Desde el rincón/
Cabildo abierto. Revista de análisis político. N° 3. Puno, Perú. Diciembre 2004. Pág. 14.

¿Estamos condenadas a ser feas?...(*)

Es lo que se me ocurrió cuando vi el afiche del VI Festival Ecoturístico Señorita Playa Chifrón, que se realizaba en Capachica el 28 de noviembre, y seguramente al verlo muchas pensaron lo mismo.

¿Cómo entender este tipo de expresiones? ¿qué posiblemente hay detrás? ¿qué efectos produce? ¡cómo asumirlo!

Es principio de la comunicación que en un mensaje haya dos partes: el emisor, que desea, o necesita transmitir algo; y el receptor, que recibe el mensaje. En el caso que me ocupa, trataré de entender a ambas partes.

El afiche nos muestra que el emisor coloca fotos con las bondades de Capachica (paisaje, arqueología, tradición culinaria y de indumentaria, entre otras) y es explícito pues la señala como una "puerta abierta hacia el turismo" y subliminalmente, saliendo del lago, aparece una silueta de mujer, curvilínea, de talle largo, cintura diminuta y caderas acorde con la estética de la figura. Evidentemente estamos ante una silueta que podría corresponder a la de Julia Roberts o a Valeria Massa, estrella de cine norteamericana o modelo de alta costura argentina, respectivamente. Lo sorprendente es que esta silueta ¡lleva una montera de capachiqueña!.

¿Cuál fue el criterio de la(o)s emisores?, voy a intentar algunas hipótesis:

- Que realmente piensen que el turista se va identificar con lo que se ofrece, que van a encontrar una jovencita capachiqueña que reúna los criterios de belleza que se muestran en el afiche;
- Que, producto de su alienación o deseo, la silueta del afiche sea su satisfactor de belleza femenina;
- Que, cínicamente, lo que promueven es un momento de "diversión" para los asistentes al certamen.

¿Cuál habrá sido la idea detrás de las jovencitas que recibieron y respondieron al mensaje?, voy a intentar también algunas hipótesis:
- Que consideren que tienen alguna opción pues han hecho muchos sacrificios para lograr una figura más o menos padecida a la del afiche;
- Quieren participar en un concurso, pues su meta es triunfar y lograr el título de Señorita Playa, es un paso en el camino del éxito;
- Que el certamen "les llegue altamente", no es importante para ellas perder o ganar, pues lo que les sobra es audacia y quieren lucirse y mostrarse con orgullo.

Es dentro de estas hipótesis, que van desde las más ingenuas -que podrían ser válidas si viviéramos en el país de las maravillas-, hasta las más perversas; que nuestra sociedad se mueve hoy en día y sería un ejercicio saludable para quien lea esta nota, darse cuenta dentro de cuál de las hipótesis se ubica. Pero volviendo al tema, ¿qué es lo que producimos con este tipo de mensajes? ¿acaso no una permanente frustración? ¿acaso no es un convencernos, una vez más, de que no podemos tener cierto tipo de aspiraciones, legítimas por cierto? ¿no es eso seguir aplastando nuestra autoestima?, ¿por qué no valoramos un poco más lo que tenemos?, incluso si queremos atraer al turista, ya que si ellos nos visitan es porque desean ver y conocer cosas diferentes a las que ven todos los días en sus propios lugares. ¿Por qué no trabajamos en descubrir y establecer patrones de belleza en nuestra gente, tanto de mujeres como de hombres, que responda y se corresponda, con los códigos de valor culturalmente propios, y mostrarlos con orgullo? Lo otro, no nos corresponde, jamás vamos a poder aplicar los estereotipos de belleza de occidente a nuestra población quechua, aymara e inclusive mestiza, y entonces la sentencia es inminente: ¡estamos condenadas a ser feas!

Tenía terminado este texto cuando los noticieros anunciaron que la ganadora del concurso de Miss Mundo era una jovencita peruana. Sentí que "me serruchaba el piso", pero con un poco más de calma se me ocurrió pensar que si le hiciéramos un examen de ADN, nos sorprendería si encontráramos una presencia significativa de ancestros quechua, aymara, moche, chicama, shipiba, aguaruna o campa.

(*) Ana María Pino Jordán
promotora@casadelcorregidor.pe