Ariadna quería un símbolo de redención para dar
paz a su espíritu y sosegar su conciencia, porque su razonamiento
era insoportablemente limitado para encontrar la salida del sol y la luna
llena en un solo minuto de oscuridad en su alma. Era eso: el día
y la noche abrazados en un recuerdo y en una promesa. Y quien quiera destejer
lo vivido solo podrá encontrar las cenizas ardientes de un amor
imposible y al mismo tiempo totalmente realizado.
Ariadna buscaba ser la luz del sol en su cielo de familiares atolondrados
que cultivaban trigo y cebada. Si, así es Puno de extramuros, un
paisaje rural tierno pero desesperadamente sencillo. Pero cuando los apus
abandonan ala gente empiezan los líos. Así empieza la historia
de Ariadna, una chica que un día despertó sobresaltada por
los griteríos de los pocos pobladores de ventilla y el llanto de
las mujeres. Por primera hubo temblores. El motivo de la caprichosa geología
en movimiento fue que nadie pagó la tierra en siete meses, siete
días, siete horas y siete minutos.
Ariadna pudo observar como todas las familias del paraje con todos sus
lamentos se apresuraban en la búsqueda de Yaitiris y todo tipo
de chamanes, nigromantes y aprendices de mago que pudieran hacer la ofrenda
y dirigir el pago a la tierra.
La joven muchacha pensaba para sí y, a solas, imaginaba que la
Pachamama era coqueta y solo se hacía de rogar con sus creyentes
para ver quién podía ofrecer mas, y así repartir
su favores; luego, caviló que los apus tutelares de Ventilla eran
unos engreídos que sólo buscaban satisfacer sus egos con
el desesperado comportamiento sumiso de los humanos. Es obvio que Ariadna
no creía en todo lo que decían y que prefería retirarse
a Puno a estudiar en su pequeña habitación púrpura,
alquilada para poder terminar su carrera de derecho.
El 8 de agosto empezaron los temblores a la dos y siete minutos de la
madrugada, un viernes insospechado que todo cambió. Primero todo
fue incertidumbre, luego las cosas parecían ténebres, incontrolables
y sorprendentes. Ariadna decidió asumir una actitud objetiva y
el 11 de agosto pensó que era lo mas razonable asumir la verdad
de la existencia de un sueño en la cual la Pachamama y los apus
le fueran favorables. Pero, como si entre los dioses existieran secretos
eternos no dijo que sabía de su propio secreto y optó por
retirarse, esperó hasta el jueves 14 de agosto, cuando terminaron
los temblores, para irse a Puno, a soñar que alguna vez pudo ser
parte de las mágicas creencias de su Ventilla natal. Dejó
que la magia se alejara y se resigno a su habitación púrpura
llena de fantasías y de historias del nunca jamás, además
de trabajos, tareas, exámenes, separatas y toda esa inconmensurable
masa de papel que nos dan en la universidad y pocas veces nos sirve de
algo cuando adultos.
Ese jueves mientras iba hacia Puno, andando por caminos ancestrales, ,marcó
un dolor intenso en su alma, no pertenecía ni a Puno, ni a Ventilla.
Su alma era libre, pero los temblores la habían asustado lo suficiente
como para temer la reacción de Dios o de los apus por un mal pensamiento.
Se resignó en silencio a hacer lo que debe hacer: cumplir las reglas
que la sociedad impone, aunque duela. Y mientras entristecía por
haberse dejado llevar por el tiempo, puesto que necesitaba una imagen
de madurez para con su mundo universitario, en el cual podía escalar
y conseguir algún trabajo después presentándose como
alumna excelente...vio que sus pensamientos eran perturbados por un acompañante
vestido con un traje blanco. Si, es el mismo - Pensó - es el mismo
forastero que cuando despertó en el primer temblor de ese inolvidable
8 de agosto parecía observarla por la ventana, pero se distrajo
para ver las estrallas y la noche...ese día le dió paz y
ahora seis días después le traía desasosiego.
Mientras en Ventilla cada familia había conseguido hacer su pago,
y hacia la noche había una suerte buen augurio en la ceniza blanca
que las personas no solo festejaban desde el atardecer, sino que hasta
el día siguiente. Solo Ariadna se dejo llevar por conversaciones
sencillas sobre el camino, la música, la historia y de pronto ya
en Puno, vio como ese extraño de traje blanco había pasado
a ser su confesor y su amigo.
Al dia siguiente tuvo la vista de sus padres en breve, resignada a encajar
en su nuevo mundo en Puno, por un momento pensó: Es triste que
tanta gente pueda ser tan animista en pleno siglo XXI. Sin embargo, compartió
la alegría de sus padres que le contaron que la ceniza que había
dado la ofrenda a la tierra era la mas blanca del lugar y eso es muchísima
suerte. Sus padres se retiraron, pero la imagen de la ceniza blanca sobre
el ichu la dejó absorta...y no era para menos, el extraño
volvió a aparecer, esta vez pasaja cerca de su casa con su inolvidable
atuendo blanco, pero con sus ojos cafés profundos, sinceros pero
muy dominantes, irradiaban amor, solo amor. Así pasaron tres semanas
entre conversaciones, filosofía de vida, consejos y oraciones disimuladas,
sus encuentros ocultos se convirtieron en caminatas públicas. Algunas
amigas de Ariadna se alejaron porque les dejo de dar su tiempo y compartir
travesuras. El mundo había cambiado para Ariadna cuando este compañero
misterioso la esperó un miércoles 3 de setiembre y le dijo
que era una chica muy voluble por la cantidad de amigos a quienes sonreía
y que definiera si realmente siente algo por él. Ariadna cerró
los ojos y reconoció que lo había amado desde la primera
vez que lo vio, así el mundo cambio de forma y sentido. Su nuevo
enamorado construyó una semana para ella. Lunes de cafecito, martes
de fiesta, miércoles de luna de miel, jueves de ansias, viernes
de besos, sábados de más amor, y el tiempo paso raudamente
por las alas de sus corazones.
Ariadna estaba embarazada y era un absoluto escándalo para una
chica tan estudiosa. Ella lo miró al saberlo y no pudo contener
unas ganas de besarlo al ver sus ojos, es como si lo conociera de antes
que naciera. Era su sueño y su ideal Ariadna que se había
enamorado, que no importaba pagar la tierra si no se creía, en
Dios. Que no se podían parar temblores, sino se creía en
la tierra. Que los seres humanos no puedan seguir su camino solos, sino
tiene la ayuda divina al lado. Que los Apus , donde quiera que se encuentren,
son una especie de ángeles que cuidan de la tierra y sus rincones.
Sin embargo, en una adolescente, a veces pesa más la belleza que
la fe, y así absolutamente embelesada por la sabiduría del
Joven decido preguntar su nombre y el dijo solamente "Soy Angel".
Solo quiso saber eso sin explicar porque se había aparecido en
su vida, pero los jóvenes, bien sabemos son poco cuidadosos del
antes y del después, hasta que esa noche de regreso a Ventilla.
Su tiempo se acababa y tenia que volver a la realidad. Al amanecer de
un lunes, era difícil explicar pero Ariadna con su intuición
de mujer, le dijo, se que estoy embarazada, se que te iras algún
día, se que no te olvidare nunca, dime que hago de regreso a mi
casa. El joven, inmutable miro hacia atrás, le dijo: yo lo he perdido
todo por amor, yo lo he dado todo por amor, no sólo te he ganado,
sino a la luz que hay en ti, pero para no perder mis alas durante mucho
tiempo solo cuidaré de ti como un fantasma...
Ariadna quería un símbolo de redención para dar paz
a su espíritu y sosegar su conciencia, porque su razonamiento ira
insoportablemente limitado para encontrar la salida del sol y la luna
llena en un solo minuto de oscuridad en su alma. Su pancita crecía
candorosamente, pero no sabía que apellido ponerle al hijo de un
ángel. Y así pasaron los meses hasta que el niño
nació y preguntó a sus padres "¿pueden creer
que es verdad lo que les conté ahora? ¿pueden ver la alas
de este bebito que ha crecido en mi tan fuerte y tan grande?"
Cuando el niño nació, no lloró. Era el fruto puro
del amor y de la inocencia. Y apenas pudo desplegar sus alas, salió
al patio de la casa y entre el llanto de Ariadna sonrió para volar
tan alto para alcanzar a su padre en el cielo azul de Ventilla, un día
que nadie comenta por que en Puno, todavía no creen que los ángeles
existen y prefieren crear historias de Karisiris que se llevaron el niño
y lo mataron para sacarle su grasa.
Puno, setiembre del 2003.
JESÚS RAFAEL VALLENAS GAONA. Puno, 1968
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