Milton se quedó, como dicen con la vista cansada.
Este día, estuvo agitado desde muy temprano. Justo hoy, comenzó,
más bien recomenzó sus rutinas de ejercicios, abandonadas
hace varios meses. Aunque realmente lo que lo había llevado casi
al agotamiento, no fue el ejercicio físico de la mañana,
ni el trabajo, ni el encuentro amoroso con Susi; sino el encuentro con
ese librito tan interesante que pudo pasar desapercibido, en aquel cerro
ilustrado que ofrecía el librero de la cachina; porque si no fue
mencionado eso antes; este día es viernes y el viernes es día
de cachina en Puno.
Siempre, interesado y predispuesto, a todo lo que
tuviera que ver con información para la superación personal
y mejoramiento espiritual, Milton estaba caminando con la sensación
esa, tan agradable, esa que sólo se saborea luego de haber hecho
el amor, no sólo sexo, sino amor; un amorcillo talvez en ciernes
pero amor desde todas las perspectivas juveniles, únicos puntos
de vista desde los cuales, él podía ver.
Entonces, con la seguridad y el aplomo de un amante, respirando bien,
mirando todo color de rosa, caminaba en busca de algo nuevo, y ...se detuvo,
ante aquella ruma de libros de segunda, tercera, quinta y algunos podría
decirse quizás, de hasta décima mano.
En el diario de Milton, con fecha de aquel día,
se lee: "Este librito empolvado, sobre la grasita que ya había
ganado, o sea medio carcoso, así y todo ganó mi atención.
Mi perseverancia, durante las tres o cuatro horas, se convirtió
en un acto devorador con respecto a él. ¿Cómo sólo
un nombre relacionado con metafísica y abandonado así, para
luego ser ofrecido a cincuenta céntimos o al peso, pudo ser para
mi tan interesante y no dejarme ni respirar, sino tan sólo para
proseguir con su lectura hasta leer la palabra FIN?"
Y entonces... Él, apareció, con un aspecto lujoso, que no
podía cubrir la esencia de su ser negativo. Vestía un traje
muy elegante, calzaba bien, llevaba un par de impactantes anillos y pretendía
tras un breve saludo, la presentación de él mismo: El diablo.
Milton no entendía el porqué, en ese momento, este visitante
pretendía ser agradable, quizás también ameno y hasta
trataba de demostrar en este tiempo de "nosotros": que juntos
podríamos estar bien.
Claro..., tenía un apetecible maletín, un portafolio que
se abrió casi gobernado por un gesto de nuestro diabólico
amigo. Todavía recuerdo: un enrollado de marihuana, el mejor cloro
y pastillas y cápsulas para los gustos más citadinos. Además
otro kit con jeringa y cordón para ajustar el brazo. El listín
de perversiones con directorio, había desconocidos y conocidos,
amigos que me aseguró que en otra época habían realizado
negocios con él.
Escuchó hasta hoy, de vez en cuando,
su voz, fantaseando y tentando - total este tío ha vivido, según
dicen un montón - en cuanta inhumana y malisiosa conducta ha existido.
Por un buen rato, lo escuché y atendí
a sus freses, en un momento respiré, profundamente, y me percaté
de este acto principal y sobre todo, inevitablemente conexo a la vida.
Volví a respirar, y conciente de esto, sentí el aire introducirse
por las entradas destinadas para este, llenar mi interior, repartirse
y expandirse de alguna forma en todo mi cuerpo. Me percaté de mi
interior, y de lo que yo tenía adentro: EL AMOR. Entonces, desee
y sentí una compulsiva necesidad de compartir esta sensación
de bienestar, que me daba este momento de la vida. Enamorado hasta el
tuétano, probablemente debido a mi juventud, le desee lo mejor,
el bien e incluso amor y se lo dije AL DIABLO:
Te deseo el bien,
te deseo lo mejor,
desde lo más profundo de mi corazón
y con toda mi alma.
Peor que una puñalada, en el centro de su corazón, más
letal que la radiación, fue esta radiación de mi "poquito"
de humanidad. El diablo, luego de mostrar un gesto de derrota, desapareció
de mi presencia,... al menos por un tiempo.
FIN
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