Reflexiones en torno a Alasitas del siglo XXI como tradición mestiza(*) |
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En: "Alasita". Puno, Perú: No. 14, mayo 2013. |
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Conversando con algunos investigadores que pasaron por Puno, recogiendo información o buscando registros sobre las “ferias” de alasitas, voy ubicando que es a fines del siglo XIX que van apareciendo notas periodísticas sobre esta feria, unas veces mencionada como “cosa de indios”, otra como curiosidad vernácula. Buscando referencias de miniaturas, más atrás, en el tiempo, podemos encontrar los lauraques, figuras antropomórficas (de tradición uro-chipaya) o zoomórficas, en las tabletas de rapé (de tradición Tiahuanaco/Wari); illas o mollos, registrados en crónicas o en archivos de la Santa Inquisición; miniaturas de casas y chacras en los cerros (como en Moquegua el cerro Baúl; o en Puno, en Cancharani; o en Cusco, en el Ausangate). Salvo los primeros mencionados, que tuvieron una función ornamental y ritual; los otros objetos en miniatura, han sido interpretados como amuletos, o expresión de creencias que buscan prosperidad. Sin embargo, el sentido andino de la vida y del mundo, que se dinamiza en su cultura, es holístico (Montes, 1984; Medina, 1995; Estermann, 2006) y la relación se establece entre sujetos colectivos, que tiene “ciudadanía” de vida, es decir, deberes y derechos para la existencia (por ejemplo especies biológicas, tanto animales como vegetales; cuerpos celestes, o de las profundidades, que habitan otros territorios pero cumplen funciones de vida), de tal forma que cualquier otro sujeto es su “otredad”, igual a él. La cultura andina no separa sujeto de objeto, todos somos sujetos. Este sentido, hace suponer que categorías como magia, suerte, maleficio, son más propias de una cultura antropocéntrica, como la occidental, donde la relación se da entre seres superiores (dios, demonio, mago) y el individuo; la relación ética, o asimétrica en términos de poder, se establece entre individuos (humanos) o entre individuos y el ser superior o divino; la naturaleza, plantas animales son cosas o recursos. Será interesante profundizar en la función que han cumplido las miniaturas en el sentido de vida andina; pero es muy probable que haya sido alternativo al sentido mágico-religioso. Dejemos el asunto a los investigadores de la pluralidad cultural. Otro asunto a profundizar, que se relaciona, y queda pendiente, es el sentido de pacha (espacio/tiempo) con lo contextual o el “presente permanente” (Estermann, 2006) en el mundo andino. Las alasitas actuales, al parecer, han recibido el influjo cultural de ese gran sector social, mestizo, que fue haciéndolas emerger y le han ido dando legitimidad en la medida que se fueron empoderando; primero, con los movimientos reivindicativos por la tierra; es decir, a partir de los procesos de reforma agraria (en Bolivia, 1953; en Perú, 1968); y luego con la emergencia, e insurgencia, de pueblos indígenas, como el de Chiapas (1994, luego de 1992 efemérides de Colón). Precisemos lo de mestizo. Se trata de mestizo cultural. La combinación o contacto es entre una cultura antropocéntrica, racional por excelencia, en la que si no tienes un por qué resuelto, o por resolver, no existes, y la cultura andina en la que “ukhamaw” (así es) es suficiente. El instrumento generativo del mestizaje cultural es el sistema educativo formal, u oficial, y todo aquel que pasó por él, lleva su marca. En esa orientación, las alasitas han basado sus transformaciones en la necesidad de explicar los por qué y se ha convertido en una fábrica de deseos cumplidos de antemano. La gama de deseos es muy amplia; desde lo que son aspiraciones legítimas, puestas en duda por la inseguridad de lograrlas, hasta la necesidad de consumo motivado por “lo más sublime o lo más perverso” parafraseando a Les Luthiers. En buena cuenta, se podría decir que es una expresión de economía capitalista, tanto en sus formas mercantiles como financieras, y por qué no, de realismo mágico.
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(*) Ana María Pino Jordán promotora@casadelcorregidor.pe |