“Vuelta de tuerca” a la informalidad en el Perú (*)

Ana María Pino Jordán
Octubre del 2024

 

Con frecuencia escuchamos que el 80% de la economía en el país —cifras más, cifras menos— es informal, y los análisis se centran en el funcionamiento de la economía en términos micro; sin embargo, en términos macro, podemos mostrar índices de estabilidad envidiables. En otro momento le tendríamos que dar vueltas a esta aparente paradoja.

Parecería que ser informal (evadir cumplir reglas, normas, sacar la vuela a la ley) es el deporte preferido de los peruanos y nos centramos en una actitud personal, individual; dejamos de percibir que aquellos que quieren ser formales pasan por un calvario burocrático, que ha normalizado no solo la corrupción, sino también un trato negligente y displicente por parte de “los servidores públicos” que han convertido en eufemismo su función.

La problemática va más allá de lo personal o de conciencia ciudadana. Es una problemática generada por una estructura de estado que vomita un frondoso árbol jurídico que ordena y desordena la vida de los ciudadanos, que para cualquier gestión tiene que contratar a un contador o abogado para que le indique qué hacer pues ni los portales oficiales, la mayoría de los cuales son muy hostiles para el usuario, están organizados para desinformar y desorientar.
 
Un caso muy ejemplar es el de la SUNAT. Leyendo la legislación que la rige, rápidamente ubicamos que es punitiva en su concepción, tenemos la impresión que están elaboradas suponiendo que todos los peruanos, desde su nacimiento, son evasores de impuestos. Lo más terrible es que siendo conscientes que debemos pagar nuestros impuestos para que funcionen escuelas, colegios, hospitales y similares entidades de servicio, nos damos cuenta también que de allí sale el sueldo de esos “servidores públicos” —mencionados líneas arriba—, de los jueces, fiscales, congresistas, ministros, presidencia, policías, militares, que en la actualidad nos deben sobrar los dedos de la mano para ubicar aquellos probos, que puedan estar lejos de ser considerados lumpen, ¿de dónde sacar el entusiasmo para cumplir con pagar impuestos?

Volviendo a la informalidad, es difícil pensar que un “emprendedor” que vive del día a día, quiera formalizarse si va a tener que ocupar tiempo y dinero en hacer engorrosos trámites en una maraña burocrática y corrupta, que además significará que tendrá que soportar malos tratos, muchas veces racistas, y encima, contratar servicios profesionales para cumplir con declaraciones y/o trámites que la formalidad exige, ¿cuánto tendría que dejar de comer su familia, para cumplir con todo ello?
(*) Ana María Pino Jordán
promotora@casadelcorregidor.pe
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