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JOSÉ RUFINO ECHENIQUE | ||
(Putina, Azángaro, Puno, 1808- Lima, 1887)
COURRET HERMANOS |
Su sobrino tataranieto, el historiador Eduardo Dargent, hizo llegar la fotografía de este ilustre puneño que fue presidente del Perú (1851/54 y 1854/55). El Auto-Retrato de Echenique "En sus memorias, indudablemente escritas por él, ... Echenique se revela como un hombre inteligente, sistemático y a quien los años habían dado serenidad. Varias veces alude a su fatal destino que lo llevó a la política, aún contra su propia conveniencia, cuando en la vida privada, como agricultor, pudo obtener riqueza y paz. Se pinta así mismo como hombre impresionable y susceptible; con tendencia a ser severo y exaltado aunque capaz de dominarlas; condescendiente con los amigos y deseoso de ayudarlos; poco preocupado por acumular dinero; carente de malicia para intuir o sospechar los peores lados de la condición humana; noble en sus espontáneas reacciones; satisfecho por lo general con su propia persona; luchador tenaz en el infortunio. El párrafo más significativo que acerca de su propio carácter contienen sus memorias es acaso el siguiente: 'Sea por pequeñez o insuficiencia, nunca me dominó la idea de gobierno ni de hacerme de ese modo superior a mis compatriotas y si alguna vez contribuí a ello y me presté, fue sólo arrastrado por las circunstancias. Mi verdadera ambición ha consistido sólo en ser útil a la Patria en cualquier esfera y en merecer un buen concepto y las consideraciones de mis semejantes, así como la de servir a cuantos pudiera y muy especialmente a mis amigos, lo cual ha sido mi debilidad y me ha costado sacrificios no pequeños y amargos desengaños. Ser querido, que se tuviera buen concepto de mí y poder ser útil, he ahí lo que ha constituido mi verdadera ambición. Por eso jamás me envanecí en la prosperidad y fui atento aun con el más infeliz; así como tampoco me degradé en la desgracia, siendo en ella más bien altanero y hasta soberbio. Apreciador del mérito y de los talentos, respeté estas cualidades aun en los que me eran contrarios y procuraba atraerlos. Jamás he sido vengativo y he olvidado con facilidad aun las mayores ofensas cuando el que me las ha hecho se ha arrepentido de ellas o procurado satisfacerme; buena prueba de eso es el haber perdonado, llegado el caso, como todos saben, a ese mismo Castilla y a ese Elías que tanto me habían dañado en mi reputación e intereses y que fueron causantes de mis desgracias, como a otros, que también fueron injustos conmigo'. En cuanto a los gastos que efectuó durante su administración, afirma 'Respecto de lo que se hacía en Palacio nadie podrá citar el menor abuso. Jamás se extrajo un peso del Tesoro para festines o convites de aniversarios que entonces eran frecuentes ni para los que se hacían al cuerpo diplomático; y hasta el gasto de alfombrados y muebles que se pusieron en Palacio cuando tomé el mando, todo se hizo de mi peculio'. Las páginas de las Memorias que recuerdan sus horas de máxima amargura, si bien dejan ver que al escribirlas han sangrado otra vez viejas heridas, tienen un tono de dignidad y altura que no es frecuente encontrar en la literatura política peruana. En ese sentido se muestra él superior a Mendiburo, quien en sus memorias, todavía inéditas, por otra parte, se revela mucho más minucioso. Aun ante el saqueo y la destrucción de sus propiedades y la amenaza sobre su vida y ante los calificativos infamantes lanzados contra su honor, atina a distinguir entre el país circundante, con frecuencia cruel, ingrato y mezquino, y el sentimiento de la Patria invisible, ennoblecido por tradiciones y esperanzas, ideales y heroísmos." |