Desde el rincón/
Cabildo abierto. Revista de análisis político. Puno, Perú. N° 6, abril-mayo 2005. Pág. 18.


¿Incidencia Política! ¿De quién y para quién? (*)

Hace unos días, me invitaron a compartir algunas reflexiones sobre la incidencia política de la mujer en los gobiernos locales. El tema que trabajo es el cultural, sobretodo el de las culturas originarias, y desde allí enfoqué mi reflexión.

Partí de una verdad bien grande, aceptada hasta en nuestra constitución: el Perú es un país multicultural, multilingüe. ¿Qué quiere decir eso? Pues, que en el territorio peruano existen varias culturas, con características propias. Sólo en Puno, existe población aymara localizada al sur y en las riberas del Lago; población quechua al norte y población esse ejja en la parte del Candamo, además claro está de la población mestiza.

Sin embargo, la ley de Gobiernos Locales ES UNA SOLA PARA TODO EL PAÍS y, hasta donde sé, OLVIDÓ OLÍMPICAMENTE INCLUIR ASPECTOS DE NUESTRA DIVERSIDAD CULTURAL dentro de su articulado; que yo sepa, en ningún lado se menciona que para tal o cual procedimiento se deben considerar o aplicar las costumbres locales. Graficando el problema, es como si nos entregaran un artefacto para hacerlo funcionar, pero las indicaciones para armarlo están en un idioma que no conocemos, con las consecuencias que esto trae.

Intentaré hacer visible las grandes diferencias culturales para lo cual simplificaré un análisis bastante complejo. Ubicaré culturalmente a la población de la costa como mestiza, a la de la sierra como andina y a la de la selva como amazónica.

El mestizaje se produce con el arribo de los españoles a nuestro continente; ellos traen un bagaje cultural distinto. Introducen una forma de pensamiento, que es el que ellos construyeron en Europa, en el que el centro del universo es el yo, es el individuo, es la persona, sin distinción de género. El UNO es importantísimo: es YO, es DIOS y hasta la naturaleza gira en torno a ese UNO.

Cada UNO se enfrenta con otro UNO, y se establece la competencia, la desigualdad, la asimetría, la dominación, la acumulación. Con ese pensamiento, que se denomina "occidental", fortalecido con el ideario de la Revolución Francesa, asumido por los criollos y mestizos que lideraron el movimiento independentista, se formó la República con un sistema de "democracia" representativa. Con ese pensamiento, se hacen leyes (gobierno regional, gobiernos locales, universidad, entre muchas otras), se planea desarrollo, se ejecutan obras, etc.

La población andina basa su existencia en otra forma de pensamiento. El UNO es el "huaccho", merecedor de lástima, sin valor, huérfano; entonces, el UNO NO EXISTE COMO SUJETO. Para el pensamiento andino el sujeto es colectivo, es mínimamente de dos. Estos dos, por razones de reciprocidad, complementaridad y correspondencia, son una pareja: hombre y mujer.

En esa construcción social, y siempre sobre la base de la reciprocidad, complementaridad y correspondencia, se ha establecido históricamente funciones principales para cada uno de sus integrantes, así las mujeres tienen unas y los hombres otras, ligadas también a sus condiciones y conocimiento de la biodiversidad. Por ejemplo, las mujeres además de la reproducción de la especie, tienen como función la reproducción cultural, ella es la que administra, la que se preocupa de que se cumplan los ritos, la que transmite los mitos y los conocimientos propios de su género, tanto familiar como comunalmente. Los hombres tienen funciones de representación (de la familia, de la comunidad), de relación con otros, del trabajo fuerte agrícola, el que sale temporalmente a trabajar fuera de su ámbito, el que transmite también conocimientos propios de su género a los miembros de su familia y comunidad. Sobre la base de ese ordenamiento, forman sus organizaciones y establecen sus sistemas de gestión y normativos.

Estoy segura que los pueblos amazónicos, como otros pueblos originarios han establecido, y se ha desarrollado hasta hoy, bajo su propio pensamiento (filosofía) y relación cosmológica determinada por su relación directa e intensa con la naturaleza.

Es frente a estas formas culturales de sociedad: la una "occidental", las otras "originarias", que además en la actualidad no existen "puras", por los préstamos culturales y por el lamentable proceso de desestructuración severo que sufren los pueblos originarios (por un lado por la poca valoración -autoestima- que da a su cultura y por otro lado, por influjo de la globalización del modelo económico y por la exclusión histórica por parte del Estado), que tenemos que analizar el tema de la incidencia política de la mujer en los gobiernos locales.

Para hacerlo, tenemos que tener claro en que espacio cultural necesitamos hacer incidencia política. Entiendo legítima la lucha de la mujer dentro de esa sociedad "occidental", pues la ha excluido no sólo de la vida política, sino que le mezquina valor a lo que hacen y veo como saludable la discriminación positiva que han conseguido a fuerza de pelear cotidianamente. Pero también veo como arrogante y como una forma de colonialismo y violencia cultural, el traslado automático que han hecho de sus criterios "occidentales" a la sociedad andina.

Finalmente, creo que es la propia población quechua, aymara, esse ejja, la que tendrá que producir naturalmente, COMO PARTE DE UN PROCESO DE RELACIONES Y COMUNICACIÓN INTERCULTURAL, un cambio de funciones sociales entre sus integrantes, con respeto a las diferencias y al derecho legítimo de querer seguir siendo diferentes. Es entonces fundamentalmente tarea de las mujeres de los pueblos originarios, decidir con independencia e identidad la forma cómo consideran necesario participar en política, respetando, si lo creen y sienten así, su propia forma cultural de ser y pensar.

(*) Ana María Pino Jordán
promotora@casadelcorregidor.pe