PEDRO OBAYA
(Lampa, Perú, ¿? - La Paz, Bolivia, 1781)

El personaje Pedro Obaya, es entregado a nuestros lectores por René Roque Díaz (1) quién lo toma de un trabajo de Juan José Vega (2) publicado en Universidad y Pueblo N° 5 Revista Semestral, Puno: Año III. Abril-Agosto 1993 [págs. 14-16].

¡Gracias René!

 

 
            Pedro Obaya fue uno de los grandes próceres de la sublevación tupacamarista, pero es un desconocido en la "historia oficial" del Perú.

           Nació en Lampa, Puno. Era mestizo y seguramente arriero, a juzgar por sus costumbres y conocimientos. Si consideramos la confianza que le fue mostrada por los Túpac Amaru en marzo y abril de 1781, Obaya (a quien le decían "el tuerto", por faltarle un ojo), debió ser de los luchadores iniciales al lado del Inca José Gabriel.

          El alto grado de confianza a que aludimos es el que permitió que el Inca José Gabriel Túpac Amaru, le encargara la develación de la peligrosa escisión dispuesta en el Alto Perú por el líder aimara Túpac Catari; fue el propio Inca José Gabriel quien encomendó la delicada misión. Obaya se llamaba a sí mismo "soldado de Túpac Amaru". Como esa confianza sólo se adquiere en la lucha, estimamos muy probable la presencia de Obaya desde el inicio de los acontecimientos en el altiplano, en los principios de diciembre de 1780.

          Obaya pasó a un primerísimo plano a raíz del doble levantamiento de Túpac Catari (contra España y, en la páctica, contra los Túpac Amaru). Expliquémosnos. Ese dirigente oriundo de Sicasica, rompiendo compromisos, se sublevó, doblegando a los cuadros conspirativos tupacamaristas. Se levantó, pues, por su cuenta, aplicando crueles métodos propios de acción, abriendo una estrategia que hacía peligrar el alzamiento. Por estas razones se hizo urgente sofrenarlo porque el radicalismo que mostraba ponía en peligro la unidad del movimiento. Su oposición a criollos, y hasta mestizos y negros, a los cuales mataba muy frecuentemente rompía los principios ideológicos de la sublevación. No obstante, era seguido de muchísima gente, indígena casi toda. Para contener a tan revoltoso lugarteniente fue enviado Obaya desde Azángaro, con órdenes concretas.

          Entre tanto, el Inca hacía frente, con dificultad, a los diecisiete mil soldados del Mariscal Joseph del Valle, en Vilcanota.

          Al marchar por las orillas del lago Titikaka, Obaya debió reparar en la hecatombe desatada por los seguidores de Tupac Catari. Llegó a La Paz en los primeros días de abril, consciente más que nunca en el ascendiente del apellido Túpac Amaru, se fingió, mañosamente su sobrino, con lo cual pudo atenuar que se desatara la violencia contra su persona. Los dos caudillos se entrevistaron (Obaya y Túpac Catari) a solas y no debió serle fácil a Obaya marginar al belicoso aimara que, por sí mismo, se había autonominado Virrey a nombre del Inca, sin ningún derecho.

          Mientras negociaba con Túpac Catari, Obaya remitía cartas a destacados paceños criollos, con la firma del Inca Túpac Amaru, y presionó con éxito para que Túpac Catari hiciese lo propio. Los destinatarios eran criollos de influencia y, seguramente, se tenía la mira de que la significación de esas cartas -que marcaba un viraje en el sesgo racista que se había venido dando al alzamiento en el altiplano- llegase a los antiguos conjurados tupacamaristas de La Paz, que no debían ser en escaso número, y a los cuales urgía recuperar.

          Las misivas tuvieron como fruto una entrevista entre los dos bandos, en la cual Obaya actuó como jefe máximo de las fuerzas sitiadoras de La Paz, ausente ya Túpac Catari. Las condiciones fueron claras, dentro del respeto a todas las razas, en un viable plan: 1) el reconocimiento del Inca Túpac Amaru como rey; 2) la entrega de los cuatro corregidores virreinales; 3) la entrega de los hacendados y aduaneros; 4) la entrega de las armas de fuego; 5) la destrucción de los atrincheramientos virreinales paceños.

          La negociación, sin embargo, fracasó. Varias versiones han quedado del bravo Obaya en ese momento, con su poncho terciado y un hablar altanero, pues trataba de "tú" aun a los altos dignatarios coloniales.

          Los combates por la ciudad se reanudaron luego, aún con más furia. Entre tanto, Obaya desarrollaba con el destituido Túpac Catari una doble actitud de firmeza y de inevitables festines estilo indígena. Al fin, Túpac Catari optó por retirarse del todo del asedio, lo cual otorgó a nuestro personaje más libertad de acción. Se libraron entonces los más furiosos choques por la La Paz. Jamás se había peleado con tanta furia, pero la resistencia virreinal era igualmente valerosa y se amparaba en una neta superioridad en armamento.

          Convencido de la inutilidad de un ataque frontal, Obaya ideó una estratagema a fin de obtener que los paceños saliesen de sus trincheras y fortines. Falsificó una carta anunciando la llegada de refuerzos virreinales rioplatenses del sur. Poco después vestía a todos los que pudo con uniformes de los coloniales y les puso banderas españolas al frente. Este engañoso socorro apareció por las alturas de La Paz, en medio de la alegría de los paceños coloniales que creían ver a sus libertadores. Una falla organizativa permitió, sin embargo, que la treta patriota se descubriese al último momento. Pero creyendo Obaya que vacilaban los sitiados en abrirles paso, todavía quiso animarlos con un combate falso, tan reñido como aparente, que dispuso entre los disfrazados virreinales y otras fuerzas patriotas, en el cual menudearon disparos, cargas y aparentes heridos y muertos. Esto sucedía el 27 de abril.

          Fue entonces cuando Obaya, en un alarde de valor, se acercó demasiado a las trincheras virreinales, retando a la pelea. Una patrulla enemiga lo cogió cuando, tropezando su caballo, rodó por el suelo.

          Conducido Obaya preso a la ciudad de La Paz, el aimara Túpac Catari recuperó su posición en el ejército patriota, que era básicamente de su nación. Por su lado, el cautivo Ohaya, viendo frustrada toda opción de restaurar la alianza antiespañola entre indios y criollos, se dedicó a confundir al enemigo mediante diversas declaraciones, unas veces reales y otras fraguadas, sembrando la incerridumbre en esa gente que pasaba por una gravísima hambruna y que no veía solución a la guerra. Para esto contó Obaya con la circunstancia que varios criollos estaban de un modo u otro comprometidos con la sublevación, desde la época de la conjura (cuando se proyectaba el frente indo-criollo). Apellidos destacados de La Paz salieron entonces a relucir con tan hábiles intrigas, agudizando las nunca apagadas rivalidades entre españoles y criollos. De los rumores no escaparon el importante Juez Tadeo Ruiz de Medina, ni el Coronel Ignacio Flores, quien se acercaba con refuerzos rioplatenses, orureños y cochabambinos dispuesto a romper el asedio.

          Como es conocido, los virreinales paceños tuvieron un respiro cuando Flores ingresó a la ciudad tras romper el cerco con sus huestes, pero este intervalo duró poco; pues se vio obligado a retirarse por lo apremiante de su situación militar, agobiado como se hallaba por las deserciones (lo cual le valió no pocas críticas, entre ellas las del propio Corregidor Sebastián de Segurola). Pero antes de replegarse a Oruro, ahorcó a Pedro Obaya el 4 de agosto del mismo año de 1871. A su lado fueron ejecutados otros prisioneros, como Bonifacio Chuquimamani, mestizo que había sido el principal secretario de Túpac Catari.

          El ataque a la ciudad de La Paz se reanudaría de inmediato, primero bajo el mando de Túpac Catari y sus aimaras y luego bajo el comando general cusqueño de Andrés Túpac Amaru y de Faustino Tito Atauchi, quienes tuvieron que destituir nuevamente al empecinado Túpac Catari a fin de ajustar el movimiento a las pautas ideológicas de los conjurados de Tungasuca.

          Sobre aquel gran peruano que fue Obaya, hijo de la tierra puneña de Lampa, se han emitido varias opiniones. Rescatamos la de quien fue, en la practica, su obligado rival, Túpac Catari. Dijo este que "el tuerto Pedro Obaya era hombre muy caviloso y apreciado de valor" y quien dio la idea de las invasiones nocturnas a la ciudad (de La Paz) y el combate fingido entre los mismos alzados".

          Reunió así las dos prendas esenciales de todo verdadero jefe militar: coraje e inteligencia.

REFERENCIAS DOCUMENTALES:

- Túpac Catari/ Confesión y Declaración. Sentencia (1781). En: Revista "Bolívar". Órgano de la Sociedad Bolivariana, 2,     Lima, diciembre, 1968.
- Siles, María Eugenia/ Diarios del Cerco de La Paz. págs. 86, 90, 97, 98, 100. La Paz, 1980.
- Guzmán, Alberto/ Túpaj Cacari, págs. 118, 132, Méjico, 1944.
- Paz, Melchor de/ Diálogo (1986). T. I, pág. 437; T. II, pág. 98, Lima, 1952.
- CDIP. La Rebelión de Túpac Amaru, T. II, vol. 3; págs. 176-177.
- Colección de Documentos que reproducen Ballivian y Roxas.
- Vega, Juan José/ Las rivalidades entre los caudillos indígenas durante el levantamiento tupacamarista. Actas del     Congreso de Historia de América, págs. 107-118, Lima, 1971.

(*) Pedro Obaya ha sido estudiado sólo desde ángulos bolivianistas y aimaristas por autores como Porfirio Díaz Machicao, autor de "El Rey Chiquito" (1963). Muchas son las referencias sobre este importante personaje en la bibliografía paceña, pero en el Perú aún no ha merecido una obra específica. Según el destacado historiador Alberto Crespo, el proceso criminal contra Pedro Obaya se encuentra en la Biblioteca Central de la Universidad Mayor de San Andrés. Ojalá pronto algún historiador peruano pueda encontrar recursos para dar a luz aquél inédito, signado con el número 2288. El estudio de tan importante y voluminoso documento permitirá un mejor análisis del ciclo tupacamarista y de las contradicciones internas entre los sublevados, que fueron de variados tipos. Algo de esto adelantamos ya en nuestro "Túpac Amaru" (1969).


(1) René Roque Díaz: Agrónomo, puneño y puneñista.

(2) Juan José Vega Bello (Perú, 1932-2003): Abogado, historiador autodidacta y sobretodo MAESTRO.