La problemática de la gestión cultural en Puno(*)

Abril, 2014
En: Los Andes. Domingo 26 de octubre del 2014
Año 86, Nº 24812. Pág. 16


Voy a referirme al tema, a partir de la tarea que auto-emprendí al poner en valor La Casa del Corregidor. Es decir, desde la práctica de lo que significa preparar, organizar y evaluar las actividades diseñadas para el inmueble (Monumento Histórico) y que en el camino fui descubriendo como correspondientes a acciones de gestión cultural.

Al proyectar la puesta en valor de La Casa, consideramos lo que se tiene que tener en cuenta en la formulación de un proyecto y esto está muy resumido en el documento sobre la Historia de la llamada Casa del Corregidor que se puede encontrar en el portal www.casadelcorregidor.pe

En síntesis, el proyecto de trabajar “cultura” fue como la “luz al final del túnel” en la búsqueda del “ansiado desarrollo”, actividad a la que le dediqué muchos años. El desarrollo lo buscan las personas, sociedades y Estados, que saben lo que son e intuyen hacia donde quieren ir. En el caso nuestro, hay evidencia de contradicciones al precisar lo que somos pues estamos en la cuna de pueblos considerandos históricamente como “incultos”, “salvajes”. Todo el sistema, tanto colonial como republicano, que reproduce colonialidad del poder, saber y ser, se encargó de hacérnoslo creer y por eso buscamos el desarrollo con un imaginario que no se corresponde con el hábitat en el que vivimos, dejando de ver el enorme potencial que nos da nuestra cultura. Es en esa línea, que trabajar cultura se vuelve estratégico, y hay que comenzar mostrando su riqueza, sobre todo a los decisores políticos, que son los que más comúnmente miran hacia afuera.

En consecuencia, como se puede apreciar en el portal de la Casa del Corregidor, pusimos una biblioteca con servicio de atención al público, realizamos cada tres meses exposiciones, periódicamente tertulias temáticas, presentación de libros, conferencias, todos con temas relacionados a elementos culturales de nuestra región. En alianza con Uyarik Aru, un grupo de inquietos jóvenes, se hicieron también exposiciones, ferias de libro, video club, festival de poesía, cuento, entre otras actividades.

La tarea resultó agotadora pues nadie manejaba las herramientas que la hubieran hecho más llevadera. Tiempo después comprendería que la gestión cultural es una formación profesional cuya preparación es académica y requiere de mucha creatividad e innovación -- para la implementación y desarrollo de una diversidad de propuestas-- en el diseño, coordinación, evaluación, administración y dirección de actividades vinculadas al talento creativo.

Nada de eso vemos en la práctica de la realización de acciones culturales a las que asistimos en Puno. Lo que vemos, y sentimos, es mucha buena voluntad, entusiasmo, que se traduce luego en algo agotador por la improvisación con la que se aborda el compromiso anunciado. En sí, es loable pero muchas veces frustrante por los resultados que no responden a la inversión de energía y/o recursos.

Sin embargo, si queremos mejorar esa situación tenemos que hacer grandes esfuerzos. Por un lado, por parte de los que demandamos de este tipo de actividad (eso merecería un artículo aparte) y por otro lado los que los ofrecemos. Tendremos que dejar de improvisar para tener todo listo y a la hora, lo que hemos ofrecido.

La programación es un tema crucial. En Puno, no hay instancia, ni pública ni privada (por ejemplo un diario local y/o emisora), que maneje o difunda una agenda cultural. Parecería que las actividades son solo para los amigos que se pasan la voz; en consecuencia siempre nos encontramos con las mismas caras. Esto se agrava en “temporada alta” de actividades culturales que; es decir, en torno a Candelaria (primera semana de febrero) y al aniversario de la ciudad (primera semana de noviembre). La programación está tan saturada que nos enteramos de alguna actividad después que se realizó o, lo que es más desalentador, es que la dispersión es tanta que las actividades se llevan a cabo con muy pocos asistentes o lamentamos luego la priorización que hicimos al elegir una actividad sobre otra oferta.

Ya en la ejecución de la acción misma, la hora de inicio, según lo anunciado, es insufrible. Generalmente, se empieza con mínimo 30 minutos de retraso cuando no son 45, 60 o ¡¡¡90!!!. Normalmente los que gestionan las actividades, considerando que la “gente siempre llega tarde” la programan con 30 minutos de anticipación, pero son horarios tan raros que uno, nadie les cree y dos, incluyen el adelanto del tiempo en programar su retraso.

Parecería gracioso, pero si lo vemos con detenimiento, es una falta de respeto tanto a los convocados como a sí mismos, como organizadores. Más aún, castigamos al cumplido que llega a la hora y premiamos a los que llegan tarde porque no se perdieron el espectáculo, lo que dice también, de cómo cualificamos lo que es cultura. Lo que más crítica merece es al manejo del reloj de las autoridades.

Una autoridad es un servidor público, ya sea porque lo elegimos o porque son funcionarios del aparato del Estado, que vive de lo que aportan todos los ciudadanos. Deben ser capaces, en consecuencia, de manejar sus agendas y su reloj. En todo caso, si prevén que, por cualquier razón ajena a ellos mismos, van a llegar tarde, tendrían que disculparse y avisarlo, para que el público no los esté esperando como si esperaran a la muerte. La espera debería ser prudencial y si la autoridad no se digna a llegar a la hora ¿por qué habría que esperar? ¿no sería acaso, permitir que se nos falte el respeto, además impunemente?

La gestión de espacios culturales es otro cuello de botella. Puno cuenta con pocos locales culturales, tan venidos a menos que ni el Municipio tiene código de licencia de funcionamiento, ni especificados requisitos, para su funcionamiento. Pero, los pocos ambientes que existen tampoco son adecuadamente tratados. Un ejemplo que podemos ver sin mucho esfuerzo, es el local de La Casa de la Cultura donde se ubican unas vitrinas de objetos de artesanía que quedaron luego de una exposición hace ya varios años. Sea cual fuere la actividad que se realice, vale decir, exposición de arte plástica, presentación de libro, conferencia, video club, concierto, etc., las vitrinas de artesanía continúan, como si la sala fuera su depósito. En fin de cuentas, es posible que si bien hay pocos recintos, la gestión es ineficiente, de allí que cualquier improvisación sea mucho más notoria. Estoy mencionando un ejemplo, pero podríamos conversar de actividades organizadas por la Universidad, Gobierno Regional, Institutos, Clubes, etc.

Otro tratamiento deberían tener los espacios públicos, vale decir, la calle, plazas, parques, etc. Sin embargo, merecería un trato más amplio que el permitido por este artículo.

Se puede concluir entonces, que para la actividad cultural que hay en la ciudad de Puno, los espacios podrían bastar; sin embargo, lo que es deficitario en extremo es una adecuada gestión cultural.

Y aquí, pienso en las universidades, que por naturaleza deberían ser las que den el ejemplo y sin embargo, brillan por su ausencia. Como parte de su proyección social, tendrían que mostrar cómo se gestiona cultura. Tiene docentes de primera línea con los que se podría hacer ciclo de conferencias temáticas, de avances de investigación, teatro universitario, música o canto, danza, entre otras que fueran expresión de su misión como casas de estudio y formación académica.

Desde otra entrada de la problemática, es necesario hacer conciencia que Puno, como región y también como ciudad, es un espacio pluricultural. Generalmente se obvia este aspecto característico de nuestra sociedad. Sin embargo, deberíamos tomarlo en cuenta pues mientras para una de las culturas que se encuentran -- en el mismo espacio—las actividades son deseables y pensadas para recintos cerrados; llámense templos, teatros, coliseos, salones de actos; etc.; para las culturas autóctonas, las actividades con las que se expresan culturalmente son para espacios abiertos: atrios, plazas, estadios, explanadas, etc. La gestión cultural, en consecuencia, debería tener un enfoque plural y tratar de igual a igual, ambas formas de expresión cultural.

Tal vez tengamos que aprender algo de la experiencia de nuestros pueblos cuando año a año realizan sus festividades, tanto patronales como de carnavales por ejemplo. Allí la gestión tiene características diferentes, es colectiva, y su trasfondo también es espiritual.

Fortalecer cultura, es reforzar identidad y perspectivas viables de desarrollo con calidad de vida que implica cuerpo y espíritu. Busquemos hacerlo bien y preparémonos para ello.

(*) Ana María Pino Jordán
promotora@casadelcorregidor.pe
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