Desde el rincón/
Cabildo abierto. Revista de análisis político. Puno, Perú. N° 8, agosto 2005. Pág. 18.


Reflexión en torno a la investigación en el país (*)

Hace algunos días, en una animada tertulia en el café-bar de La Casa del Corregidor, discutimos con amigos intelectuales que estaban de paso por Puno, sobre la utilidad de los estudios e investigaciones (sobre todo científico-sociales), que se han realizado en el país. ¡Tantos años! ¡Tanto material producido! ¿De qué ha servido? ¿Cuáles podríamos señalar como impactos en la vida del país?, y bla, bla, bla.

En un momento de la conversación las posiciones se polarizaron entre los que señalaban que, hasta ahora, se notaba poco impacto de tanta producción intelectual en políticas de Estado y en general, para la marcha del país; y los que señalaban que aún faltaban estudios, sobre todo desde "los otros", es decir, desde los "invisibles" o excluidos en los análisis, que sin embargo, ¡son la mayoría del país!.

Esto último, porque -como lo hemos señalado en anteriores ediciones de esta columna-, el enfoque de análisis de la mayoría, por no decir de casi todos los estudios y análisis que encontramos publicados, es el oficial o el hegemónico, con sus marcos teóricos, categorías, criterios y métodos. Es posible que para estudiar o analizar a "los otros", se requiera también de otros marcos teóricos, otras categorías, otros criterios, en fin... en consecuencia, y en esa lógica, faltarían estudios.

Pero no se trata de lo uno o lo otro, se trata de considerar ambos. Se trata de analizar la realidad interculturalmente, cuando, como en el caso de nuestro país, conviven muchas culturas, que además no permanecen arcaicas, sino, se reproducen y erosionan con la dinámica de cualquier otra cultura. A decir de algunas poquísimas voces autorizadas, permanecen aún robustas.

Un ejemplo, muy simple pero que ilustró la problemática durante la conversación, fue mencionar lo que ocurre en Puno (espacio multicultural) todos los meses de julio. Es ya costumbre que los municipios de las ciudades, grandes o pequeñas, emitan ordenanzas referidas al arreglo de la fachada de las casas y edificios importantes como parte de las celebraciones de fiestas patrias. Sin embargo, en el campo, también el mes de julio es dedicado a arreglar la casa, pintando y reparando los techos. Si un forastero, o citadino (limeño por ejemplo) ve que los campesinos están arreglando su casa es probable que piense que los municipios tienen convocatoria o buena forma de difundir sus ordenanzas. Quizás también se impresionen por el "espíritu patriótico" de los campesinos quechuas o aymaras para con su fiesta nacional. Pero el hecho es que los campesinos pintan y arreglan sus casas para que estén en condiciones de cobijarlos por un año más y julio es el mes preciso: la campaña agrícola no les demanda atención, no hay actividades pecuarias de importancia, no llueve y si dejan de arreglar su casa en este mes, es difícil que puedan hacerlo en otro momento. No quiero decir que los campesinos carezcan de "espíritu patriótico" pero estoy segura que lo demuestran a su manera.

Si hacemos la analogía, es claro que un mismo hecho soporta distintas lecturas "según el cristal con el que se le mire" y quizá, como plantearon algunos en la conversación, no haga falta hacer más estudios, investigaciones o diagnósticos, sino que lo estratégico en estos momentos resulte ser el revisar las conclusiones de los existentes desde un análisis intercultural. A ese convencimiento llegamos los que participamos en el debate y ojalá, después de este artículo, haya más convencidos: así nuestros hijos tal vez acumulen menos frustraciones que nosotros en el Perú que les toque vivir y disfrutar.

(*) Ana María Pino Jordán
promotora@casadelcorregidor.pe