Ponencia en la reunión de mujeres regidoras en la Región de Puno organizado por la Red de Municipalidades Urbanas y Rurales del Perú (REMURPE). Juli, 15 de enero del 2010

 

INCIDENCIA POLÍTICA DE LA MUJER EN LOS GOBIERNOS LOCALES

Ana María Pino Jordán

 

Los amigos de REMURPE me han invitado a compartir con ustedes algunas reflexiones sobre la incidencia política de la mujer en los gobiernos locales. Debo confesar que gobiernos locales es un tema un tanto ajeno a mi interés. El tema que estoy trabajando es el cultural, sobretodo el de las culturas originarias y el que está detrás de los aparentes desencuentros.

Voy a partir de una verdad bien grande, aceptada hasta en nuestra constitución: el Perú es un país multicultural, multilingüe. Que quiere decir eso: que en el territorio comprendido por Perú existen, perviven varias culturas, con características propias algunas diferentes como el idioma y otras comunes, como por ejemplo su conocimiento sobre la naturaleza en la que habitan y de la que son parte.

Por sólo referirnos a nuestro departamento (Puno), tenemos población aymara localizada de la calle Puno, en la ciudad de Puno, al sur y en las riberas del Lago; población quechua ubicada de la calle Puno, hacia el norte y población esse ejja en la parte del Candamo, además claro está de la población mestiza, culturalmente hablando.

Sin embargo, la ley de Gobiernos Locales ES UNA SOLA PARA TODO EL PAÍS y, hasta donde sé, olvidó olímpicamente incluir aspectos de nuestra diversidad cultural dentro de su articulado; que yo sepa, en ningún lado se menciona que para tal o cual procedimiento se deben aplicar las costumbres locales, por ejemplo. Para hacer gráfica la cosa, es como si nos entregaran un artefacto para hacerlo funcionar, pero las indicaciones para armarlo estuvieran en un idioma que no conocemos, en consecuencia lo armamos pero de acuerdo a nuestro modo, con el riesgo que no funcione adecuadamente, equivocándonos, probando, gastando mucho más tiempo del necesario seguramente y con mucha inseguridad de por medio, además convenciéndonos de que somos unos atrasados (es decir, aplastando más nuestra autoestima).

Y eso sólo para referirnos a la exclusión cultural, todavía no voy a entrar en la particularidad que significamos las mujeres en una sociedad diversa como la nuestra. Voy a intentar con ustedes ubicar las grandes diferencias y para hacerlo voy a tratar de simplificar un análisis que es bastante complejo. Ubicaré culturalmente a la población de la costa como mestiza, a la de la sierra como andina y a la de la selva como amazónica.

El mestizaje se produce con el arribo de los españoles a nuestro continente, gente que trae un bagaje cultural distinto. Con ellos se introduce una forma de pensamiento, que es el que ellos construyeron como españoles, en el que el centro del universo es el yo, es el individuo, es la persona, sin distinción de género. El UNO es importantísimo: es el yo, es su dios, hasta la naturaleza gira en torno a ese uno.

Cada uno se enfrenta con otro uno, y se establece la competencia, la desigualdad, la asimetría, la dominación, la acumulación. Con ese pensamiento, que se fortalece con el ideario de la Revolución Francesa el que, a su vez, es asumido por los criollos y mestizos que lideran el movimiento independentista, que asumen la responsabilidad de diseñar el Estado que nos rige: un modelo de república con un sistema de “democracia” representativa. Con ese pensamiento, que se conoce como “occidental”, se hacen leyes (gobierno regional, gobiernos locales, universidad, entre muchas otras), se planea desarrollo, se ejecutan obras, etc.

La población andina, basa su existencia en otra forma de pensamiento. El uno es el huaccho, merecedor de lástima, sin valor, huérfano; entonces, el UNO no existe como sujeto. Para el pensamiento andino el sujeto es colectivo, es mínimamente de dos. Estos dos, por razones de reciprocidad, de complementaridad y correspondencia, son una pareja: hombre y mujer. La dualidad se da con la naturaleza, de la que los seres humanos son parte integral; se da con los apus, con sus deidades.

En esa construcción social, y siempre sobre la base de la reciprocidad, complementaridad y correspondencia, la sociedad ha establecido funciones principales para cada uno de sus integrantes, así las mujeres tienen unas y los hombres otras, ligadas también a sus condiciones. P.e., las mujeres además de la reproducción de la especie, tienen como función la reproducción cultural, ella es la que administra, la que se preocupa de que se cumplan los ritos, la que transmite los mitos, y los conocimientos propios de su género, tanto familiar como comunalmente. Los hombres tienen funciones de representación (de la familia, de la comunidad), de relación con otros, del trabajo fuerte agrícola, el que sale temporalmente a trabajar fuera de su ámbito, el que transmite también conocimientos propios de sus funciones a los miembros de su familia y comunidad. Sobre la base de ese ordenamiento, forman sus organizaciones y establecen sus sistemas de gestión y normativos.

Estoy segura que los pueblos amazónicos, como otros pueblos originarios han establecido, y se ha desarrollado hasta hoy, bajo su propio pensamiento (filosofía) y relación cosmológica. Lamentablemente, la sociedad andina sufre un proceso de desestructuración severo, por un lado por influjo de la globalización del modelo económico; por otro lado, por la exclusión histórica por parte del Estado y por la poca valoración que hacemos de nuestra cultura.

Retomando, frente a estas dos formas culturales de sociedad: la una “occidental” y la otra “andina”, que en la actualidad no existen “químicamente puras”, tenemos que insertar el tema de la incidencia política de la mujer en los gobiernos locales. En consecuencia, tenemos que tener claro en qué espacio cultural necesitamos hacer incidencia política para que se considere la equidad de género.

Entiendo legítima la lucha de la mujer dentro de esa sociedad “occidental”, pues las ha excluido no sólo de la vida política, sino que le mezquina valor a lo que hacen. Veo como saludable la discriminación positiva que han conseguido a fuerza de pelear cotidianamente. Pero también veo como arrogante y como una forma de colonialismo y violencia cultural, el traslado automático que han hecho de sus criterios a la sociedad andina.

Creo que es en seno de la propia población quecha, aymara, esse ejja, que se tendrán que producir naturalmente, como parte de un proceso de relaciones y comunicación intercultural, un cambio de funciones sociales entre sus integrantes, con respeto a las diferencias y al derecho legítimo de querer seguir siendo diferentes. Es entonces tarea de ustedes, mujeres quechuas o aymaras fundamentalmente, decidir con independencia e identidad la forma cómo consideran necesario participar en política, respetando, si lo creen, su propia forma cultural de ser y pensar.

(*) Ana María Pino Jordán
promotora@casadelcorregidor.pe
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