Carlos Dreyer

 

 

 

Carl (Carlos) Dreyer Spohr 
Homberg , Alemania, 1895 – Ingolstadt, Alemania, 1975


Fernando Zaráuz Dreyer y Augusto Dreyer Costa, 2011
En: Biblioteca de La Casa del Corregidor
Reg. 004800.02a

 

Fue un pintor y coleccionista alemán radicado en el Perú. Su obra pictórica de estilo realista y figurativo tiene al habitante andino y a su entorno natural como protagonistas principales.  Durante los cincuenta y dos años que vivió en el Perú logró formar una importante colección de objetos prehispánicos, coloniales y etnográficos que dieron origen al Museo Carlos Dreyer de la ciudad de Puno.

Reseña biográfica

Carlos Dreyer nació el 22 de mayo de 1895 en Homberg, ciudad donde vivía su familia materna en Renania del Norte, Alemania. Hijo de Jakob Dreyer y Luise Spohr, Carlos creció en el seno de una familia de joyeros y relojeros  asentada en la ciudad bávara de Ingolstadt. Desde temprana edad manifestó interés y talento para el dibujo, mas tuvo que mantener sus progresos artísticos lejos de la mirada de su estricto padre quien le impondría que se formara dentro del gremio de relojeros como el resto de sus hermanos. No obstante, con el apoyo de su madre, incursionaba en la pintura y aprendía de reputados pintores como Johannes Eppenheim y otros artistas bávaros de la escuela de Carl Theodor von Piloty.

Poco después de terminada la Primera Guerra Mundial Carlos Dreyer ve materializarse la que sería su otra gran pasión, la de viajero que lo acompañó, al igual que la pintura, por el resto de su vida. Esas tierras lejanas, cuyas referencias alimentaban sus sueños, se pusieron de pronto a su alcance por medio de un contrato como relojero que lo llevó a Sudamérica a inicios de los años veinte del siglo pasado. Se estableció en Chile por espacio de dos años ejerciendo su profesión en una relojería en la ciudad de Valdivia, conocida ya en ese entonces por su numerosa comunidad alemana. Al término de este tiempo y con el dinero ahorrado, recorrió varios países latinoamericanos antes de volver a Alemania. Esas vivencias en tierras lejanas y el contacto con la cultura andina reafirmaron sus convicciones y lo llevaron a la decisión de volcarse por entero a la pintura y a sus otros amores que serían para siempre los viajes y el estudio y colección de objetos artísticos y culturales andinos.

El retorno a Alemania fue breve. Corría el año de 1925. Carlos permaneció allá sólo el tiempo necesario para agenciarse la vuelta a Latinoamérica. Sabía que su sueño le iba a costar muchos sacrificios como el de la anécdota en la estación de trenes de Ingolstadt cuando su pudiente familia lo fue a recibir a su regreso de América –Carl, ¿por que has venido en segunda?- le preguntó su madre. – Porque no había tercera- le respondió él.

En el año 1926 regresa a la tierra de sus sueños y en Lima consigue un contrato como reportero gráfico de la revista norteamericana The West Coast Leader. El encargo consistía en hacer equipo con un compatriota suyo para adentrarse en el interior de la amazonía boliviana y hacer reportajes ilustrados sobre la vida y costumbres de los habitantes de esos lugares tan escasamente conocidos en aquellas épocas. Durante 2 años viajó a pié, mula, carreta de bueyes y canoa por montañas, llanos, ríos y junglas, recopilando abundante material pictórico -y también fotográfico- que serviría para los artículos que fueron publicados en la revista norteamericana y también para sus futuras exposiciones pictóricas.

De vuelta al Perú visita nuevamente el lago Titicaca uno de sus lugares predilectos en los Andes, cuya naturaleza y cultura nativa serían unas de sus mayores fuentes de inspiración artística.  En la ciudad de Puno, principal puerto del lago, conoce a la jóven dama puneña María Dora Costa Rodríguez con quien años más tarde se casaría y que lo llevaría a hacer de Puno su lugar de residencia definitiva. A partir del año 1930/31 allí establecería su estudio de pintura y el centro de operaciones desde donde partiría hacia sus viajes de estudio pictóricos y exposiciones por todo Sudamérica.

Aquellos duros y a la vez fascinantes años de convivencia entre tribus selváticas bolivianas, se tradujeron en un valioso material gráfico que, sumado a sus pinturas y dibujos conseguidos en innumerables viajes de estudio en los Andes, le valieron el reconocimiento de importantes personalidades del ámbito cultural y político del Perú de ese entonces. Entre ellos destaca la figura del Presidente de la República Augusto B. Leguía, quien le facilitó medios necesarios para hacer un recorrido por diferentes provincias y así proveerle, al joven pintor, de material de inspiración con la finalidad de montar una exposición de obras con temas peruanos. La muestra fue inaugurada por el propio Presidente Leguía en 1929 en Lima y significó para Carlos Dreyer el inicio de una larga carrera como reconocido pintor que expuso su arte por las principales capitales de América Latina. Formó parte del movimiento pictórico denominado “indigenista”, liderado por José Sabogal, cuyo principal objetivo era retratar el carácter y la idiosincrasia del Perú andino a través del prototipo de sus habitantes, el indio, y de sus escenarios andinos.

A lo largo de los cincuenta y dos años que residió en el Perú, Carlos Dreyer, hombre ameno y gran conversador, sacó adelante también otras inquietudes e intereses que lo hicieron fotógrafo, arquitecto y arqueólogo aficionado. Fue su labor como conocedor y coleccionista de objetos pertenecientes a culturas prehispánicas y piezas coloniales lo que lo llevó a hacerse muy conocido y a convertirse en punto de referencia para todo aquel que se interesara en la historia antigua de la región. Esta colección, en vida de su autor, ocupaba tres salas de su residencia particular. Las puertas de la casa estuvieron siempre abiertas al visitante de forma desinteresada.

Carlos Dreyer llegó a ser una figura notoria de la ciudad de Puno. Tuvo cuatro hijos de los cuales sobreviven su hija Elfriede Dreyer Costa y su hijo Augusto Dreyer Costa. A la muerte del pintor, fueron estos sus hijos los que cedieron al Consejo Municipal de Puno en calidad de donación todas las piezas que conformaban la colección de su padre. La Municipalidad de Puno adquirió el inmueble propiedad de los herederos y allí fundó un nuevo museo público dándole el nombre de Museo Carlos Dreyer. A los ambientes del nuevo museo se trasladaron  las piezas que conformaban el antiguo Museo Municipal y en los años siguientes se ha seguido incrementado la colección con piezas fruto de excavaciones en la región hasta conformar el Museo Carlos Dreyer que conocemos hoy en día.

Carlos Dreyer fallece en su tierra natal el 29 de mayo de 1975 durante una visita a su familia en la ciudad de Ingolstadt a la edad de ochenta años. Yacen sus restos junto con los de la familia Dreyer, sus padres y hermanos.