago el menor] llamáronle hermano del Señor por el gran parecido que existía entre él y Jesucristo cuyos rostros eran tan semejantes que muchos confundían al uno con el otro; por eso, cuando los judíos acudieron al huerto para prender al Señor, a fin de no equivocarse, es decir, para no capturar a Santiago en lugar de su Maestro, aceptaron la contraseña del beso propuesto por Judas, quien, debido al trato que con ambos tenía, los conocía y distinguía perfectamente.9

Y cita una supuesta carta de Ignacio a san Juan Evangelista en que se indica este parecido:
Tan pronto como me sea posible iré a Jerusalén, para tener ocasión de conocer al venerable apóstol Santiago, de quien se asegura que se parece tanto a Jesús en las facciones, en la manera de ser y en el modo de obrar, cual si entrambos hubiesen sido hijos de una misma madre e incluso gemelos. Dicen que quien ve a este hombre, es como si viera a Cristo, por la gran semejanza que entre ellos existió.10

De la Vorágine menciona creencias populares adicionales que remiten a las supuestas relaciones de parentesco entre Jesús de Nazaret y Santiago el menor: que sus respectivas madres fueron hermanas; que incluso el padre de Santiago, Cleofás, y José, padre legal de Jesús, eran hermanos; que Santiago había sido hijo de José con otra mujer; que Santiago fue hijo de un hombre llamado Alfeo, hermano de José. Lo que postula el propio dominico es que Santiago fue hijo de una mujer llamada María, hija de Cleofás, éste hermano de José, padre legal de Jesús. Y termina sosteniendo que si Santiago fue llamado hermano del Señor pudo ser porque eran parientes próximos o porque Santiago «descollara sobre los demás apóstoles por la excelencia de sus virtudes y por la semejanza moral con Jesucristo».11

Pero esta creencia en la hermandad y aun gemelidad no se limita a Santiago. Se extiende de manera heterodoxa a otros apóstoles: el nombre de Tomás significa «mellizo» en siríaco. El documento De ortu et obitu Patrum dice: «Tomás, apóstol de Cristo, llamado Dídimo… que en latín significa hermano gemelo de Cristo y semejante al Salvador». El heresiarca precisamente gallego Prisciliano asimiló al apóstol Judas con Tomás y lo entendió como hermano gemelo del Señor. 12 Se puede entender esto a partir de Mateo 13,55: «¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llaman su madre María, y sus hermanos, Jacobo [Santiago], José, Simón y Judas?» (Cursiva nuestra).

La hermandad y aun gemelidad con el Señor debió ser tan conocida y extendida, que autores árabes la cuentan. Ibn Hazam (994-1063) (Historia crítica de las ideas religiosas) menciona que cristianos españoles atribuían hermanos a Jesús, y precisa a Santiago el menor como hijo de José el Carpintero. Ibn ‘Idari (siglo XIII) afirma que los cristianos aseguran que Santiago de Galicia era hijo de José el carpintero. Ibn Hayyan, historiador cordobés (987-1076), recogido por Al-Maqqari, éste del siglo XVII, afirma que Santiago, cuyos restos, se pretende, están en la ciudad de Santiago, es el apóstol más querido por Jesús; y lo llaman hermano de Jesús porque nunca se separaba de él.

A todo este respecto, Américo Castro explica que la creencia en la hermandad y aún gemelidad de Santiago y Jesús «asemejaba a ciertos cultos precristianos de divinidades gemelas tales como Cástor y Pólux –dioscuros o hijos de Júpiter–, uno de los cuales ascendía al cielo, mientras el otro permanecía en la tierra…»13

Importante recordar las cualidades, características, naturaleza y atributos de estos personajes de la mitología clásica: Son hijos de Leda, gemelos, pero paradójicamente de distintos padres: Cástor, mortal, domador de caballos, hijo del rey Tindáreo; Pólux, inmortal, pugilista, hijo de Zeus 14, quien este cohabitó también con Leda, en forma de cisne: llamados por eso ambos tindáridas o dioscuros. Una versión los hace nacer de dos huevos junto a sus hermanas, también una mortal y la otra inmortal, Clitemnestra y Helena respectivamente. Los huevos se vinculan al cisne. Así, Cástor y Clitemnestra habrían nacido de un huevo; Pólux y Helena del segundo.

Experimentados jinetes, parecidos físicamente y en temperamento, eran inseparables en sus osadas aventuras. Una de estas le costó la vida a Cástor, atravesado por un venablo lanzado por Idas, hermano de Linceo. El amor de hermanos hace que Pólux prefiera morir también. Zeus, su padre, le recuerda que es inmortal, pero le ofrece devolverle al hermano la vida si Pólux acepta permanecer con él un día en el hades, es decir morir, y otro en el cielo. Otra versión remite a que «viven y mueren alternativamente, pues el día que vive el uno muere el otro y viceversa.» (La Odisea, Capítulo XI). Así, Pólux redime a Cástor. Estas cualidades los vincularán con el sol y la luna y con la constelación de los gemelos, géminis. Los dioscuros son invocados en momentos difíciles y peligrosos, en los cuales estos misericordiosos personajes acuden. Especialmente son invocados en el fragor de las batallas, donde aparecen como estrellas que conducen a la victoria y por marinos a punto de naufragar ante mares borrascosos. 15 Nacimiento ovular, gemelidad, sideralidad y cabalgaduras son sus rasgos.

La referencia a los dioscuros es fundamental. En 449 a.C., Cástor y Pólux aparecieron montados en corceles blancos y solventaron el triunfo del dictador Aulo Postumio sobre Octavio Mamilio, en el lago Rigillus; «fueron vistos luchando a caballo en nuestras filas», afirma uno de los personajes de Sobre la naturaleza de los dioses, de Cicerón. Y más adelante se les refiere como montados en caballos blancos ofreciendo una noticia sobre un triunfo guerrero.16 Castro menciona un artículo sobre los Dioskuroi de Pauly-Wissowa en Real-Encyclopädie, que afirma que «desde antiguo la primitiva pareja de dioses aparece relacionada con caballos, especialmente blancos.» Y agrega Castro que «se les imaginó incluso como dos caballos blancos, aunque más tarde los caballos se convirtieron en su atributo.»17

En lo que sigue una suma de casos en que no solo Santiago emparejado, sino otros santos emparejados aparecen portentosamente con las características o atributos de los dioscuros: áureos y eventualmente enjinetados en corceles blancos, acuden a ayudar en las batallas o momentos difíciles. Santiago acompaña a San Millán en la batalla de Simancas (939), la que el conde Fernán González gana con esta ayuda portentosa, según la Vida de San Millán, de Gonzalo de Berceo, de la primera mitad el siglo XIII:
Vieron dues personas hermosas e luciente,
Mucho eran más blancas que las nieves reçientes,
Veníen en dos caballos plus blancos que cristal…
Avíen caras angélicas, celestial figura,
Descendían por el aer a una grant presura,
Catando a los moros con torva catadura,
Espadas sobre mano, un signo de pavura
18


Esta asimilación de personajes o hechos o historias de una «nueva religión» a esquemas religiosos anteriores, es un fenómeno importante y muy común en la historia de las religiones. Es un fenómeno no necesariamente intencionado de parte de intereses políticos e ideológicos de dominio; pero eventualmente estos intereses pueden promoverlos o permitirlos. Castro le llama mudanza, transposición o conexión; y por el cual permuta el contenido, pero la forma o carácter o rasgos permanecen. Precisa el hecho de que no es intencionado: «Esas transposiciones acontecían en el subconsciente de quienes… pasaban del paganismo al cristianismo; la Iglesia no mandaba que a tales o cuales dioses paganos se les diese culto como a santos cristianos.» Y ensaya una explicación interesante: que los mitos «se prestan dócilmente a expresar lo que en cada lugar y momento conviene a la situación vital de quienes se sirven de ellos.» 19

Sin embargo, el proceso no es necesariamente inconsciente y desinteresado. El propio Castro remite a un caso de evidente superposición consciente. Estaba en la mente de quienes erigieron la iglesia de San Paolo Maggiore, consagrada a San Pedro y San Pablo, sobre el templo de los hijos de Júpiter Tonante. Al respecto, Maurice Albert, autor del siglo XIX, refiere sobre San Pedro y San Pablo: «estos Dioscuros cristianos habían ocupado el lugar de los Dioscuros paganos». Y una enciclopedia católica del siglo XX indica respecto a los Dioscuros: «la Iglesia tomó, según acostumbraba, dos posiciones: una polémica, otra favorable a los indesarraigables Gemelos, que así aparecían con el aspecto de mártires o de  santos…» e insiste en que a Pedro y Pablo se les predisponía a ser vistos como una pareja adecuada para «sustituir» a los Dioscuros como protectores de los navegantes 20 21. Santos asimilados a la pareja dioscúrica son también Cosme y Damián, sobre todo en el aspecto de sus capacidades de curación. Esta última pareja tuvo culto en Galicia. Pero la cristianización dioscúrica se dio también en Inglaterra con los santos Cuthberto y Wilfredo, quienes enjinetados tuvieron una aparición prodigiosa.

Agregar una aparición dioscúrica más: los apóstoles Juan y Felipe aparecieron al emperador Teodosio (375-395) cuando luchaba contra el rebelde Eugenio. A Teodosio se le aparecieron en sueños, vestidos de blanco y montados en caballos blancos; le aseguraron el triunfo con un fuerte viento de polvo. Finalmente, llamar la atención respecto a un santuario en la ruta de Santiago construido por Alfonso III, dedicado a una pareja de santos gemelos:  Facundo y Primitivo22.

Insistiendo con la lógica de la llamémosle apropiación, Castro cita al padre Hyppolite Delahaye (Les légendes hagiographiques): «era natural que la nueva religión acabara por apropiarse la totalidad de un ritual que bastaba interpretar sanamente para convertirse en el lenguaje del alma cristiana…» Este acepta que la religiosidad popular se ha impregnado de antiguas supersticiones como la de vincular a las parejas de santos Ciro y Juan y Cosme y Damián con los Dioscuros, «transposiciones de nombres que dejaban subsistir la cosa»23.

Aquí se puede intentar hacer un ejercicio de consecuente asimilación entre Santiago y el Cástor dioscúrico: Santiago sería Cástor, mortal, hijo o nieto de Cleofás, un hombre, hermano éste de José; mientras que Jesucristo sería el Pólux inmortal hijo de Zeus (o deus, que es lo mismo). O aun, siguiendo otra creencia popular referida también por De la Vorágine, Santiago sería hijo del mortal José, y Jesucristo hijo solo legal de José, pero realmente de Dios (deus, zeus).

Pero aun hay una consideración más que debe tenerse en cuenta para caracterizar completamente a este complejo personaje que es Santiago. En el Evangelio, Jesús de Nazaret llama a Santiago y su hermano Juan, boanerges, es decir, hijos del trueno (Mc 3,17); y quizá vinculada a esta caracterización está el hecho, señaladamente mítico, de que ante una afrenta de un pueblo de samaritanos a Jesús de Nazaret, Santiago y Juan le ofrecieron «¿Quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?» (Lc 9,54). Aquí Santiago aparece emparejado a su hermano Juan y ambos caracterizados con rasgos o poderes marcadamente cosmológicos o meteorológicos, los cuales serán explotados imprevisiblemente más tarde por sectores indígenas campesinos en el Perú. Rasgos que triunfalistamente explotará el discurso del cura mestizo de la catedral del Cusco, Juan Espinoza Medrano, el «Lunarejo,» a mediados del siglo XVII, como se verá.

En síntesis, hasta aquí tenemos lo siguiente: 1. El Santiago de Compostela asimila primeramente rasgos mahométicos para enfrentar al enemigo con sus propias armas. 2. Este Santiago, el mayor, se confunde en rasgos con Santiago el menor. 3. El producto de los dos apóstoles se hermana gemélicamente con Jesús de Nazaret. 4. La gemelidad con Jesús, pero también con San Millán, o la gemelidad o emparejamiento de otros santos que socorren enjinetados en momentos difíciles,  son tomados de los populares gemelos de la Antigüedad, Cástor y Pólux, hijos de Júpiter Tonante, y consecuentemente sus rasgos. 5. Finalmente se configura Santiago, «dios» militar y guerrero que en corcel blanco aparece como una luminaria
y auxilia a  sus fieles asesinando a los enemigos; suele decapitarlos, con una espada flamígera semejante al rayo o con poderes cosmológicos (rayos, tormentas, lluvia de polvo).

3.  EL PROVIDENCIALISMO IMPERIAL DE LA CONQUISTA Y LA FIGURA DE      SANTIAGO

La conquista europea se presenta no exenta de crítica y polémica en torno no sólo a las acciones violentas, sangrientas y repudiables, en la conciencia de la época, de los hombres de frontera que actuaban en nombre de la corona. Apuntaba a algo más serio: ¿eran los indígenas esclavos por naturaleza y por tanto incapaces de gobernarse por sí mismos dada su condición de infrahumanos, o por el contrario tenían la capacidad de gobernarse por sí mismos civilizadamente como los antiguos griegos y latinos? Esto era lo que se debatía en Valladolid entre Juan Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas. Lo fundamental del debate apuntaba consecuentemente a si la conquista y dominio era legítima o no. Ésta, se sustentaría en el llamado donativo papal de 1493 ofrecido a los reyes de Castilla, y por el cual se permitía o aún exigía la conquista de España dados títulos de propiedad de dominio, por el hecho y con la condición de la conversión de los indígenas a la fe cristiana.

Aquello en lo que se inscribía Sepúlveda ha sido llamado la «tradición imperial». Es aquel discurso legitimador de la conquista por parte de la corona y que tiene como características notablemente el triunfalismo y el providencialismo. Los promotores o  propagandistas fueron fundamentalmente cronistas, laicos y religiosos, que representaban o participaban de estos intereses: la monarquía española católica cumple un papel providencial en el Orbe, decidido por la voluntad divina, el cual es, dado el descubrimiento extraordinario e inédito de nuevas e inmensas tierras y sociedades, el de la conversión de este resto de almas, y una estrategia dirigida a la conversión definitiva o triunfo sobre los judíos, retomar Jerusalén y triunfar sobre el Islam. Este es el gigantesco y monumental, pero abrumador papel que le toca jugar a la monarquía. Por ejemplo, un elogio a Carlos V dice lo siguiente:

le hizo Dios escogido para la suprema dignidad del mundo e república cristiana y el segundo gladio (y vicario de Dios el primero)… Así se debe esperar que lo que está por adquirir y venir al colmo de la monarquía universal de nuestro César… para que se conquiste el resto del mundo en lo ponga Dios todo y toda la infidelidad debajo de la vandera de Jhesu Christo y obediencia y servicio de tan Cristianísimo monarca.24

Pero entender este triunfalismo supone distinguir a los diversos agentes que  participan del descubrimiento y conquista. El triunfalismo era exigencia discursiva originalmente de la corona y de los primeros conquistadores que actuaban perfecta o imperfectamente en nombre de ella. Pero prontamente puede distinguirse una discrepancia. Los éxitos logrados a sangre y fuego en la conquista de México, por ejemplo, ¿lo fueron por la voluntad de Dios para con la corona, o por el contrario, por el arrojo y valentía de los soldados conquistadores que buscaban gloria, pero también botín, reivindicaciones tangibles de carácter económico y político? Triunfalismo y providencialismo se expresan entre otras formas a partir de la recurrencia por parte del discurso, al relato de la aparición de Santiago en los momentos más difíciles de las batallas o refriegas. Patrón de España, legitimaba las acciones de soldados particulares que actuaban, a veces a su pesar, en nombre de la corona. Estas portentosas apariciones, referidas en las crónicas como lugar común, legitimaban magníficamente la presencia del poder de Castilla y León y luego del imperio en el Nuevo Mundo. Era de suponerse que el símbolo de propaganda de la reconquista, el Patrón Santiago, fuese recurrencia del discurso oficial y triunfalista, de la corona para con la conquista de América.

Existe en Choy una visión que no reconoce a la creencia en el providencialismo de Santiago el ser parte de un sistema de creencias compartidas mayor, el cristiano, ni que fuera participado culturalmente por toda la sociedad española; y menos acepta que la ideología lanzada se sustente no sólo en los intereses económicos y políticos de los poderosos, sino en la aceptación efectiva y participativa de los sectores dependientes o subalternos. Esto se expresa en la idea de que «el método que emplearon los curas de Galicia de utilizar la leyenda de Santiago en provecho de la reconquista fue utilizado en el Perú y México para justificar la rapidez de la conquista.»25. O más adelante, cuando afirma que «el uso bélico de las creencias no fue una imitación inconsciente que hicieron los católicos de los mahometanos; se cogió del Islam, en forma deliberada, lo más conveniente, lo que podía operar mejor para la causa cristiana…»26

Como veremos más adelante, podemos entender que la propaganda es consciente de los intereses que representa, pero difícilmente ésta se asienta en una maquinal, maquiavélica y calcada réplica, si no parte de bases culturales e ideológicas compartidas por toda una sociedad. Pero sí es verdad que, como estamos sosteniendo, con Santiago «se minaba el esfuerzo del conquistador para asentar el poder religioso»; y se lograba «menguar la importancia del guerrero» que había ganado la conquista.27 Una observación más a la perspectiva de Choy: insiste en documentos y segmentos de ellos que secularizan y militarizan al patrón Santiago; y
deja de lado documentos que evidencian que los indígenas releyeron a Santiago como dios aliado propiciador de la fertilidad y la feracidad agrícolas y ganaderas.
En la perspectiva providencial y triunfalista de la conquista, que recurre, en parte retóricamente, a la aparición portentosa del patrón Santiago, destacan, con matices diversos, Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, Francisco López de Gómara, Pedro Cieza de León, Juan de Betanzos y el jesuita José de Acosta, entre otros. Lo refieren con no menor intensidad y en parte justificando la conquista, el cronista indio Felipe Guamán Poma de Ayala, y el cronista mestizo Garcilaso de la Vega.

Quizá la primera supuesta aparición del patrón de España acontece en marzo de 1519, en Tabasco, durante la llamada batalla de Centla, entre los más de quinientos hombres dirigidos por Hernán Cortés al inicio de la tercera expedición a las costas yucatecas, y los naturales de Tabasco. Cito en extenso el relato de López de Gómara:
Salieron, pues, de aquel mal paso, y entraron en otro algo mejor, porque era espacioso y llano y con menos ríos y allí aprovecháronse más de las armas de tiro, que daban siempre en lleno, y de las espadas, que llegaban a pelear cuerpo a cuerpo. Pero como eran infinitos los indios, cargaron tanto sobre ellos, que los arremolinaron en tan poco estrecho de tierra, que les fue forzado para defenderse, pelear vueltas las espaldas unos a otros, y aun así, estaban en muy grande aprieto y peligro, porque ni tenían lugar de tirar su artillería, ni gente de caballo que les apartase los enemigos. Estando pues así caídos y para huir, apareció Francisco Morla en un caballo rucio picado, que arremetió a los indios e hízoles arredrar algún tanto. Entonces los españoles, pensando que era Cortés, y con tener espacio, arremetieron a los enemigos y mataron algunos de ellos. Con esto el de caballo no pareció más, y con su ausencia volvieron los indios sobre los españoles, y pusiéronlos en el estrecho que antes. Tornó luego el del caballo, púsose cabe los nuestros, corrió a los enemigos e hízoles dar espacio. Entonces ellos, sintiendo favor de hombre a caballo, van con ímpetu a los indios, y matan y hieren muchos de ellos; pero al mejor tiempo los dejó el caballero, y no le pudieron ver. Como los indios no vieron tampoco al del caballo, de cuyo miedo y espanto huían, pensando que era centauro, resuelven sobre los cristianos con gentil denuedo, y trátanlos peor que antes. Tornó entonces el de caballo tercera vez, y hizo huir los indios con daño y miedo, y los peones arremetieron asimismo, hiriendo y matando. A esta sazón llegó Cortés con los otros compañeros a caballo, harto de rodear, y de pasar arroyos y montes, que no había otra cosa por todo aquello. Dijéronle lo que habían visto hacer a uno de caballo, y preguntaron si era de su compañía, y como dijo que no, porque ninguno de ellos había podido venir antes, creyeron que era el apóstol Santiago, patrón de España. Entonces dijo Cortés: «Adelante compañeros, que Dios es con nosotros y el glorioso san Pedro». Y en diciendo esto arremetió a más correr con los de caballo por medio de los enemigos, y lanzólos fuera de las acequias, a parte que muy a su talante los pudo alancear, y alanceando, desbaratar. Los indios dejaron luego el campo raso, y se metieron por los bosques y espesuras, no parando hombre con hombre. Acudieron luego los de pié, y siguieron el alcance; en el cual mataron bien más de trescientos indios, sin otros muchos que hirieron de escopeta y de ballesta.
Quedaron heridos este día más de setenta españoles de flechas y aun de pedradas. Con el trabajo de la batalla, o con el gran calor y excesivo que allí hace, o por las aguas que bebieron nuestros españoles por aquellos arroyos y balsas, le dio un dolor súbito de lomos, que cayeron en tierra más de ciento de ellos, a los cuales fue menester llevar a cuestas o arrimados; pero quiso Dios que se les quitó del todo aquella noche, y a la mañana ya estaban todos buenos. No pocas gracias dieron nuestros españoles cuando se vieron libres de las flechas y muchedumbre de indios, con quien habían peleado, a nuestro Señor, que milagrosamente los quiso librar; y todos dijeron que vieron por tres veces al del caballo rucio picado pelear en su favor contra los indios, según arriba queda dicho; y que era Santiago, nuestro patrón. Fernando Cortés más quería que fuese san Pedro, su especial abogado; pero cualquiera que ellos fue, se tuvo a milagro, como de veras pareció, porque no solamente lo vieron los españoles, mas aun también los indios lo notaron por el estrago que en ellos hacía cada vez que arremetía a su escuadrón, y porque les parecía que los cegaba y entorpecía. De los prisioneros que se tomaron se supo esto.…
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López de Gómara (1511- c 1566), que llegó a publicar sus dos obras, Historia General de las Indias e Historia de la conquista de México, en 1552, y quien obviamente no estuvo presente durante la expedición de la conquista de México, fue llamado por Cortés como capellán y «para que justificara y exaltara los hechos, asegurando así su reputación y su patrimonio para la posteridad.»29 Y la manera de asegurar ambos supuso hacer aparecer a Cortés ante la corona como un héroe que busca la gloria del emperador a quien sirve. Esto último se evidencia por ejemplo en la Historia General de las Indias con respecto al tiempo de Carlos V: «Nunca jamás rey ni gente anduvo y sujetó tanto y en tan breve tiempo como la nuestra, ni ha hecho ni merecido lo que ella, así en armas y navegación como en la predicación del santo Evangelio y conversión de idólatras; por la cual son españoles dignísimos de alabanza en todas las partes del mundo. Bendito Dios, que les dio tal gracia y poder.»30

Pero aquí una fundamental discrepancia: entre el conquistador, hombre de frontera, cuyos intereses son potencialmente distintos de los de la corona (por ejemplo peligraba la expedición de Cortés, dirigida formalmente por el gobernador de Cuba, Diego Velásquez, contra quien, se rumoraba, una rebelión del primero), y los intereses y decisiones de la corona y sus dependientes más fieles. Aun una discrepancia más sutil entre el líder militar (en este caso Cortés, capitán de la expedición), que debía adscribirse al providencialismo de la conquista exigido por la propaganda de la corona (el éxito se logra simbólicamente por la intervención de Santiago, patrón de España), y por otra parte, los «compañeros», ejecutores más inmediatos deléxito, y cuyo padecimiento, tortura y eventual muerte en farragosos territorios por flechazos o lanzados de los naturales, es ocultado por el providencialismo de la protección y arremetidas de Santiago, cuya eficacia llevaba al triunfo.

A este respecto es importante destacar la respuesta indignada de uno de los «compañeros», de los expedicionarios. Bernal Díaz del Castillo (Historia verdadera de la conquista de la Nueva España) replica polémicamente a López de Gómara con una argumentación dirigida a darle menos protagonismo a Cortés y consecuentemente otorgárselo a los ejecutores sufridos del éxito, entre ellos, él mismo. Los objetivos: participar de la gloria de la conquista, sustentar los reclamos ante el menguado botín que los compañeros recibieron, y mantener sus encomiendas para sus familias y descendientes, ante la propaganda adversa de la posición lascasiana.

Consecuentemente, debía criticar Bernal Díaz esta idea propagandística de
López de Gómara de que «todos dijeron que vieron por tres veces al del caballo rucio picado pelear en su favor contra los indios… y que era Santiago, nuestro patrón.» Indignado, reclama: «Gómara no escribe en su historia ni hace mención si nos mataban o estábamos heridos, ni pasábamos trabajo, ni adolecíamos, sino que todo lo que escribe es como quien va a bodas.»31; o «… desque tornamos a conquistar la gran ciudad de México e la ganamos, tampoco dice los soldados que nos mataron e hirieron en las conquistas, sino que todo lo hallábamos como quien va a bodas y regocijos.»32 Y con ironía refiere el episodio de la batalla de Centla: argumenta sutilmente que si se hubiera visto al patrón Santiago o a san Pedro, hubiera sido que se les hubiera levantado una iglesia en el lugar o se le llamara al lugar Santiago de la Victoria o San Pedro de la Victoria y no Santa María de la Victoria. Además, él, pecador, sería indigno de ver a los gloriosos apóstoles, y que posteriormente ningún compañero comentó nada respecto a estos supuestos hechos. Cito en extenso el segmento pertinente:
Aquí es donde dice Francisco López de Gómara (que salió Francisco de Morla en un caballo rucio, picado, antes que llegase Cortés con los de a caballo, y) que eran los santos apóstoles señor Santiago o señor San Pedro. Digo que todas nuestras obras y victorias son por mano de nuestro señor Jesucristo, y que en aquella batalla había para cada uno de nosotros tantos indios, que a puñados de tierra nos cegaran, salvo que la gran misericordia de Dios en todo nos ayudaba; y pudiera ser que los que dice el Gómara fueran los gloriosos apóstoles señor Santiago o señor san Pedro, e yo, como pecador, no fuese digno de verles; lo que yo entonces vi y conocí fue a Francisco de Morla en un caballo castaño, que venía juntamente con Cortés, que me parece que ahora que lo estoy escribiendo se me representa por estos ojos pecadores toda la guerra, según y de la manera que allí pasamos. Y ya que yo, como indigno pecador, no fuera merecedor de ver a cualquiera de aquellos gloriosos apóstoles, allí en nuestra compañía había sobre cuatrocientos soldados, y Cortés y otros muchos caballeros; y platicárase dello, y tomárase por testimonio, y se hubiera hecho una iglesia cuando se pobló la villa, y se nombrara la villa de Santiago de la Victoria u de san Pedro de la Victoria, como se nombró Santa María de la Victoria; y si fuera así como dice el Gómara, harto malos cristianos fuéramos, enviándonos nuestro señor Dios sus santos apóstoles, no reconocer la gran merced que nos hacía, y reverenciar cada día aquella iglesia, y pluguiere a Dios que así fuera como el cronista dice, y hasta que leí su crónica, nunca entre conquistadores que allí se hallaron tal se oyó.33 34

Es interesante también aquí la discrepancia entre López de Gómara, quien, puede entenderse por razones políticas, remite a Santiago dentro del providencialismo imperial, y lo que sostiene supuestamente Cortés en el relato mismo del cronista, que era san Pedro, de quien Cortés era devoto: «Fernando Cortés más quería que fuese san Pedro, su especial abogado; pero cualquiera que ellos fue, se tuvo a milagro, como de veras pareció.»

El cronista mexicano Pedro Gutiérrez de Santa Clara presenta las mismas discrepancias posteriormente:
En esta tierra dizen los conquistadores que se les apareció en las batallas el bien auenturado señor Sanctiago, patrón de los xpianos… peleando con los yndios hasta que totalmente los vencieron. Aunque Hernando Cortés dixo que fué el príncipe de los apóstoles Sant Pedro, en quien tenía mucha devoción… Hernando Cortés y los suyos vencieron a los yndios con grande ánimo y esfuerzo con el favor diuino, y prendieron al cacique llamado Tabasco… 35

Aquí se asevera que son los conquistadores en general los que afirman esto, si bien solo Bernal Díaz da testimonio, y es contrario a esta supuesta aparición. Se recuerda que Cortés discrepó sobre Santiago, y que propuso a su patrón, San Pedro, como el santo aparecido. Finalmente, remite al gran ánimo y esfuerzo de Cortés y los suyos, pero con el favor divino.

El cronista Antonio de Solís (1610-1686) con perspectiva racionalista, a la distancia y sin la necesidad marcada de justificar con signos divinos la conquista, afirma sobre el mismo episodio:
  Algunos escriben que anduvo en esta batalla el apóstol Santiago peleando en un caballo blanco por sus españoles: y añaden que Hernán Cortés, fiado en su devoción, aplicaba este socorro al apóstol San Pedro; pero Bernal Díaz del Castillo niega con aseveración este milagro, diciendo que ni le vió, ni oyó hablar de él a sus compañeros.

Y continúa su interpretación positivista:
Exceso es de la piedad el atribuir al cielo estas cosas que suceden contra la esperanza o fuera de la opinión; a que confesamos poca inclinación, y que en cualquier acontecimiento extraordinario dejamos voluntariamente su primera instancia a las causas naturales; pero es cierto que los que leyeren la historia de las indias, hallarán muchas verdades que parecen encarecimientos, y muchos sucesos que para hacerse creíbles fue necesario tenerlos por milagros.36

Advertir, finalmente, sin embargo, que el supuesto episodio de Centla parece no ser el primero vinculado con apariciones de Santiago. Gutiérrez Contreras afirma que «Grijalva ya contó con la ayuda del apóstol en Tabasco» (este había dirigido la segunda expedición a las costas de Yucatán sin éxito); y que además de la supuesta aparición desarrollada por nosotros, el patrón apareció de nuevo en Tenochtitlán, en el sitio del palacio, y en la retirada de la «Noche Triste».37 Veamos el episodio del sitio del palacio de acuerdo a López de Gómara. Pero antes advertir que Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés (1478-1557) especifica también en su monumental crónica, Historia general y natural de las Indias, el episodio de Centla. Guardián de la fortaleza real de Santo Domingo y cronista real de Indias, desarrolló también, como se ha evidenciado por una cita suya hecha más arriba, esta perspectiva imperial de lectura de los hechos del descubrimiento y conquista: preveía el triunfo definitivo de las guerras contra los protestantes y el Islam. Sin embargo, al avanzar su crónica evidencia mayor desencanto de la conquista por las carnicerías de Pedro de Alvarado, del propio Cortés, y de los criminales Pizarro y Almagro; no obstante, tiene animadversión contra los naturales: canibalismo y sodomía es lo que rescataba de ellos. La diferencia entre Fernández de Oviedo y López de Gómara respecto al episodio referido, es que el primero lo refiere «de oídas», como lo plantea Brading38, mientras que el segundo lo afirma como hecho real, según lo evidencia el texto literal
citado más arriba. Referir, además, que Fernández de Oviedo estaba vinculado con la orden de Santiago: presentó «propuestas para el establecimiento, en Santo Domingo, de una fortaleza-priorato de la orden de caballería de Santiago, con una guarnición de cien caballeros que patrullaban los confines del imperio…»39, empeño en que fracasó.

López de Gómara, como se dijo, registra, dentro del espíritu de conquista expuesto, un siguiente episodio en que aparece providencialmente el santo: Pedro de Alvarado había sido encargado de mantener prisionero a Moctezuma en México ante la ausencia de Cortés. Aconteció la solemne fiesta del mes de Tóxcatl; y los indios pidieron permiso para celebrarla, lo que se concedió. «Juntáronse más de seiscientos caballeros y principales personas, y aun otros señores, en el templo mayor; otros dicen más de mil.» Sea que los españoles fueran avisados de una rebelión o por codicia del oro que llevaban los participantes, a todos los pasaron por cuchillo. Ante eso se levantaron los indios. El cronista detalla que resistiendo los españoles el cerco, acontecieron diversos milagros, uno de ellos:
que andaban peleando por los españoles Santa María y Santiago en un caballo blanco, y decían los indios que el caballo hería y mataba tantos con la boca y con los pies y manos como el caballero con la espada, y que la mujer del altar les echaba polvo por las caras y los cegaba; y así, no viendo a pelear, se iban a sus casas pensando estar ciegos, y allá se hallaron buenos; y cuando volvían a combatir la casa, decían: «Si no tuviésemos miedo a la mujer y al del caballo blanco, ya estaría derribada vuestra casa, vosotros cocidos, aunque no comidos, porque nos sois buenos de comer»…40

Fray Juan de Torquemada registra el mismo hecho:
…se tuvo por cierto, que acabaran aquel dia los Castellanos, sino fuera, por lo que decian los Indios, que la Imagen de Nuestra Señora les hechaba Tierra en los ojos, y que vn Caballero mui grande, vestido de blaco [sic], en vn Caballo blanco, con Espada en la mano, peleaba sin ser herido, y su Caballo con la Boca, Pies, y Manos, hacia tanto mal, como el Caballero con su Espada. Respondianles los Castellanos: Ai vereis, que vuestros Diosos son falsos, esa Imagen es de la Virgen Madre de Dios, que no pudistes quitar del Altar, y ese Caballero es el Apostol de Jesu-Christo Santiago, à quien los Castellanos llaman en las Batallas, y le hallan siempre favorable.41

Un siguiente episodio de aparición legitimadora de la conquista española es el de la antigua ciudad de Iximché, donde se constituyó la primera ciudad de Guatemala, el 25 de julio de 1524. Relata el cronista Francisco de Fuentes y Guzmán:
Porque marchando nuestro ejército, después de haberse encontrado con el rey Sinacán, de Kacchiquel por el valle de Panchoy, que ahora se ve ilustrado, con la planta y aspecto material de la nueva ciudad, que hoy habitamos, en la que ahora es calle de Mercaderes, y entonces prado, se dejó ver a la frente del ejército español, delante del paje de bastón de Don Pedro de Alvarado, que advirtiendo a la maravillosa aparición, haciendo alto y preguntando a los caballeros que le seguían en al manguardia si vían al señor Santiago, le respondieron que sí le vían montado en un caballo, armado de punta en blanco, con la espada en mano y arbolada, y como de una hilera en otra se reconociese la aparición, y resonase de unas en otras, que patentemente le vían en la propia forma, y ademán que los primeros, allí en aquel sitio en donde apareció el Santo Apóstol, mandó don Pedro de Alvarado fijar una cruz, que se formó de dos maderos asidos en la cruza con un bejuco, que era lo que ofreció la precisión de la marcha, poniéndose después en más pulida, y permanente orden, para memora de aquel favor. Comprueba esta noticia de la simple tradición, la estatua del Santo patrón que se formó después por el año de 1543, que se empezó a habitar esta nueva planta, y se ve ahora en la que, como apuntamos, es calle de Mercaderes, y será la estatua del santo, y el caballo, de algo más altura de una tercia de vara, embutida en un nicho que se dejó a este efecto en la pared de mano derecha, así como vamos de la plaza Mayor, para la calle del Arco de Santa Catarina, a la iglesia y convento de Nuestra Señora de las Mercedes, en donde puede verse, ya que hasta aquí ha sido reparada de pocos, o de ninguno.42

Rafael Heliodoro Valle afirma que este supuesto episodio, vinculado a Pedro de Alvarado, «tiene también su raíz en el relato que trae la Isagoge Histórica Apologética». Y la cita:
…que el haberse llamado esta ciudad de Santiago, fue por que los conquistadores entraron en la ciudad vieja el día de Santiago Apóstol; y que ese mismo día, caminando el ejército español por aquel lugar, en que ahora está la calle de los Mercaderes, el capitán don Pedro de Alvarado vió delante de su paje de jineta al glorioso apóstol Santiago que iba a caballo con la cuchilla enarbolada y que volviendo para sus soldados les preguntó si lo veían, y que todos dijeron que veían al Santo Apóstol en la misma forma; y que en memoria de este suceso, mandó poner allí una cruz; y cuando después de la inundación de la ciudad vieja se pasó a este sitio, por memoria pusieron aquella imagen de Santiago en la pared, y que esto se sabe por tradición.43

Fray Antonio de Remesal, O.P., quien escribe entre 1615 y 1617, también apunta el episodio44. Lo hace en su Historia general de las Indias Occidentales yparticular de la gobernación de Chiapa y Guatemala. Pero Remesal también critica la actitud de los conquistadores de no corregir las ideas de los indígenas, que creían que Santiago era un dios de la guerra; y la permisión de esta ignorancia ya que era «este engaño de los indios en tanto provecho de los españoles».45

Sobre esto, Cárdenas Guerrero afirma que «podemos sospechar que algunos conquistadores debieron de abusar de la leyenda». Pero agrega que «los conquistadores españoles, creyentes y desaforados, atrapados en las circunstancia patéticas de sus temeridades militares, y con ellos las mesnadas de cristianos, crearon el mito y creyeron en él. La cristiandad indiana lo aceptó, se lo apropió, lo enriqueció y se nutrió de él como componente de su religiosidad rica y sincera.»46 El sustento de que «creyeron en él» puede encontrarse en la descripción que hace el propio Remesal del modo de devoción de los conquistadores, la cual difícilmente puede observarse como escenificación de una treta de los españoles respecto a los indios: afirma que los capellanes de las tropas llevaban un retablo,
  … de ordinario era la imagen del glorioso Apóstol Santiago en la forma en que apareció al Rey don Alonso de Castilla en la batalla de Clavijo, en un caballo blanco, armado, peleando, con muchos moros a los pies… El traer el lienzo de ordinario, doblado o arrebujado le hacía salir siempre en público deslucido y con mil arrugas, y no las quitaba el cuadro, porque de ordinario le colgaban en un ramo torcido, o le fijaban con dos clavos de palo por la parte de arriba, y como para la cristiandad de los españoles todos estos accidentes importaban poco, en viendo la imagen de Santiago se arrodillaban y hacían mil muestras de devoción, llegando a ella los rosarios, las espadas, los sombreros y besando las esquinas del lienzo por rotas y desfloradas que estuviesen.

Y se añade que:
De esta veneración entendieron los indios que aquella imagen era el Dios de los españoles, y como le veían armado a caballo, con espada ensangrentada en alto y hombres muertos en el campo, teníanle por Dios muy valiente y que por servirse lo eran también tanto los españoles, y de aquí venía el rendírseles con facilidad y desmayar en las batallas al primer encuentro […] Corría la voz a los enemigos y todo se hacía bien y Santiago a caballo y armado era el Dios de los cristianos.47

Cárdenas Guerrero observa que más allá de lo que Remesal llama «engaño de los indios», no debe creerse que la actitud española era de simple manipulación maquiavélica: «Leyenda y fantasía también se incorporan con derecho a la historia religiosa y a la historia social; son a la vez uno de sus productos y uno de sus motores, y no sería razonable ignorarlas o despreciarlas, menos aún calificarlas, sin más, de herramienta de «ideologización» y de dominio.»48 Precisamente lo que sostenemos, por la evidencia de la profusión de íconos, manifestaciones populares indígenas y mestizas, discursos, creencias y reinterpretaciones, es que la imagen que se tiene de él es protagonista aun en el presente de la historia religiosa y la historia social de América y el Perú indígenas.

En 1530 se registra otra aparición memorable del apóstol. La batalla de Tetlán, en Jalisco, enfrentó a los indios contra las tropas de Niño de Guzmán. Matías de la Motta Padilla lo relata así:
…muchos testificaban que habían visto a Santiago, y de los indios muchos dijeron haber visto a un hombre en un caballo blanco en el aire, que les hacía poner en fuga: tres horas duró el combate, y se hallaron más indios mexicanos y tarascos muertos, que plebeyos de los pueblos referidos. Celebróse por los nuestros la victoria, pero sin la gloria de tener prisioneros que la llorasen… luego comenzó a divulgarse la aparición de Santiago entre españoles e indios; se dieron gracias al santo con el fervor correspondiente que cada uno dio a la aparición; y el P. Fr. Antonio de Segovia (primer custodio de la religión de San Francisco de aquella Provincia, que pasó a la América en la segunda barcada de religiosos), enterado de la protección del santo por los mismos indios, le agradeció el beneficio erigiendo una capilla que le dedicó a su título y siendo así que los españoles fueron favorecidos, son los indios los que desde entonces hasta hoy celebran sin interrupción la memoria, conservando la tradición de esta victoria que parece nuestra, y los indios tienen por suya: inhiérese un indio en un caballo blanco formado de caña, que sujeta en la cintura, y armado con la encomienda de Santiago en una banderilla pendiente de una asta, cuyo remate es una cruz, con una espada en la mano de madera dorada, al son de pífanos y atabales, finge batallar con otros indios vestidos a usanza de los gentiles antiguos, armados con sus chúmales (que son al modo de rodelas) y macanas (que son como espadas), y al acometerles el figurado Santiago, caen en el suelo y vuelven levantarse, repitiendo la escaramuza con donaire y celeridad, hasta que se le rinden.
Esta es la demostración de la memoria que por dos siglos conservan, y con razón, porque si otras veces Santiago, como patrón de las Españas, ha protegido a sus españoles, en esta vez quiso proteger a sus nuevos gallegos los indios, librándoles del estrago de nuestras armas, y dándoles luz para que conociesen el verdadero Dios, y dejándolos tan bien radicados en la fé, que sin embargo de haberse rebelado en varias ocasiones otros pueblos, los de esta provincia de Tonalá, nunca han titubeado. Con razón dispuso el santo que este reino se intitulase de la Galicia, y la provincia de los religiosos de San Francisco, de Xalisco, por ser sus primeros fundadores hijos de la antigua de Santiago de Galicia, y aunque cogió la denominación de Xalisco, de un pueblo cercano a la costa del mar Pacífico, junto a Compostela, no debía intitularse sino Santiago Tetlán, que es donde se fundó el primer convento, el que después se ha mudado a Guadalajara, y es cabeza de toda la provincia, como Guadalajara es capital de todo el reino.
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De este supuesto hecho y aun de la perspectiva del autor al respecto, se puede rescatar para nuestro interés algo muy importante para la historia de Santiago en América: una transformación o mejor, un traslado o ampliación de los beneficios o favores o gracias o patrocinios, del santo a los indígenas. En este episodio, o si se quiere en la interpretación mistificada del proceso histórico de la batalla de Tetlán y del triunfo español y predicación cristiana, se inaugura el compartir del prepotente santo por parte de los indios. Ya no es o no solo es el providencialismo imperial, que con la aparición del santo legitima la conquista de los españoles y del imperio, exclusivamente. A partir de ahora se abre un intento, quizá tibio, pero no titubeante, de hacer del santo, o mejor de permitir que el santo lo sea también de los indios. Esta permisión o pretensión de inclusión irá tomando su rumbo con cierta lentitud, pero de manera contundente.

En De la Motta Padilla, la inclusión de los indígenas en el patrocinio de Santiago se evidencia en la idea todavía providencialista de que el patrón protegió esta vez a «sus nuevos gallegos los indios», evitando que estos fueran muertos por las armas españolas para que accedan al cristianismo, por la gracia de Dios. Y constata el autor además, la llamémosle apropiación por parte de los indios, con la consiguiente permisión del autor, que se solaza en ello, expresada palmariamente en la ceremonia o fiesta o segmento de ella, por la cual un indio hace de Santiago y los otros indios de indios vencidos. Estos incluso se representan a sí mismos, disfrazándose de antiguos indios y protagonizando, actualizando diríamos, su derrota o la derrota de sus originarias creencias.

Pero este «nuevos gallegos los indios», además de evidenciar cierta predilección por estos indios, que son privilegiados como los gallegos por tener a Santiago Apóstol en sus tierras, expresa el orgullo gallego de los religiosos franciscanos fundadores del primer convento, de Santiago de Tetlán. Empieza la inclusión de parte de los españoles y luego españoles americanos, que es el antecedente de la apropiación por parte de los indígenas y también de los mestizos.

Agregar que el cronista Francisco Tello también relata la aparición:
Los desbarató el apóstol Santiago a la vista de nuestro ejército y del de los indios, y fue la primera aparición del santo Apóstol en el nuevo reino de la Galicia, habiéndose aparecido en el cerro, al cual se subieron algunos de los indios, que fue la mayor parte de ellos; y los otros (con la recia batería de los españoles, a quienes ayudaba el glorioso Apóstol) se bajaron a una quebrada, y estos se escaparon todos; pero los que se subieron al cerro, que fueron indios coyultecos, y otros de los pueblos dichos, perecieron todos, sin que quedase uno, y en memoria de esta aparición del apóstol Santiago, después, el padre Fr. Antonio de Segovia, religioso franciscano y apóstol de estas gentes, hizo una capilla en el cerro, donde fue visto el Santo, y con la poca devoción y gran descuido, se perdió esta memoria. Esta es verdadera tradición de los conquistadores y de los indios que experimentaron en sus cuerpos las heridas de la espada de Santiago, y después los heridos y liciados, publicando la maravilla, pedían limosnas por las calles, y se uso al pueblo de Tonalá por título Santiago de Tonalán.50

Sin embargo, en este autor, el supuesto testimonio comprobatorio de los indios es dramático y atroz. La evidencia de la sanguinaria presencia es la suma de cuerpos tullidos y amputados que dan testimonio de esta «maravilla»; y expresa contundentemente no solo la crueldad del santo, sino la de los conquistadores. En Motta Padilla y Tello los indios dan igualmente testimonio que verifica y legitima el hecho prodigioso. Pero en el primero hay un conato de inclusión finalmente feliz, y en el segundo el testimonio patético de la mutilación física.

Rafael Heliodoro Valle toma cuenta de una nueva aparición del patrón, registrada por distintos cronistas. «El 25 de julio de 1531 los españoles derrotaron en la loma de Sangremal a los indios chichimecas capitaneados por Don Lobo y Don Coyote.»51 Y remite al cronista Isidro Félix de Espinosa:
…al tiempo de la refriega, que dejamos escrita, vieron todos una claridad tan activa, que les robó las atenciones y en el centro una cruz refulgente, como de cuatro baras, entre blanca y roja, suspensa en el ayre, y a su lado una Imagen, que les representaba al Patrón de las Españas, casi perpendicularmente sobre el centro donde se colocó después la Cruz de Piedra. Con este prodigio cesó la porfiada refriega y causó en todos aquella reverente admiración que haciéndolos verter muchas lágrimas produjo los deseados efectos de pacificarse los gentiles.52

Al respecto, la Relación del cacique Nicolás de San Luis Montañés dice:
… y así se acabó la guerra, y el día del Señor Santiago Apóstol se hizo la guerra y se ganó a este pueblo y en aquel día se paró el sol, que fué permisión de Dios, e hizo este milagro por el Señor Santiago Apóstol, que parase el Sol, con que ya los cristianos habían vencido y estaban todos fatigados de pelear con los indios chichimecos bárbaros, y se iban haciendo tarde; y el padre cura, hincado de rodillas, haciendo oración, rogando a Dios Nuestro Señor, y a la Virgen Santísima, por los católicos que estaban peleando por la fé, guerreando con los indios chichimecos bárbaros, fue Dios servido, salimos con bien y vencimos a los bárbaros. El domingo por la mañana, antes de salir el Sol, empezamos a hacer la guerra, que fue el día del Señor Santiago, y también se apareció el señor Santiago Apóstol en la guerra…53

Sobre el mismo supuesto episodio, el cronista Valentín F. Frías dice lo siguiente: «en lo más reñido del combate los españoles imploraron el auxilio divino y a la vez invocaron en su ayuda a su santo patrono, Señor Santiago, cuya fiesta en ese día se celebraba, quien inmediatamente vino a su socorro».54

Y sobre lo mismo, J. Antonio Servín Lozada dice lo siguiente:
Con la polvareda que levantaban los pies de los combatientes, el humo de la pólvora y las flechas disparadas al viento, y un eclipse de sol que parece haber sobrevenido en ese punto, se oscureció el día de tal manera que se hicieron visibles las estrellas, y la lucha se prolongó sin que ni uno ni otro bando se rindiera, hasta que aparecieron en lo alto del cielo una cruz luminosa y el apóstol Santiago sobre brioso corcel… Ante ese prodigio cesó la porfiada refriega y el hecho milagroso causó reverente admiración, y arrancó muchas lágrimas a los gentiles, quienes abrazaron gustosos la luz del Evangelio.
Así se tomó posesión de este sitio en nombre de la Majestad Católica. Pidieron los gentiles que se levantara una cruz en aquel lugar, semejante a la que habían visto resplandecer en el cielo, y sólo les satisfizo una construída de tres enormes piedras, que es la que hoy se venera en el templo de la Cruz.
55

Lo fundamental para lo que nos interesa en estas referencias al episodio de 25 de julio de 1531 en Sangremal, es la vinculación de Santiago con el hecho de que «parase el sol», y que Servín Lozada entiende como «eclipse de sol». Santiago queda vinculado aquí de modo evidente a los fenómenos meteorológicos: específicamente a la capacidad para hacer del día noche, y aparecer como luminaria él mismo. La frase de «reverente admiración» respecto a los gentiles redunda en el estereotipado y retórico testimonio de los propios indios respecto al prodigio de Santiago. Los derrotados mismos pueden dar testimonio.

El cronista Antonio de Herrera registra una aparición en Jauja, Perú, a las tropas de Pizarro, hacia 1533: «…afirman haber visto en el aire un caballero, con la espada en la mano, en un caballo blanco, que los perseguía y atemorizaba [a los enemigos], que los castellanos tienen por ser su patrón el bienaventurado apóstol Santiago».56
Una siguiente aparición es registrada con retórica frialdad también, por el mismo Antonio de Herrera: el capitán Francisco César acudió a explorar la provincia de Cartagena en 1536. Llegó al valle de Goaca con sesenta y tres españoles; y enfrentó a veinte mil indios:
habló a su gente, y los puso por delante al servicio de Dios, y el mérito y honra que ganarían en salvar aquel peligro, esforzándose a ello, como buenos cristianos y valientes hombres; y de tal manera se hubieron, que con haberlos animado, y certificado la victoria, que vencieron a los indios, e hicieron huir; afirmando los unos y los otros, que vieron una celestial visión que favorecía a los cristianos, que según ellos certificaron era el bienaventurado apóstol Santiago, patrón y abogado de la Corona de Castilla y de León, y de todos los demás reinos de España.57

Rafael Heliodoro Valle señala una nueva aparición: el 28 de setiembre de 1541, unos cincuenta mil indios atacaron Guadalajara, defendida por Cristóbal de Oñate. Ante ello Bartolomé Estrada exhortó a los españoles a que se esforzasen «porque San Miguel les ayudaría y el Señor Santiago, patrón de España»; y se dijo que peleó Santiago, San Miguel y los ángeles.58 Obsérvese aquí el emparejamiento dioscúrico. Y dice sobre el episodio el cronista Tello:
Duró la batalla tres horas, y murieron más de quince mil indios; de los nuestros no faltó más que uno, y fué Orozco; y así que llegó y se recogió el campo, todos se fueron por la ciudad a ver sus casas, y hallaron en ellas muy suma de indios escondidos en los hornos y aposentos y preguntándoles que a qué se habían quedado allí, dijeron que de miedo, porque cuando quemaron al iglesia, salió del medio de ella un hombre en un caballo blanco, con una capa colorada y cruz en la mano izquierda, y en los pechos otra cruz, y con una espada desenvainada en la mano derecha, echando fuego, y que llevaba consigo mucha gente de pelea, y que cuando salieron los españoles del fuerte a pelear a caballo, vieron que aquel hombre con su gente andaba entre ellos peleando, y los quemaba y cegaba, y que con este temor se escondieron en aquellas casas y no podían salir ni ir ni atrás ni adelante, por el temor que le tenían, y que muchos quedaron como perláticos, y otros mudos. Este milagro representaban cada año los indios en los pueblos de Galicia.59

Y otra aparición a fines del siglo XVI: «El padre Hernando Ojea repite la tradición de haberse aparecido el apóstol en dos ocasiones al conquistador Juan de Oñate (1595), durante la conquista del Nuevo México, en el pueblo de Acoma; y dice que ‘los indios serían 4.000 y que en lo más apurado del combate se les mostró también armado, y en su caballo blanco como suele, y con tan gran resplandor que los cegaba, como ellos confesaron después’».60

En Chile, entrado el siglo XVII hay un registro de Apóstol en la conquista de los araucanos hacia 1640:
En aquel tiempo se vio en el aire dos ejércitos formados y escuadrones de gente armada dispuestos para guerrear; en nuestro campo sobresalía entre los otros, señaladamente, un valeroso capitán sobre un caballo blanco, armado con todas sus armas y con una larga espada desnuda en la mano, mostrando tanto valor y gallardía que levantaba y daba ánimo a todo el ejército, desalentando a los contrarios; y se le vió plantado en tierra enemiga y apoyando a los nuestros en todos los encuentros que tuvieron y los dejó desbaratados. Tal representación duró por espacio de tres meses, para que no hubiese ocasión de dudar.61



4. SANTIAGO EN EL PERÚ

Es en el Cusco, cabeza del Tawantinsuyo, donde acontece quizá la más célebre y notable aparición portentosa del santo guerrero. Se replica una vez más la intención de justificar y legitimar el proceso conquistador indetenible; y se replican también los rasgos estereotipados de la supuesta manifestación prodigiosa. Pero habrá novedades, que el discurso de Garcilaso y el de Guamán Poma empiezan a vislumbrar.

4.1. La escuela toledana

Providencialismo y triunfalismo se evidencian claramente como parte de un discurso que apunta a la razón de Estado en la política desarrollada por Felipe II a partir del gobierno del virrey Francisco de Toledo (1569-1581). El problema no era ya el de la legitimidad de la conquista de México o del Perú, sino el tipo de gobierno que se requería para satisfacer las necesidades económicas y pretensiones del Imperio en el Orbe, nada menos.

Por ello, Toledo se hizo rodear de una suma de juristas, religiosos y soldados expertos en diversos temas, que podían ofrecer solución ad hoc a estas necesidades. Le sirven personajes como Juan de Matienzo, Pedro Sarmiento de Gamboa, fray García de Toledo, Polo de Ondegardo o Juan de Betanzos y aún José de Acosta. Se constituye aquello a lo que se ha dado en llamar la escuela toledana. Fundamentalmente con arreglo a los consejos de Matienzo, articula el territorio del virreinato económicamente en torno de la reactivación y modernización de la industria minera masiva, con mano de obra asalariada forzada de los indígenas, y en segundo lugar en torno al impuesto indígena; políticamente, con el control fiscal y administrativo que significan las reducciones, con el gozne de dominio que significan los curacas, la pérdida de preeminencia política de los antiguos conquistadores y encomenderos, y el respeto absoluto de las Nuevas Leyes; ideológicamente, a partir de la supremacía de la autoridad política de la Corona sobre el clero secular y los religiosos a partir del control de los nombramientos, con la lógica legitimada de los derechos de la Corona como Patrona Universal de la Iglesia. Estas reformas se fundaron en una investigación y análisis de campo detallado: sesenta visitadores peritos y duchos en las materias recorrían todo el territorio y ofrecían descripciones y diagnósticos. Todo esto era un camino sin retorno en la administración del Perú por parte de la Corona.

Matienzo, juez de la Audiencia de Charcas, ofrecía los pasos que debían seguirse en el tratado político y administrativo Gobierno del Perú (1567); mientras Sarmiento de Gamboa con la Historia índica (1572), como también Matienzo, deslegitimaba a los Incas como tiranos. Y es aquí donde aparece también el apóstol Santiago y su uso retórico por parte de Matienzo, Acosta y otros. En López de Gómara había ya discrepancias respecto a las acciones de los conquistadores: condena la ejecución de Atahualpa y critica a Pizarro como incapaz de gobernar. Lo interesante de esta crítica es que interpreta las muertes violentas de la mayoría de los conquistadores como némesis. D. Brading dice al respecto: «Como exculpación notó que el juicio de Dios ya podía verse en las muertes violentas de casi todos los conquistadores del Perú durante las guerras civiles.»62 Matienzo cierra este círculo afirmando que la providencia decidió la ayuda de Santiago y la Virgen María así como el castigo de los conquistadores criminales.

D. Brading dice lo siguiente:

…Matienzo siguió a Gómara, observando que si las apariciones de Santiago y de la Virgen María durante el asedio de Cuzco indicaban que la Divina Providencia favorecía a los españoles, también había intervenido la Justicia Divina, para ver que, en las ulteriores guerras civiles, perdieran la vida la mayoría de los conquistadores que habían sido responsables de mal trato a los indios.63

Así, los conquistadores son solo instrumentos de la Providencia para con los fines del Imperio para con el orbe. Así, los conquistadores solo son legítimos porque actúan a favor de la corona y el imperio; y la expresión es la ayuda de Santiago. Así, Santiago y la Virgen María no aparecen a los conquistadores por siquiera ellos merecerlo, sino a partir de fines más trascendentales en el orden religioso y político: el Imperio en el Orbe y en la historia de la humanidad.

Al respecto, la aparición de Santiago y la Virgen María en el sitio del Cusco, de 1535-1536, a los hermanos de Francisco Pizarro, es el signo más representativo del providencialismo de la conquista del Perú y el más significativo en términos de la conciencia de la colonia. Hay múltiples referencias de aquel episodio. La de Pedro Cieza de León es parca:
Cuando en el Cuzco generalmente se levantaron los indios contra los cristianos no había más de ciento y ochenta españoles de a pie y de caballo. Pues estando contra ellos Mango Inga, con más de doscientos mil indios de guerra, y durante un año entero, milagro es grande escapar de las manos de los indios; pues algunos de ellos mismos afirman que veían algunas veces, cuando andaban peleando con los españoles, que junto a ellos andaba una figura celestial que en ellos hacía gran daño, y vieron los cristianos que los indios pusieron fuego a la ciudad, el cual ardió por muchas partes, y emprendiendo en la iglesia, que era lo que deseaban los indios ver desecho, tres veces la encendieron, y tantas se apagó de suyo, a dicho de muchos que en el mismo Cuzco de ello me informaron, siendo en donde el fuego ponían paja seca sin mezcla ninguna.64

Juan de Betanzos es más preciso y extenso:
…y como Hernando Pizarro supiese que el Ynga era alzado juntó los españoles que tenía consigo y lo más presto que pudo dio orden en la manera que se habían de tener para defenderse de sus enemigos el cual halló que tenía consigo doscientos y cincuenta cristianos con clérigos y frailes y mozos y muchachos y enfermos entre los cuales no había sino cien hombres de guerra… y como Mango Ynga tuviese ya allí consigo toda su gente de guerra mandó a Vilaoma y a los demás capitanes que fuesen al Cuzco y que matasen a todos los cristianos… y pensábase el Mango Ynga que no tuviera su gente de guerra más que llegar a Cuzco y en llegando matar a los españoles tan fácilmente como él lo platicaba… echaron la gente de guerra de golpe sobre los cristianos y como los cristianos la viesen venir defendían sus personas y cada capitán defendía su cuartel y era tanta la matanza que hacían en los indios que más parecían sus fuerzas ser favorecidas por la voluntad divina que no solas las suyas propias porque había para cada cristiano más de quinientos indios y de cada día eran más… quemaron todos los pueblos que estaban entorno de la ciudad y todos los depósitos y todas las demás cosas que pudieron de la ciudad en tanta manera que pusieron a los cristianos en tanta estrechura que no poseían si no la mitad de la plaza y la iglesia la cual no habían podido quemar aunque era de paja cubierta y echaban fuego en ella atado en unas flechas… y decían los indios que venían que como se encendía esta paja que una señora de Castilla vestida toda de blanco la veían estar sentada sobre la iglesia y que ésta mataba este fuego con unas mangas largas y blancas que traía y que todo el tiempo que el cerco tuvieron puesto sobre el Cuzco siempre la vieron a esta señora encima desta iglesia asentada y dicen que ansi mismo veían ir delante de los cristianos cuando salían de la ciudad a pelear un hombre en un caballo blanco todo armado y una barba blanca y larga y que tenía en los pechos una cruz colorada como el hábito de Santiago que tenía el Marqués en los pechos y a éste decían que era el espíritu del Marqués que andaba delante de los suyos el cual dicen que hacía mucho polvo con el caballo en que iba y que este polvo los cegaba y no los dejaba pelar y que ansi los esbarataban los cristianos…65

Pero quien argumenta con más claridad y contundencia este providencialismo que otorga el triunfo a Dios para que la corona permita la prédica, es José de Acosta. Dentro del contexto de las referencias a las supuestas apariciones de la Virgen María y Santiago, de las que testimonia a partir de «personas fidedignas» a las que dice que oyó, argumenta que la providencia quiso el triunfo de los conquistadores a pesar de que ellos por méritos propios no necesariamente merecían este regalo de Dios. Y para ello dispuso la grandeza de los imperios de México y Perú, vías de prédica por el sistema social consolidado y por la lengua común, similar a la base que significó el Imperio Romano; y que estos estuviesen partidos en facciones adversas.

Aquí la Virgen María y Santiago explican el triunfo en el Perú y la evitación de la última acechanza que ponía en peligro la conquista. A la Virgen la sitúa en el cerco del Cusco:
En la ciudad del Cuzco, cuando estuvieron los españoles cercados y en tanto aprieto que sin ayuda del cielo fuera imposible escapar, cuentan personas fidedignas, y yo se lo oí, que echando los indios fuego arrojadizo sobre el techo de la morada de los españoles, que era donde es agora la Iglesia Mayor, siendo el techo de cierta paja que allá llaman chicho, y siendo los hachos de tea muy grandes; jamás prendió ni quemó cosa, porque una señora que estaba en lo alto, apagaba el fuego luego, y esto visiblemente lo vieron los indios y lo dijeron muy admirados.66

Sobre Santiago no precisa su presencia en el famoso cerco de Manco Inca, pero tácitamente lo manifiesta:
Por relaciones de muchos y por historias que hay, se sabe de cierto que en diversas batallas que los españoles tuvieron, así en la Nueva España como en el Pirú, vieron los indios contrarios, en el aire, un caballero con al espada en la mano, en un caballo blanco, peleando por los españoles; de donde ha sido y es tan grande la veneración que en todas las Indias tienen al glorioso Apóstol Santiago.67

La aversión al conquistador es patente:
[El Señor ha tenido] cuidado de favorecer la fe y religión cristiana, defendiendo a los que la tenían, aunque ellos por ventura no mereciesen por sus obras semejantes regalos y favores del cielo… es bien que no se condenen tan absolutamente todas las cosas de los primeros conquistadores de las Indias… El Señor… aunque los fieles fueron pecadores, quiso favorecer su acusa y partido para bien de los mismos infieles que habían de convertirse…68


Los Estados constituidos del Perú y la Nueva España eran parte del plan divino: «…así como la ley de Cristo vino, cuando la monarquía de Roma había llegado a su cumbre, también fue en las Indias Occidentales… el haber en el orbe una cabeza y un señor temporal… hizo que el Evangelio se pudiese comunicar con facilidad a tantas gentes y naciones.»69 El triunfo es por Dios, no por los conquistadores: «Atribúyase la gloria a quienes se debe, que es principalmente a Dios y a su admirable disposición, que ni Motezuma en México, y el Inga en el Perú, se pusieran a resistir a los españoles la entrada, poca parte fuera Cortés, ni Pizarro, aunque fueron excelentes capitanes, para hacer pie en la guerra.»70

4.2. El Inca Garcilaso, Guamán Poma de Ayala y el Lunarejo

Garcilaso y Guamán Poma, mestizo e indio, involucrados ideológicamente con los intereses del nuevo régimen, replican el canto glorioso a la eminencia y portento de las apariciones del Cusco.71 Es el mismo estereotipo que involucra dos rasgos fundamentales: el que con la aparición los indios fueran cegados (la mayor de las veces con polvo, algunas por resplandor) y la testificación del portento por parte de los mismos indios como evidencia o certificación forense.

El polvo que ciega aparece en Gómara, Torquemada, Tello, Ojea y Betanzos. La atestación indígena del milagro, en los anteriores (menos Betanzos), además de De la Motta, Herrera, Cieza y Acosta. Un tercer elemento retórico parece exclusivo del pretendido evento del Cusco: el fuego que no se extiende en el refugio de los fieles. Está presente en Cieza, Betanzos y Acosta. Y lo recogen por supuesto Garcilaso y Guamán Poma. El polvo que ciega es atribuido por Garcilaso a la Virgen María: «… se les apareció en el aire Nuestra Señora, con el Niño Jesús en brazos, con grandísimo resplandor y hermosura… Los infieles, mirando aquella maravilla, quedaron pasmados; sentían que les caía en los ojos un polvo, ya como arena, ya como rocío, con que se les quitó la vista de los ojos…»72 El relato de la aparición de Santiago y la Virgen María se sustenta en el testimonio: «…conocí muchos indios y españoles que se  hallaron en aquella guerra y vieron las maravillas que hemos dicho, y a ellos se las oí…»73

Y sobre el fuego que no prende, Garcilaso dice:

Los indios más valientes, que venían escogidos para quemar la casa del Inca Viracocha, donde los españoles tenían su alojamiento, acudieron a ella con grandísimo ímpetu, y le pegaron fuego… con flechas encendidas; quemárosla toda, no quedó cosa Della. La sala grande que en ella había, que ahora e Iglesia Catedral… reservó dios Nuestro Señor del fuego, que aunque le echaron innumerables flechas, y empezaba a arder por muchas partes, se volvía a apagar… Esta fue una de las maravillas que Nuestro Señor obró en aquella ciudad…74

Sin embargo, en Garcilaso se conjugan para el éxito, la providencia y la ayuda humana de algunos indios aliados, sobre todo de los Cañari, a quienes desprecia por traidores: «Decían los mismos españoles que no sabían qué fuera dellos, según estaban desamparados, si no fuera por el socorro destos indios, que les traían maíz y yerbas y de todo lo que podían haber para comer y para curarse.»75 Pero incluso esta ayuda, por lo inédita, les parecía una misericordia de Dios: «Todo lo cual atribuían también a milagro de Dios, viendo que aquellos indios, en su misma tierra y contra los suyos propios, se mostrasen tan en su favor y servicio de los españoles.»76

Pero quizá lo más particular del testimonio del cronista mestizo, es la información de que ya se asimilaba al patrón Santiago (uno de sus atributos) con una divinidad fundamental del panteón incaico y andino en general, el dios Illapa, si bien illapa puede referir aquí simplemente el fenómeno meteorológico:
… A esta hora y en tal necesidad fue nuestro Señor servido favorecer a sus fieles con la presencia del bienaventurado Apóstol Santiago, patrón de España, que apareció visiblemente delante de los españoles, que lo vieron ellos y los indios encima de un hermoso caballo blanco, embrazada una adarga, y en ella su divisa de la orden militar, y en la mano derecha una espada que parecía relámpago, según el resplandor que echaba de sí. Los indios se espantaron de ver el nuevo caballero, y unos a otros decían: «¿Quién es aquel Viracocha que tiene la illapa en la mano?» (que significa relámpago, trueno y rayo) [la cursiva es mía]. Dondequiera que el Santo acometía, huían los infieles como perdidos, y desatinados ahogábanse unos a otros, huyendo de aquella maravilla…77

Guamán Poma, coetáneo, da testimonio de que Santiago insinuaba a los indios al dios Illapa:
…Lo vieron a vista de ojos que bajó el señor Santiago con un trueno muy grande, como rayo cayó del cielo a la fortaleza del Inga llamada Sacsaguaman… y como cayó en tierra se espantaron los indios y dijeron que había caído Yllapa, trueno y rayo del cielo, caccha, de los cristianos, favor de cristianos. Y así bajó el señor Santiago a defender a los cristianos. 78

En este relato pareciera que efectivamente un eventual rayo cayó y se le interpretó como concreción de la persona del santo. Esta interpretación llamémosle naturalista la presenta Gisbert: «La relación del rayo con la lluvia y el granizo, puede explicar como un fenómeno natural –en este caso una tormenta– fue el suceso que salvó a los españoles del incendio, y cómo este fenómeno natural hizo que se considere a Illapa –el Santiago español– como autor de milagro.»79 Se adscribe a esta explicación Schenone: «Pero la similitud de las apariciones no es explicación suficiente de la propagación de un culto que ponía en primer término la figura del vencedor, que de matamoros se convertía en mataindios. Hubo aquí un hecho decisivo: la caída de un rayo, seguido por un fortísimo trueno.» 80 Y cita a Guamán Poma. Sin embargo, consideramos que es difícil creer que un rayo fortuito haya condicionado una extendida y compleja ideología. Los procesos históricos e ideológicos no nacen «decisivamente» de circunstancias o contingencias meteorológicas.

Siguiendo con el relato del cronista indio, inmediatamente describe los rasgos recurrentes:
Dicen que vino encima de un caballo blanco, suri y mucho cascabel, enjaezado, y el santo todo armado, con su rodela y su bandera y su manta colorada y su espada desnuda, y que venía con gran destrucción y muerto muy muchos indios y desbarató todo el cerco de los indios a los cristianos que había ordenado Mango Inga; y que llevaba el santo mucho ruido y de ello se espantaron los indios. Esto echó a huir Mango Inga…81

Pero seguidamente retoma la idea del fenómeno cosmológico: «Y desde entonces, los indios al rayo les llaman y dice Santiago, porque el santo cayó en tierra como rayo, Yllapa, Santiago. Como los cristianos daban voces diciendo Santiago y así lo oyeron los indios infieles y lo vieron al santo caer en tierra como rayo.» Y sustenta con la autoridad del testimonio: «Y así los indios son testigos de vista del señor Santiago y se debe guardarse esta dicha fiesta del señor Santiago en este reino, como pascua, porque del milagro de Dios y del señor Santiago se ganó.» 82

Guamán Poma, finalmente, distingue tres milagros: El fuego que no logra quemar el refugio de los cristianos: «Dicen que el fuego pegado a la dicha casa volaba por lo alto no se quería quemarse la dicha casa de ninguna manera, que ellos se espantaron como el fuego no quería llegar a la santa cruz +, que fue milagro de Dios nuestro señor en este tiempo, era señal de Dios que estaba ya fija la Santa Iglesia en el reino.» (véase imagen 1). Luego, la Virgen María ciega con tierra a los infieles:
hizo otro milagro muy grande milagro de la madre de Dios en este reino, que lo vieron a vista y ojos los indios deste reino, y lo declaran y dan fe de ello… Santa María de Peña de Francia, una señora muy hermosa, toda vestida de una vestidura muy blanca, más blanca que la nieve, y la cara muy  resplandeciente, más que el sol, de verla se espantaron los indios, y dicen que le echaba tierra en los ojos a los indios infieles…83 (véase imagen 2)

Por último, el «Señor Santiago Mayor de Galicia, apóstol en Jesucristo, en esta hora que estaban cercados los cristianos hizo otro milagro Dios muy grande, en la ciudad del Cuzco, dicen que lo vieron a vista de ojos que bajó el señor Santiago con un trueno muy grande…84

De Garcilaso y Guamán Poma se debe insistir en dos rasgos. En primer lugar, su adscripción a la ideología imperial, que se manifiesta en júbilo por el triunfo militar sacralizado por el portento, y que se expresa en las imágenes de un patrón que
pisotea indios vencidos. Garcilaso recuerda una imagen de su juventud: «En el hastial de aquel templo que sale a la plaza [la catedral del Cusco], pintaron al Señor Santiago encima de un caballo blanco, con su adarga embrazada y la espada en la mano, y la espada era culebreada; tenía muchos indios derribados a sus pies, muertos y heridos. Los indios, viendo la pintura, decían: ‘Un Viracocha como éste era el que nos destruía en esta plaza’». Y termina el capítulo refiriendo triunfalistamente a «nuestros españoles, que, con tales favores, ¡qué mucho que ganen cien mundos nuevos!» 85 De Guamán Poma, solo mirar el dibujo signado con el número 404: Santiago pisotea y asesina a un inca (véase imagen 3). En segundo lugar, a diferencia de todos los demás cronistas que testimonian, los protoperuanos insisten en el carácter luminoso y meteorológico del Patrón e insinúan su vinculación con el dios panandino de los fenómenos meteorológicos.

Esta insistencia en los fenómenos meteorológicos estará presente también en un connotado orador mestizo de Angaraes; pero muy lejos él de alguna reinterpretación andina, dado su espíritu ilustrado y vinculado a la literatura clásica.

Juan de Espinosa Medrano, «el Lunarejo» (1632-1688), fue cura de la catedral del Cusco y célebre cultivador del gongorismo en el Perú. Afamados son sus sermones, compilados por sus alumnos del seminario San Antonio Abad del Cusco, bajo el título La novena Maravilla (1695). De entre ellos destaca uno: «Oración panegírica en la festividad del glorioso apóstol Santiago, patrón de las Españas, en la iglesia catedral de esta gran ciudad del Cusco. Día enque se saca el estandarte real, con acompañamiento de toda la nobleza», del año 1660.

Es un encendido y brillante elogio a la gloria del patrón Santiago y a la hispanidad. Intenta explicar la misteriosa afirmación de Jesús de Nazaret, quien apellida Boanerges, es decir Hijos del trueno, a Santiago, hijo de Zebedeo y su hermano Juan (Marcos 3,17). Guía el texto la respuesta a la pregunta siguiente: «Si estos jóvenes hijos de un pescador, ¿cómo son partos de tempestuosa nube? Hijos del trueno llama el mismo Dios a los que no son más que hijos de el Zebedeo; pues en verdad, que no es fácil saber, por qué los llamó hijos del trueno, primogénitos del rayo.»86
Argumenta que «Trueno es el Verbo Encarnado», y que Santiago y Juan son sus primogénitos «por particular procreación de su gracia». Por eso la pretensión de María Salomé, la madre de los hijos de Zebedeo, de que ellos se sentasen uno a la diestra y el otro a la siniestra nada menos que de Cristo en el Reino de Dios (Mateo 20, 20-28).

Les llama el Lunarejo entusiasmado a los hermanos, «mellizos de la gracia», y afirma su preferencia por Santiago: «Favorecido fue Juan, mas Diego no menos amado; era tiernamente querido Juan, mas Diego en la estimación juzgo que preferido.»87 Pedro, Juan y Santiago fueron apóstoles preeminentes: dentro del relato bíblico estuvieron junto a Jesús durante la resurrección de la hija de Jairo, en Jetzemaní, pero lo más importante, estuvieron presentes en el episodio de la transfiguración en el monte Tabor. Sin embargo, el Juan Espinosa destaca a Santiago el mayor, por haber sido el primero en probar del cáliz amargo del martirio.

Evidenciando profundo conocimiento de la mitología clásica, hace una comparación algo peligrosa. Recordando a Pausanias, remite la figura de Júpiter (Zeus), en cuya mano derecha lleva un rayo y en su izquierda un águila: el águila es Juan; el rayo es Santiago, pero del verdadero Júpiter: Cristo. «Y este había de tener a la diestra mano el Rayo de la Iglesia, Diego, Rayo de las batallas del Cristianismo, Relámpago belicoso de nuestra Religión…»88 Quizá el Lunarejo tuvo noticia de la asimilación entre los hijos de Júpiter (Zeus), Cástor y Pólux, y algunas parejas de santos, pero no se atrevió a tan osada asimilación. Permaneció la de Zeus como falso Cristo, o mejor, la de Cristo como verdadero Zeus.

La vinculación de Santiago con España se sustenta incluso en razones y explicaciones cosmológicas: así como el rayo está en la diestra de Zeus, Santiago ocuparía el lado diestro del reino de Cristo. Griegos y latinos discrepan sobre si el poniente es siniestra o diestra. La  preocupación apunta a que Galicia debería corresponder a la diestra y Efeso, territorio de Juan, a la siniestra. El predicador soluciona este entredicho. El poniente es la siniestra en la tierra, pero la diestra en el Cielo: «Sucede lo que en el espejo, que al mirarnos en él, lo de nuestra mano derecha se ve en el cristal a la siniestra…» 89 Justifica así la providencia de la conquista de América por parte de España, encomendadas ambas a Santiago. Y consecuentemente remite a su aparición en la plaza del Cusco, «cuando en la conspiración universal de este Imperio, su rey, el Inca Manco el Segundo, nos sitiaba a muy pocos y derrotados Españoles con trescientos mil combatientes.»90  Pero esboza un canto a la ciudad del Cusco que en maravilla de civilización no
queda atrás: «Así lo ha visto el Mundo. Así lo vio esta ínclita y nobilísima del Cusco, famosa Metrópoli de las ciudades del Sur, Corte Augusta del más extendido Imperio, que rodeó jamás el Sol, Regia Cabeza de los Pueblos y gentes del Austro, moderna Roma de mayor Mundo que el antiguo.» 91 Y cierra la oración panegírica con un canto a la monarquía hispana y a su héroe, Santiago:
Amparad Apóstol grande a la Monarquía Hispánica, contra los asaltos del infernal Enemigo… España vive cargada de los huesos de su Santiago; y ¿rebelde el Lucitano se le conspira? ¿Pirata el inglés la saltea? ¿Emulo el Franco la molesta? ¿Aleve el chileno la repela? Ea, Señor, reconoced los Castillos y Leones, que detrás de vuestra Imagen tremola el Estandarte Católico, atended, que vuestra España es la que clamando Santiago, rompe las batallas animosa y confiada. Griten las trompetas, resuene batido el tambor, y con espantoso estruendo se envuelvan uno y otro ejército entre los nublados del humo y el polvo, bramen las bombardas, brillen finalmente los aceros, suden de horror los montes, y la Campana tiemble de asombro: que entonces retumbará la ronca y horrísona Artillería de los Cielos, y el hijo del Trueno, sobre la nevada Tempestad de un cándido Caballo, desenvainará un rayo por cuchilla. Ea, que ya le fulminas en nuestro favor, Marte Apostólico, entra, rompe, enviste, hiere, mata, corta, destroza, derriba, azuela, pasma, aturde, atropella, y en miserable fuga escapen del estrago cuantos nublar pretenden las glorias de nuestra España.92


Garcilaso, Guamán Poma y el Lunarejo pretenden ofrecer la idea de una sumisión feliz y resignada de los indios a un santo «mataindios». Sin embargo, no hay evidencia de que esta idea haya sido extendida en el espacio de dependencia a los hispanos. Postulamos como hipótesis el escaso éxito de algún Santiago propiamente «mataindios»; hipótesis que se sustentará en un siguiente texto. Pero al respecto debe decirse que hay una severa escasez de lienzos con el tipo iconográfico de caballero ecuestre mataindios, y reducidísima la cantidad de bultos de adoración o procesionales como «mataindios». La original imagen de la Parroquia de Santiago de la ciudad del Cusco, cuyo patronazgo fue dedicado al Boanerges, ni siquiera es ecuestre. Puede apreciarse en dos de los lienzos del llamado Ciclo del Corpus, de la segunda cincuentena del siglo XVII93: Parroquia de Santiago y Final de la procesión. La tan mentada imagen enjinetada del presente, de la parroquia de Santiago del Cusco (véase imagen 4) solo es del siglo XVIII, del escultor indio Melchor Huamán Maita94. El personaje pisa a un moro, a quien algunos fieles en el presente llaman incluso demonio. Sin embargo, Garcilaso y Guamán Poma permiten atisbar la profunda asimilación del santo hispano triunfante con el dios de los fenómenos meteorológicos, la cual tendrá un desarrollado y profundo arraigo en espacios indios y  campesinos aun hasta el presente, al menos en el sur andino. Se observa esto en el espacio al menos rural desde muy temprano, además de una suerte de apropiación del patrón Santiago europeo –no mataindios– de parte de diversos sectores naturales dependientes,  fundamentalmente nobles, como estrategia de adscripción al status quo, como también se verá en un siguiente texto.

Corolario

Este texto ha intentado revisar una trayectoria tortuosa de transformaciones a lo largo de diversas latitudes, de un personaje que se inicia como iracundo pescador, hermano de Juan y vinculado en el discurso al fenómeno meteorológico del trueno. Torna jinete celeste asumiendo las formas del Cástor griego; y asume carácter gemelo nada menos que de Jesús de Nazaret. Se hace guerrero, asumiendo también rasgos de Mahoma, el enemigo de varios siglos. Cruza el Atlántico y justifica la Providencia de la conquista. Pero pronto su imagen representaría, o a veces ocultaría, o a veces se amalgamaría imperfectamente, con las cualidades y virtudes de un dios propiciador de la feracidad.

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NOTAS:
1 Referencias en Castro, 1966, pp. 347, 348.
2 Ibídem, p. 329.
3 Ibídem, p. 328.
4 Crónica general de Alfonso el Sabio, citado en Castro, Ibídem, p. 331. Las cursivas de Castro.
5 Poema de Mio Cid, Anónimo, 1969, p.125.
6 Estas referencias se encuentran en Castro, Op. cit., pp. 350, 351, 353.
7 Este término lo usará Castro, como se verá, para un fenómeno de asimilación de características de otro personaje.
8 Ver Choy, 1958.
9 Santiago de la Vorágine, 1990, vol.1, p. 279.
10 En Santiago de la Vorágine, 1990, vol.1, p. 279.
11 Santiago de la Vorágine, Ibídem, p. 280.
12 Datos de Castro, Op. cit., p. 338.
13 Ibídem, p. 328.
14 Metamorfosis, libro octavo, de Ovidio (1994), dice: «…los gemelos Tindáridas, admirado el uno en boxeo y el otro en equitación…» (p.106).
15 Fastos, de Ovidio (1986), entre otros, explica la constelación géminis y la función de guías de nautas por la decisión de Júpiter de transformarlos en el signo celeste: «[Pólux] redimió con alterna morada a su hermano. Util uno y otro astro para la inquieta nave.» (p.58).
16 M.T. Cicerón, 1984, pp. 106, 119, 220.
17 Todo esto en la nota 13 del capítulo IX, de Castro, Op. cit., p. 358.
18 Citado por Castro, Ibídem, pp. 331, 332.
19 Ibídem, pp. 332, 333.
20 Citado por Castro, Ibídem, pp. 334, 335.
21 Hecho curioso es este: Lucas narra en Hechos que Pablo y él permanecieron un tiempo en Malta y que luego «nos hicimos a la vela en una nave alejandrina… la cual tenía por enseña a Cástor y Pólux» (Hc 28, 11).
22 Ambos datos en Castro, Op. cit., pp. 358, 359.
23 Citado por Castro, Ibídem, p. 333.
24 Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, en David Brading, Orbe indiano, 1993, p.48.
25 Choy, Op. cit., p. 261.
26 Choy, Ibídem, p. 267.
27 Choy, Ibídem, pp. 264, 267.
28 López de Gómara, 1979, pp. 37-39.
29 David Brading, 1993, p. 61.
30 Citado en David Brading, Ibídem, p. 63.
31 Citado en David Brading, Ibídem, p. 68.
32 Bernal Díaz del Castillo, 1989, p. 44.
33 Bernal Díaz del Castillo, Ibídem, p. 83.
34 Cortés invocó en su conquista de México a Santiago al menos dos veces en combates contra los indios, en Tlaxcala y en Otumba. (Referido en Rafael Heliodoro Valle, 1996, p.23, con sustento en Bernal Díaz).
35 Pedro Gutiérrez de Santa Clara, Historia de las guerras civiles del Perú y de otros sucesos de lasIndias, Madrid, 1925. Citado por Rafael Heliodoro Valle, 1996, p.22. El cronista mestizo o criollo escribió su crónica después de 1590 (Ver Pärssinen 2003, p.59).
36 Antonio de Solís, 1945, pp.52, 53. Ver también, Francisco Gutiérrez Contreras, 1986, pp.79, 80.
37 Francisco Gutiérrez Contreras, Ibídem, p.80.
38 Brading, Op.cit., p. 66.
39 Ibídem, p. 58.
40 López de Gómara, Op. cit., pp. 163, 165.
41 Juan de Torquemada, 1975, p. 496.
42 Francisco de Fuentes y Guzmán, Recordación Florida. Discurso historial y demostración natural,material, militar y política del Reyno de Guatemala. [1619]. Guatemala, 1932. Citado en Rafael Heliodoro Valle, Op.cit. pp. 23, 24. Citado también en «Santiago en el alma religiosa de Indias», de Eduardo Cárdenas Guerrero, s.j. En Santiago y América, 1993, pp. 41 y 42.
43 Isagoge histórica apologética de las Indias occidentales. Guatemala, 1935, p. 200. Citado por Rafael Heliodoro Valle, Ibídem, p. 24.
44 En Rafael Heliodoro Valle, Ibídem, p. 24.
45 Antonio de Remesal. Citado en «Santiago en el alma religiosa de Indias», de Cárdenas Guerrero. En Santiago y América, Op.cit., p. 36.
46 Cárdenas Guerrero, Ibídem, p.36.
47 Antonio de Remesal. Citado en Cárdenas Guerrero, Ibídem, p.45.
48 Cárdenas Guerrero, Ibídem, p.36.
49 Matías de la Motta Padilla, Historia de la conquista del Reino de la Nueva Galicia. Guadalajara, 1924, p.62. Citado por Rafael Heliodoro Valle, Op. cit., p. 25.
50 Francisco Tello, Crónica Miscelánea. Guadalajara, 1891, p. 84. Citado en Rafael Heliodoro Valle, Ibídem, p. 26.
51 Rafael Heliodoro Valle, Ibídem, p.26.
52 Isidro Félix de Espinosa, Crónica Apostólica y Seráphica de todos los colegios de propaganda Fide de esta Nueva España. México, 1747. Citado en Rafael Heliodoro Valle, Ibídem, p.26.
53 Nicolás de San Luis Montañés, Copia de la relación original del cacique don… En Crónica de Michoacán, de Fray Pablo Beaumont. México, 1932. Citado en Rafael Heliodoro Valle, Ibídem, pp. 26 y 27.
54 Valentín F. Frías, La conquista de Querétaro. Querétaro, 1906; y Leyendas y tradiciones queretanas, Querétaro, 1900. Citado en Rafael Heliodoro Valle, Ibídem, p. 27.
55 J. Antonio Servín Lozada, Tradiciones quereteranas. Citado en Rafael Heliodoro Valle, Ibídem, p. 27.
56 Antonio de Herrera, Historia general de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra Firme del Mar Océano, Década II, Lib. X. Madrid, 1726, p.100. Citado en Rafael Heliodoro Valle, Ibídem, pp. 27 y 28.
57 Antonio de Herrera, Ibídem, p.266. Citado en Rafael Heliodoro Valle, Ibídem, p. 30.
58 Rafael Heliodoro Valle, Ibídem, p.30.
59 Francisco Tello, Op. cit., pp. 395-397. Citado en Rafael Heliodoro Valle, Ibídem, p.31.
60 Rafael Heliodoro Valle, Ibídem, p. 33. Cita a Hernando Oxea, Historia del glorioso Apóstol Patrón de España; de su venida a ella, y de las grandezas de su Iglesia y Orden Militar. Madrid, 1615.
61 Alonso d’Ovaglie, Historica relatione del Reyno di Cili. Roma, 1646. Citado en Rafael Heliodoro Valle, Ibídem, p.33.
62 D. Brading, Op. cit., p. 63.
63 Ibídem, p.161.
64 Pedro Cieza de León, 1973, p.258.
65 Juan de Betanzos, 1999, pp.281, 282.
66 José de Acosta, 1979, pp. 372, 373.
67 José de Acosta, Ibídem, p. 373.
68 José de Acosta, Ibídem, p. 373.
69 José de Acosta, Ibídem, pp. 374.
70 José de Acosta, Ibídem, pp. 375.
71 Una observación pertinente: Garcilaso y una de las dos placas inscritas de la fachada de la capilla de El Triunfo, adyacente a la catedral, que consigna el año 1664, refieren la aparición de Santiago en el llamado Suntur Huasi, en Huacaypata, la actual Plaza de Armas del Cusco. Pero, como se dice más adelante, Guamán Poma señala como lugar de aparición Sacsayhuamán.
72 Garcilaso de la Vega, Historia General del Perú, p.190.
73 Garcilaso de la Vega, Ibídem, p.194.
74 Garcilaso de la Vega, Ibídem, p.186.
75 Garcilaso de la Vega, Ibídem, p.191.
76 Garcilaso de la Vega, Ibídem, p.191.
77 Garcilaso de la Vega, Ibídem, p.189.
78 Guamán Poma de Ayala, Nueva Corónica y Buen Gobierno, 1993, p.310.
79 Gisbert, 1980, p. 197.
80 Schenone, 1992, p.712.
81 Guamán Poma de Ayala, Op. cit., p. 310.
82 Guamán Poma de Ayala, Ibídem, p.310.
83 Guamán Poma de Ayala, Ibídem, p.309.
84 Guamán Poma de Ayala, Ibídem, p.310.
85 Garcilaso de la Vega, Op. cit., pp.193, 194, 195.
86 Juan Espinosa Medrano, 1695, p. 143. Las citas que se hacen de este texto son transcripciones mías que modifican eventualmente puntuación, signos de interrogación, tildes y tipos de letra.
87 Juan Espinosa Medrano, Ibídem, p. 146.
88 Juan Espinosa Medrano, Ibídem, p. 146.
89 Juan Espinosa Medrano, Ibídem, p. 148.
90 Juan Espinosa Medrano, Ibídem, p. 156.
91 Juan Espinosa Medrano, Ibídem, p. 157.
92 Juan Espinosa Medrano, Ibídem, p. 157.
93 Véase Carolyn Dean, Los cuerpos de los incas y el cuerpo de Cristo, 1999, pp. 76 y 77, 84 y 85.
94 Kuon Arce y Flores Ochoa, 1994, p.256.
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