Juan Bustamante y los límites del liberalismo en el Altiplano:
La rebelión de Huancané (1866-1868)(*)

Comentario en la presentación del libro,
realizado en Puno, el 13 de diciembre de 2011,
en La Casa del Corregidor.

 

Agradezco la invitación del SER para comentar esta compilación de Nicanor Domínguez sobre Juan Bustamante y la rebelión de Huancané ocurrida entre 1866 y 1868.

Cuando Nicanor hace la introducción, señala que uno de sus objetivos al realizar este trabajo es interesar a otros historiadores en este personaje, controvertido en su época, ignorado luego, pero que a la luz de la crisis del sistema actual y las tendencias neocolonialistas de las potencias mundiales de siempre, emerge como una historia digna de releerse.

Nicanor hace la introducción para conducirnos en la lectura del libro presentando una cronología muy didáctica que nos ubica en paralelo, el tiempo de Juan Bustamante, de Puno y del país. Particularmente me hubiera gustado ver en este paralelo lo que ocurría en el mundo pues tiene que ver con las influencias que recibió nuestro personaje en sus viajes por el mundo y también las influencias que recibía la clase política peruana y la sociedad en el país (p.e. el asesinato de Lincoln en Estados Unidos o el auge del racismo científico en la ideología del sistema). Incluye también fotos de los pueblos involucrados en esta historia tanto por ser la tierra que vio nacer a Bustamante (Vilque) como la que lo vio morir (Pusi); así mismo, mapas de la época para ubicarnos en el espacio que fue el epicentro de la rebelión.

Luego, vienen los artículos de Nils Jacobsen, historiador de origen alemán pero que dicta cátedra en Estados Unidos y que estuvo en Puno unos meses, de hace ya algunos años, buscando información sobre Bustamante. Los artículos se publican por primera vez en castellano gracias al trabajo de Nicanor.

El primer artículo está dedicado al personaje que si nos fijamos, vivió el tránsito político que significó el surgimiento del Estado Peruano, como república independiente. Todo periodo de tránsito es conflictivo y muchas veces caótico. En el caso de América, el régimen fue logrado con el liderazgo criollo que según el autor, gestó la independencia para sus propios intereses lo que agudizó tremendamente los problemas de inequidad existentes, sobre todo con sólo el 10% de blancos y mestizos y el 90% de los peruanos constituidos por los indígenas (de sierra y selva) y negros, que en el fragor del nuevo sistema de gobierno se habían convertido en ciudadanos.

De alguna forma Juan Bustamante no sólo vive el tránsito político sino también la ambivalencia personal, pues fue hijo de criollo arequipeño y madre mestiza (emparentada según se relata con Túpac Amaru I). Cuando señalo el gentilicio del padre de Bustamante, lo hago a propósito pues uno de los viajeros franceses del siglo XIX señala en sus crónicas que a Arequipa se le denominaba “ciudad blanca” por el tipo de sus habitantes, no tanto por el Misti o por el sillar y es que es una ciudad de origen eminentemente hispano. Jacobsen recoge este tipo de influencia paterna cuando señala que Juan quería mucho a su madre y respetaba a su padre; que fue muy palomilla, indisciplinado y que no terminó la secundaria probablemente en oposición a lo que su padre quería de él. Sin embargo, se desarrolló como un excelente comerciante principalmente de lanas, viajó como tal por toda la región y también por Bolivia. Sus negocios le permitieron hacer obra pública, con su propio peculio, en Cabanillas (aunque no sólo allí, años más tarde cuando fue prefecto de Lima, también financió la canalización del río Rímac), lo cual decía bien de su espíritu de servicio.

En 1839 fue elegido diputado por Lampa y se le reconoció como un duro crítico de la labor parlamantaria y de los parlamentarios. Por su afán se servicio y también por su honradez fue catalogado como un “político caballeresco”. Su periodo terminó en 1840 cuando se proponía la confederación peruano-boliviana liderada por Sucre. En 1841 inicia su primer viaje que le permitiría en 4 años dar la vuelta al mundo. Este viaje le consolida sus ideas liberales adquiridas de los postulados libertarios de la independencia. Con los ojos muy abiertos mira todo y lo retrotrae a su propio país en construcción. Visita fábricas, se percata como funcionan los servicios públicos y también las instituciones públicas, asiste a actividades culturales: teatros, óperas, se interesa por cómo se van dando los procesos y por qué. Se podría decir que él fue un viajero peruano que luego escribe y publica sus crónicas.

Entre 1848 y 1849, casi dos años, realiza su segundo viaje el que comienza por América del norte. Este viaje le sirve para reforzar sus postulados liberales (civiles); sin embargo, hace conciencia también de las contradicciones de lo que en ese tiempo se denominaba “progreso civilizatorio” y hoy podríamos denominar “desarrollo” pues señala en sus escritos que la industrialización hace más ricos a los ricos y más pobres a los pobres y que esos pobres, en ese sistema moderno, literalmente podían morir de hambre; mientras que en nuestro sistema tradicional, nadie moría de hambre; es decir que se redistribuía mejor.

Luego de su viaje, incursionó en la minería, de la cual salió en 1855 para ser constitucionalista en el periodo de Castilla. Él apoyó a Castilla porque si él valoraba algo era la libertad y el orden y Castilla abolió el tributo a los indígenas y luego libertó a los negros; dos medidas de un posible programa liberal. Fue en este tiempo que fue Prefecto de Lima, Huánuco y Cusco. Cuando fue prefecto de Lima, fue presa para la sátira y mofa de la prensa limeña por su procedencia serrana.

En 1862 se unió a Prado para el combate del dos de mayo. Según Jacobsen, Bustamante se involucró políticamente con Castilla primero y Prado después, para poner en práctica su visión personal sobre lo que debía ser el Perú forjada luego de sus viajes por el mundo. Particularmente, pienso que él se involucra con quienes representan posibilidades para sus ideas liberales, no importa si eran caudillos elegidos o dictadores. Es decir, que no es producto sólo de un proceso de alienación sino de un proceso de convicción.

Por la crisis económica de 1866, Prado promulga varios decretos entre los cuales está el de una contribución personal que es el detonante de la rebelión en Huancané y en muchos lugares del país, con la particularidad que estas protestas fueron sustentadas por los indígenas que ponían en evidencia los abusos de los gamonales. En los anexos y en el segundo artículo, podremos apreciar los trasfondos ideológicos en pugna.

En este momento (1867) Bustamante lucha internamente entre su posición política (el apoyo a Prado que proponía una nueva constitución liberal) y el apoyo a los indígenas que los sentía en su condición de esclavitud y de quienes se autoproclama su representante. Es impulsor de la “Sociedad amigos de los indios” en Lima, en la que participan personalidades que podrían hacer incidencia, como el director del diario El Comercio; y finalmente, opta por involucrarse con los indígenas en un sentido tal que sirva para sus dos objetivos.

En ese intento, es derrotado y muere horriblemente el 2 de enero de 1868.

El segundo artículo de Jacobsen, “Conflictos políticos e identidad étnica (1866-1868), nos pone en el contexto de Bustamante; el de los conflictos políticos y la identidad étnica. Es decir, cómo se complementan ambos en la sociedad peruana, puneña en particular, de la segunda mitad del siglo XIX. El conflicto político gira en torno al accionar de Prado y sus propuestas liberales, de consolidar ciudadanía, frente a los conservadores que defendían el estatus quo reforzado por la ideología racista que decretaba su superioridad frente a la inferioridad de los otros, legitimando de esta forma su explotación.

Para la elite puneña, Bustamente había traicionado a su clase. Es interesante la distinción que se hacía de “revolución política”, para designar a sus propios conflictos, e “insurrección indígena” la que le era ocasionada. El autor hace notar que “identidad étnica” la hacía evidente la elite no para reconocimiento de una diferencia legítima e histórica, sino precisamente para diferenciar y excluir. En las distintas versiones que se dieron sobre los hechos, los hacendados endilgaban la responsabilidad a las autoridades corruptas; las autoridades, a los hacendados que solo consideraban barbaridades las que cometían los indios. Finalmente, como lo señala el autor; la situación del indio, en los inicios de la república, se hizo más crítica pues por un lado se le desconocían sus derechos históricos (que si los tenía en la colonia) y se le endilgó la categoría de raza sin posibilidades de ciudadanía. La posición de Bustamante era darles a los indígenas ciudadanía; es decir, los mismos deberes y derechos que a cualquier peruano, aunque para ello tengan los indígenas que asimilarse dejando de lado su propia cultura. Sin embargo, en su discurso a los indígenas para que fueran leales a Prado, compara a éste con un Inca, de allí las ambigüedades en la interpretación de su comportamiento desde los distintos actores políticos de la época que hasta lo acusaron de “comunista” porque propugnaba la igualdad de todos los peruanos.

En resumen creo que las ideas liberales de Bustamante que lo lleva a defender a los indios de los de los abusos que se cometían con ellos, lo conducen a la inevitabilidad del fracaso que señala Jacobsen. Su “Sociedad amiga de los indios” se disuelve en el Partido Civilista, el primer partido político peruano, y la senda trazada por él se desarrolla luego en el movimiento indigenista de los años 20 del siglo pasado.

Los anexos que se incluyen muestran lo complejo de la época y las contradicciones que entran en juego. Creo que Nicanor logra su objetivo de alimentar el espíritu curioso de los historiadores que van a encontrar partes de ella en este su trabajo, y les provocará seguir la búsqueda. A esos espíritus curiosos quisiera alimentar también con interrogantes que me planteo pero que para ir respondiendo necesitaría de herramientas que no poseo.

La historia de este episodio de vida republicana, se puede reconstruir desde diferentes ángulos porque éstos se han expresado en palabra escrita; sin embargo, el ángulo de visión que corresponde a los propios indígenas no se halla registrado más que en la memoria de sus descendientes. Frank Salomon, en su investigación sobre literacidades vernáculas, llevado a cabo en Azángaro, hace una crítica seria a los profesores de las escuelas pues cuando se pregunta a la gente por su historia, hacen referencia a los episodios de Grau, Bolognesi, Túpac Amaru, etc.; los comuneros consideran que eso es historia y de la suya propia no dan cuenta. Hasta cierto punto, lo considero lógico pues la historia es concebida cronológicamente o diacrónica; es decir, a través de un tiempo que es lineal. Las últimas aproximaciones a lo andino, hechas desde distintos paradigmas de interpretación a los de la cultura occidental o antropocéntrica, dan cuenta de una concepción del tiempo cíclica, no lineal; en consecuencia; ¿cuáles serán las formas en las que registran e interpretan su “historia”? ¿Habrá significado para los indígenas de Huancané y Azángaro, lo mismo que lo que significaba para Juan Bustamante? Creo que intentar respuestas multidisciplinarias valdría también la pena.

Muchas gracias.

(*) Ana María Pino Jordán
promotora@casadelcorregidor.pe
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