Tareas pendientes para comunicadores interculturales indígenas (*)


Ponencia preparada para el Encuentro Internacional de Comunicadores Indígenas, organizado por REDCIP,
en Cusco, del 10 al 12 de octubre del 2019 (**)

 

En alguna reunión anterior señalaba que ustedes son comunicadores sociales pero además, tienen dos aspectos que los distinguen de cualquier otro comunicador: son comunicadores interculturales y se reconocen como indígenas.

Quiero detenerme en esto de “interculturales”. El entendimiento más elemen­tal del término es el que induce a pensar que se trata de lo que se mueve, tran­sita, entre culturas; de allí también esa denominación de “puente” (entre culturas). Al autoidentificarse como indígenas lo más lógico es que se planteen como objetivo realizar una “discriminación positiva” de la información de lo que ocurre en los pueblos originarios, para hacerla visible e ir empoderándolos y priorizar al mismo tiempo los sucesos que ocurren fuera de la realidad de los pueblos, que los atañe, y que deben hacerlos de su conocimiento. Como diría el profesor Eland Vera, la dinámica descrita es funcional y corresponde al ámbito del manejo de la información.

Pero, la interculturalidad como concepto va más allá. Pretende conectar, relacionar matrices culturales o civilizatorias (también llamadas horizontes de sentido) a través del diálogo, su herramienta principal. Este diálogo debe reunir condiciones. En principio, su necesidad se presenta cuando hay conflicto por asimetrías o inequidades; está lejos de ser un ejercicio lúdico o una conversación cotidiana. Lo que pretende es buscar armonía, restablecer equilibrios, lograr respeto en la convivencia.

Si buscamos que el diálogo sea fructífero, tiene que ser de igual a igual, de lo contrario podríamos considerarlo “diálogo de sordos”, “estéril”, y sus logros, cuando se ha ganado alguito, resultarían más de lo mismo o un autoengaño.

Para que sea un diálogo entre iguales, es importante que desde el poder del otro, se reconozcan: sus legítimas diferencias, su dignidad como pueblo y sus ciudadanías. De allí que en primera instancia, la lucha política que, como indígenas, realizan por lograrlo es fundamentalmente estratégica pero, en los momentos actuales, es tarea sumamente difícil. Sin esa condición, un diálogo sería un “saludo a la bandera” porque estaría orientado a la concertación cuando no a la negociación y dejaría su carácter de intercultural. El reconocimiento no sólo tendría que ser de su existencia sino también de que todo el territorio que hoy se llama nacional y que define a la república, se lo debe a los pueblos preexistentes a la presencia europea (principio recogido por el Convenio 169) y que invisibilizar, marginar, subalterizar, está lejos de solucionarse con un proceso de aculturación, resultado de prácticas coloniales.

En este panorama, se me ocurren dos desafíos enormes para ustedes:
-   Interculturalizar la información, porque el diálogo es posible de igual a igual mediante la comunicación directa, frente a frente (y eso es más o menos lo que se hace en medios radiales o redes sociales) y que en medios escritos aún no es suficientemente visible.
-   Interpretar los mensajes para “nosotros y los otros”.

La interculturalidad es una forma de comunicación1 y la comunicación trasciende la información, entonces ¿Qué hacer? ¿Con que herramientas? ¿Con que horizonte?; uno, para dejar de hacer el juego a otros intereses o, para no caer en un juego que nos convierte en “tontos útiles” y dos, para obtener resultados.

Creo que, como en el futbol, primero tenemos que examinar la cancha y al contrincante. En el quehacer de ustedes, la cancha son los medios, la opinión pública y ¿el contrincante? ¿Serán los operadores del sistema que invisibilizan, marginan, subalterizan, inferiorizan? y que además, se puede imponer al árbitro.

Desde allí hay que anotar que si bien interculturalidad es entendida como el diálogo entre culturas, con frecuencia se obvia precisar la dirección del diálogo. Ya desde la década de los 80, del siglo pasado, empieza a visibilizarse el término. Sin embargo, “mucha agua corrió bajo el puente”: la caída del muro de Berlín, los 500 años, la globalización económica, el internet, el movimiento zapatista, el cambio de siglo, los intensivos flujos migratorios y la posmodernidad, lo que hizo emerger la existencia de culturas diversas y permitió ir rompiendo el mito de la cultura hegemónica; es decir, que creamos que lo que se piensa en el “primer mundo” es universal y ocurre de la misma manera en todo el planeta (“mundialización”).

Estos acontecimientos han logrado que un término algo ambiguo (“interculturalidad”), vaya siendo manejado y utilizado según intereses diversos, al punto que hoy, casi al final de la segunda década del siglo XXI podamos no sólo ubicar, sino también situar, las diversas acepciones que el término "interculturalidad" soporta.

La primera gran corriente ideológica originada a partir de la necesidad de reconocer las diferencias culturales y promover que se las tolere para una armónica convivencia social fue la del Multiculturalismo.2 Desde esta corriente podemos ubicar varias de sus acepciones:

  1. Una interculturalidad "funcional"3 que es la que maneja el Estado para diseñar políticas públicas pues considera las diferencias culturales como resultado de la pobreza o de la estratificación social, en el supuesto que el modo de vida, costumbres y conocimientos, son universales. Además que le permite, al Estado, lograr mejores calificaciones de “desarrollo” (Educación bilingüe en escuelas rurales, normas técnicas de salud como el parto vertical, entre otras).
  2. Una interculturalidad como estrategia empresarial de grandes corporaciones y consorcios4 que siguiendo leyes del mercado, producen fuera de sus sedes principales, en países donde la mano de obra es más barata, y tienen que trasladar a sus ejecutivos que para que rindan mejor, más eficientemente, con menos estrés, se camuflen socialmente en sus países satélites; en otros casos, para diseñar mejor sus estrategias de publicidad y mercadotecnia.

Podemos inferir que estas acepciones de interculturalidad tiene un sustento más sociológico.

Desde la práctica de la primera corriente va emergiendo el Pluralismo cultural o pluriculturalidad en la propuesta de considerar la necesidad de la coexistencia de las diferencias culturales. Esta corriente va evidenciando sobre todo la existencia de pueblos originarios al interior de sus sociedades nacionales y va promoviendo su interrelación. También entonces encontraremos acepciones nuevas del término y podemos ubicar:
- Una interculturalidad "crítica"5 porque se sustenta en la corriente del pensamiento crítico, que se trabaja más desde la academia y que plantea políticas de inclusión más proactivas (p.e. universidades interculturales, reconocimiento de lenguas indígenas, pluralismo jurídico, entre otras);
- Una interculturalidad como proyecto político defendido, sustentado y puesto en práctica por los movimientos indígenas de Ecuador6 que tuvo lugar en la experiencia política que significó la constituyente ecuatoriana;
-   Una interculturalidad como forma de comunicación7;
-   Una interculturalidad como propuesta de paz para la humanidad8. Plantea la necesidad del diálogo de culturas para que se construya una nueva cultura, “híbrida”9.
Como se percibe son acepciones con un sustento más antropológico.

Sin embargo, hay una corriente que aún le falta una denominación pero que se sustenta en la filosofía intercultural10. Con esa orientación, la interculturalidad está situada (“lugar cultural”, topoi) y se la está trabajando como “interculturalidad liberadora” o “emancipadora” (ya que las anteriores podemos ubicarlas como “liberales”). Esta propuesta considera el derecho a la diferencia; es decir, el derecho de "ser" y "estar" de cada cultura en diálogo permanente y cotidiano, de igual a igual, preservando cada una su propia dinámica cultural pero buscando enriquecerse mutuamente. Allí también hay acepciones y se puede ubicar:
-  La interculturalidad como actitud humana11.
-  La interculturalidad como diálogo “dialogal o dialógico” entre culturas. Es un diálogo que se sustenta en el respeto mutuo de las culturas que entran en un diálogo basado en la validez y no en el poder, en “equivalentes homeomórficos” es decir, que la equivalencia se da en términos de similares contextos y función12. Esta interculturalidad se lograría cuando a través del diálogo se fertilizan las culturas. Es la propuesta para la convivencia pacífica. Podríamos asumir que es la propuesta para revitalizar la humanidad de los seres humanos.

Les toca a ustedes evaluar lo que están haciendo como comunicadores indígenas y optar por el sentido que necesitan imprimir a su ejercicio como comunicadores interculturales. Se requiere autenticidad, consecuencia y mucha creatividad para encontrar las metodologías y herramientas adecuadas.

Octubre 2019


NOTAS

1.    Como lo trabaja Austin Millán (2000)

2.    Ver: Barabás, A. (2014), Kymlicka (1996), entre otros

3.    Ver: Tubino (2011)

4.    Ver: Entrevista a Ramiro Restrepo (2013)

5.    Ver: Tubino (2011)

6.     Asesorados por Catherine Walsch

7.    Austin, op. Cit.

8.    Trabajada por Fornet-Betancourt y que también deja entrever Estermann en sus últimos escritos.

9.    En palabras de García Canclini

10. Que según su impulsor R. Panikkar, no es una corriente más de la filosofía, sino es otra filosofía o filosofía otra.

11. Que es lo que plantea y desarrolla Diana de Vallescar.

12. Panikkar (2001)


(**) Cambios decididos, en último momento, por los organizadores, impidieron que la ponencia se presentara.

 

(*) Ana María Pino Jordán
promotora@casadelcorregidor.pe
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