Crisis civilizatoria(*)


  Conversatorio
Desafíos en tiempos de crisis: Cambio climático, política, cultura y género.
Instituto de las Culturas Andinas
(IDECA). Puno, octubre 10, 2023
Participación de:
Ana María Pino Jordán
Crisis


Opté por este tema, pues va más allá de las particularidades temáticas del conversatorio, que además plantearlo en esa forma, es una evidencia de nuestro occidentalismo.

Estoy segura que a todos los aquí presentes, sienten, pero también ven en los medios que el mundo está convulso, guerras y conflictos armados, desastres naturales, cambio climático, incendios, migraciones, drogas, violencia, inseguridad, corrupción, y no solo en el país o en nuestro continente, sino como señalé al principio, la cosa está mundializada.

Algunos filósofos como Raúl Fornet-Betancourt, encuentran en el trasfondo de lo que ocurre, una crisis antropológica porque es el ser humano el que ha ido deshumanizándose por la exacerbación del individualismo, del consumo, de la subjetividad. Otros lo caracterizan como síntoma de la posmodernidad, lo que ha ocurrido al “superar” los metarrelatos de la modernidad, al hegemonizar en nuestras decisiones la estética sobre la ética (privilegiamos lo que nos gusta sobre lo que debe ser).

Creo que esa lectura, la de Fornet-Betancourt, es parcialmente acertada si la situamos. Si consideramos que se sustenta en el análisis del individuo de las sociedades que se ¡sostienen en ese individuo!, en ese “ser” que se concibe como el centro del universo y “sus alrededores”, el que está inserto en el mythos del antropocentrismo, que si bien es el hegemónico o el globalizado, no es universal. En consecuencia, cuando Fornet-Betancourt caracteriza la crisis como antropológica, la sitúa dentro de ese mythos cultural.
 
Es por ello que pienso que Josef Estermann, en un trabajo donde hace una crítica filosófica al modelo capitalista, la caracteriza como “crisis civilizatoria” porque va más allá de lo económico, se trata del modelo de civilización, de cultura, de horizonte de sentido, que fundamenta la tradición occidental moderna y que ha devenido como hegemónica, globalizada, antropocéntrica y androcéntrica y que se manifiesta dentro de las sociedades que están inmersas en sus paradigmas.

En su análisis, Estermann señala algunos axiomas inherentes a esta tradición, moderna occidental, y que le sirven de fundamento ideológico de su principal propuesta: “el desarrollo”.  Haré una síntesis de lo enunciado por Estermann:

  1. El “optimismo” dogmático de que se trata de “progreso”, “crecimiento”. En consecuencia, es irreversible y todo lo anterior es atrasado y no garantiza el bienestar de las personas.
  2. Todo es cuantificable, inclusive la vida humana; en consecuencia todo puede traducirse en números y se vuelve crematístico, es decir tiene un valor monetario porque se consideran “bienes”, “productos”, “capital humano”; una resultado de ello es el “economicismo” como sustento de su lógica económica expresada en el capitalismo, que alguna vez se le calificó como “salvaje”.
  3. La acumulación se transforma en riqueza y ésta lleva a cosificar el mundo, convierte lo “natural” en “producto”, “artefacto”, llevan a una artificialidad del mundo y su existencia, inclusive podemos hablar hoy en día de “fecundación artificial”, “inteligencia artificial”, “máquinas inteligentes”, “avatares”, “cerebros artificiales”, etc.
  4. Es muy claro que lo anterior se puede lograr por la relación que ha establecido el ser humano con todo lo que considera no humano decretando su inferioridad y legitimando su dominio.
  5. Todo lo “no humano” es considerado como “recursos naturales”, materia prima ilimitada para los procesos de producción y consumo; es más, ahora es mercancía, objeto de especulación.
  6. La lógica de acumulación ha endiosado al dinero. “la monetarización universal subsume todos los demás valores (solidaridad, amor, cariño, justicia) a un valor totalmente ficticio y muerto” (el billete) lo que evidencia su tendencia necrófila.
  7. El privilegio de la “racionalidad instrumental” de la tecnología ha logrado que el ser humano se vuelva cada vez más dependiente de ella; hoy la tecnología controla y determina la vida de las personas.
  8. Occidente caracterizado por su androcentrismo, tiende a identificar lo masculino con lo racional y activo y lo femenino con la naturaleza irracional y pasiva, lo cual va deshumanizando cada vez más al ser humano.

¡Son logros del “progreso”!, ideología que comenzó su expansión con el “encuentro de dos mundos”, según lo propone Immanuel Wallerstein en su trabajo sobre el sistema mundo, seguido de los procesos de colonización europea, la ilustración, la santa inquisición, y más o menos se consolida con la revolución industrial.

Fernando Coronil, en un sugerente ensayo (“Más allá del occidentalismo: hacia categorías geohistóricas no-imperialistas”) muestra cómo el antropocentrismo se legitima y empodera como occidentalismo con una serie de prácticas de representación con las que produce su concepción del mundo. Señala que estas prácticas son:
1. Separan los componentes del mundo en unidades aisladas;
2. desligan historias relacionadas entre sí;
3. transforman la diferencia en jerarquía;
4. naturalizan dichas representaciones; y por lo tanto,
5. intervienen, aunque inadvertidamente, en la reproducción de las relaciones asimétricas de poder existentes.

Cuando se profundiza sobre esta construcción cultural, nos damos de bruces con Eugenio Zaffaroni, que en su trabajo sobre “La Pachamama y el humano”, recoge a Norman Brown que hace un psicoanálisis de la historia y señala, poco más o menos, que el antropocentrismo (como cultura) conlleva una neurosis de origen porque al haberse construido en torno al “ser”, “esencia”, “individuo”, “sujeto”, entra en contradicción ontológica con su condición de “animal o especie gregaria” es decir que no puede vivir sólo, necesita de su manada. Las contradicciones se tienen que resolver para poder seguir existiendo y lógicamente el antropocentrismo ha encontrado sus formas y como ejemplo se puede mostrar uno de los modelos que ha configurado: el económico, que se orienta por una lógica de acumulación. Las personas acumulan, acumulan, y mientras más lo hagan, mejor se sienten; pero, cuando se mueren, no pueden llevarse nada de lo que acumularon; esa es una contradicción ontológica y la forma de resolverla es “si no puedo llevar la vida a la muerte, llevo la muerte a la vida” y entonces la cultura antropocéntrica tiene características autodestructivas: guerras, armas, destruye el planeta, se droga, es consumista, etc. etc.

Con todo lo mencionado, que muestra un panorama sombrío, pareceríamos sin futuro, pero aún hay posibilidades disruptivas. En nuestro grupo de estudio, que edita la revista “Pluralidades”, hemos identificado a la interculturalidad como un “diálogo dialógico o dialogal, entre culturas” un “diálogo de igual a igual” entendiendo al “otro [culturalmente diferente] en tanto otro, no la representación que hacemos del otro en nuestras mentes” como diría Carlos Cullén; una interculturalidad que permita interaprendizajes de sentido. Raimon Panikkar señala que la cultura occidental moderna, es una cultura de muerte y que la mayoría de culturas originarias que aún quedan son culturas de vida; en consecuencia aún es posible, recuperar humanidad. Es tarea difícil pero podemos comenzar dejándonos interpelar para ejercitar nuestra conciencia crítica.
(*) Ana María Pino Jordán
promotora@casadelcorregidor.pe
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