Desde el rincón /
Cabildo abierto. Revista de análisis político. Puno, Perú. N° 12, enero-febrero 2006. Pág. 18.

Ollanta Humala y el "efecto teflón" (*)

Tenía pensado continuar con la problemática que quedó pendiente de mi anterior artículo, el cual trató de la diferencia cultural existente en la concepción del tiempo; pero, dado que la campaña electoral comenzó oficialmente, he decidido dedicarle esta columna. A fin de cuentas, lo del tiempo es un aspecto estructural en nuestra sociedad y va a continuar en adelante, mientras que la campaña es coyuntural.

Ollanta Humala lidera hoy las encuestas de opinión y ninguno de los escándalos, tratados profusamente por los medios de comunicación (relacionados con el presidente venezolano, con su pública decisión de no presentar plan de gobierno, entre las más serias), hace mella en la opinión pública que sigue manifestando su decisión de votar por él. Esto es lo que los analistas han llamado el "efecto teflón" (en la creativa jerga política quiere decir que "nada se le pega").

Muy interesante para el análisis, veamos: Todos los analistas coinciden en señalar que la preferencia expresada en las encuestas, de votar por Humala, muestra un sentimiento de rechazo al sistema, a la clase política del país, al status quo, más que una opción consciente. También lo creo así, pero entonces ¿quiénes son los rechazados, que a los ojos de las mayorías que los rechazan, encarnan el sistema, se irrogan representación y sustentan el status quo?. Por lógica, si Humala está en la preferencia, quiere decir que los que lo rechazan son la minoría y los que lo apoyan, son la mayoría.

Así, se constata una vez más que la gran mayoría, que da vida a la multiculturalidad en nuestro país, no se siente parte del Estado ("¿peruano?") actual, al cual perciben como representante de esa minoría.

Lo que rechaza la mayoría es la herencia que nos quedó de esa conformación de Estado que no recogió ni representó nuestra diversidad cultural para su propósito y que pretendió, desde mucho antes (algo más de quinientos años), imponer de facto una forma de pensamiento externo, occidental y cristiano (por su filosofía y no su confesión), hegemónico en el mundo, el que en aras de la "civilización" desconoce y excluye formas diferentes de pensar y concebir el mundo.

Los excluidos, que en nuestro país son la mayoría, y que aunque parezca paradójico son los más pobres económicamente pero los más ricos y valiosos culturalmente, son los que desde hace mucho tiempo van dando señales que esta minoría miope no alcanza a ver.

Si reconocemos entonces, la existencia de estas sociedades paralelas en la conformación de la sociedad peruana, veremos que la minoría (que no pasa de un tercio de la población) ha establecido, consciente o inconscientemente, un sistema de gobierno sólo para ellos, un sistema exclusivo en donde las diferencias no existen. De allí que las mayorías (dos tercios de la población) se expresen como "anti sistema". De allí que para ellos, el recuerdo de Velasco les significa inclusión (no olvidemos que gran parte de los pequeños campesinos de hoy tienen sus tierras por la parcelación de las grandes empresas asociativas producidas por la reforma agraria, o la re-valoración de aspectos nacionales, propios de su cultura como sus idiomas, su música); por tanto, la prédica de todo aquello que haga propaganda a algo opuesto al status quo político imperante hoy pegue, aunque se muestre muy poco preciso en un programa político coherente.

Creo que haciendo una revisión de lo que significó la imagen de cada uno de los últimos gobernantes del Perú vamos a ver más clara la demanda de un cambio que signifique inclusión de las diferencias culturales, por la simple razón que somos un país multicultural dominado por una cultura que se pretende hegemónica.

García en los 80, representó la pujanza que se espera de la gente joven y "preparada". Encarnó la esperanza de la gran mayoría, que esperaba para su vida, ver los esfuerzos puestos en la educación de sus hijos como primer gran deseo de sentirse incluidos y como trampolín para mejorar su condición. García encarnaba esa esperanza. La educación es el primer gran esfuerzo por incluirse. García falló. El siguiente, Fujimori, además de profesional, encarnó también una expectativa de cambio por ser parte de una minoría (inmigrante), también culturalmente diferente, que podría poner sus esfuerzos para considerarlos o incluirlos (a otros culturalmente diferentes) en las decisiones del Estado, pero Fujimori falló. Y surgió Toledo, un excluido pero ya de los nuestros. Tampoco entendió la diversidad cultural (la "folclorizó"), y la exclusión aumentó. Ahora la tendencia va por Humala que encarna la expectativa y el reclamo de por fin ser incluidos, de por fin ver a alguien que sintoniza con esa mayoría excluida y pondrá su mejor esfuerzo por incorporarlos a esa "peruanidad" que actualmente sólo es de la minoría (1).

En consecuencia, la deducción del momento podría ser que el "efecto teflón" lo produce la EXCLUSIÓN y que si alguno de los candidatos captara esta demanda primaria que significa la INCLUSIÓN y la tradujera en propuestas prioritarias y programáticas en su plan de gobierno, tendría ventaja sobre Humala que ha señalado que no presentará programa, que se sustenta en un partido recién nacido, con un ideario confuso, tan confuso como su equipo de gobierno, y que por su forma de entender y hacer política, es parte de esa minoría tradicionalmente hegemónica.

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(1) Al margen de Humala, la expectativa es de la gente. Lo identifica así más por sus gestos, su prédica nacionalista -ellos también se sienten peruanos-, sus posturas antisistema -que los ignora-, es militar - como lo fue Velasco -, es corajudo -se enfrenta al poder-.

(*) Ana María Pino Jordán
promotora@casadelcorregidor.pe