María Luna

Jull Antonio Casas (Arequipa, 1972)

El taxi casi llegaba a la esquina prohibida, y mi mente del todo vacía, dudaba entre las posibilidades de quedarme allí, o seguir a casa; Lo cierto, era que tenia dinero en el bolsillo, casi toda la mesada, esto inclinaba la balanza a favor de quedarme en aquel lugar, que tan mágico influjo ejercía sobre mis instintos mas profundos y primitivos, casi podría decir que era la fuerza que ahora movía mi alma hacia d motivo único de la vida; El amor propio me decidió, había fracasado en el hostal de San Juan de Dios, y no quería que aquella noche quedara así perdida, estaba resfriado, tenia muchas deudas, y hasta quería comprar el libro de Pablo, pero un impulso enorme, me decidió a bajar en aquella esquina.
Estaba allí, sobre aquella fría calle, delante de las ultimas cuadras de la calle Lima, a lo lejos, las rutilantes luces rojas, como ojos de mujer, que guiñaban pausadamente, invitaban a seguir sus encantos, que como faros del placer llamaban a los hombres lujuriosos al puerto de los sentidos y la perdición. Islas llenas de sirenas que con sus melodías odiosas encantaban a los marineros de afrodita y que al atraparlos les quitaban hasta la ultima gota de su vida y de su mente; El sitio donde me encaminaba no era nuevo para mi, estuve allí hace algún tiempo, con un grupo de amigos, al salir de la academia, por cierto no me acordaba quien fue la acompañante en aquella ocasión, ni de lo que entonces paso, solo el echo de conocer el lugar, y las ganas de compañía, encaminaron mis pasos hacia aquel templo del placer y la lujuria. En la puerta estaba un tipo gordo y feo, le pregunte si había gente en el interior, el gordo, se hizo d sordo o no escucho, lo cual dio lugar a que me atreviera a ingresar a dar una mirada. Aparte el tul del ingreso, penetre en d sitio; Estaba oscuro, o por lo menos mis ojos no se habían acostumbrado aun al tenor de la luz interior; Casi a tientas camine hasta tocar una mesa me cerciore que estaba vacía, me senté en la primera silla que encontré y di una mirada a mi alrededor, me di cuenta que solamente, 5 parroquianos bebían con las mujerzuelas en mesas dispersas, en otra mas próxima, un ebrio dormía su borrachera, y en las esquinas del local caras maquilladas, invitaban con una sonrisa triste a tomar un trago en su compañía.
No me gusto nada de lo que vi, lo que buscaba era muy diferente a eso que encontré, algo mas allá que la colección deleznable que allí había, no entendía porque estaba allí, solo entonces quise salir, en una tardía Mea Culpa del resquicio mas lejano de mi mente; Buscaba una chica delgada, de cabellos negros y ondulados, ojos almendrados y piel clara, era muy exigente, pero no iba gastar mi dinero con cualquiera, por lo menos tenia que gustarme y allí no la encontraba. Me dirigí entonces a la salida y casi al salir, día entro; Se paro casi en la puerta, la luz de la entrada me mostró claramente sus piernas torneadas, sus hombros suaves, la mirada dulce la actitud inocente casi como la de la principiante o de alguien que entraba por primera vez a un sitio como ese; Me dirigí hacia ella, antes que algún otro la encontrara o que ella saliera de nuevo, Y le dije... "¿Trabajas aquí?"; Ella asintió entonces la invite a sentarse en el sitio mas cercano a nosotros; tuve la suerte de que fuera tras una columna, así ella seria solo para mis ojos, y nadie mas sabría de su existencia. Tras la primera jarra, me atreví a hacerle la pregunta que pugnaba en mi boca, "¿Haces servicio a la habitación?". Ella me miro con desprecio y contesto, "Yo no salgo con nadie", y parándose me dejo solo; Me quede asombrado, nunca nadie había respondido así, ellas estaban para eso, en este local todas las chicas aceptaban salir con los clientes; Talvez solo era cuestión de precio o de insistencia, así que siguiéndola, la tome de la mano y dije, "¿Disculpa, Podemos hablar un poco mas?"; Ella pidió otra bebida, así que la deje en la mesa, y me encamine a la barra donde estaba ahora d gordo de la puerta, le pregunte si tenia cervezas chicas, y pidiendo 2 volví a la mesa donde ella esperaba; le entregue su cerveza y me senté frente a ella, tomándola, me dio las gracias y la empino por un largo rato hasta acabar su contenido totalmente, y entonces me dirigió la mirada y dijo "Tu no eres de aquí, nunca te vi en este lugar, ¿Por qué has venido?"; La observe un momento, imite su procedimiento de vaciar la botella, y entonces respondí, "¿No te agrado acaso?"; Ella me miro a los ojos, y dijo, "No es eso. Es que todos quieren solo sexo, y yo no estoy aquí para eso, solo acompaño a beber o bailar, solamente eso". "¿Depende acaso del dinero que te ofrezca?" Dije; "¿O de las jarras que pida?"; "Ni por 1,000 soles o por 500 jarras lo haría"; Contesto con un gesto ofendido. Sonreí burlón y pedí dos cervezas mas para ver hasta donde llegaba la situación; Entonces dije, "Sabes, no te creo, pues sino no estarías aquí y me parece que todas ustedes hacen lo mismo, o dime, ¿Eres virgen?".
Su boca furiosa me dijo que no, pero sus bellos ojos y su rictus triste, confirmaron mi pregunta, parecía una muñeca de cera, tratando de evitar que la derritieran estando ya con la mecha encendida y a medio consumir; La contemple detenidamente, los hoyuelos en sus mejillas, y los lunarcillos en la cara de niña le daban un aire que me dieron pena; "¿Cuántos años tienes?" pregunte, "21"; Contesto, "¿Estudias algo?"; No nada, dijo; Pedí entonces una jarra de licor para prepararme a una larga noche a su lado, ya no quería tenerla, su sola presencia llenaba mi soledad y mis angustias; A partir de entonces la conversación giro entorno a ella, me dijo que su nombre era Sonia, que era de Tacna, que ahora vivía en Zamacola junto a una hermana y su madre; Me dijo que ninguna de las dos sabia que trabajaba allí y cómo su mama le pegaba cada vez que regresaba sin algún dinero a la casa, su turno era de 9 de la noche a 6 de la mañana, entonces se iba a dormir hasta el turno siguiente; Las sonrisas brotaban espontáneamente, sentía que estaba en otro lugar, hubiera dado cualquier cosa por estar en un lugar apacible y que día fuera una chica normal de la cual pudiera enamorarme y a la cual llenar de detalles hermosos, Quería casi tomarla en mis manos y sentir un mis brazos la suavidad de su cabello flotando al viento de un parque soleado en otoño, lejos de todo lo que significara dolor; De pronto pregunte, "¿Tienes un solo nombre?"; "No me llamo Sonia si es lo que crees, ese es mi nombre artístico, aquí todos hasta los mozos tiene otro nombre; Mi verdadero nombre es María Luna."
La noche avanzaba, en compañía de María Luna, las risa y la ultima jarra se acabaron, mis sentidos cada vez mas embotados se alejaron del parque soleado y volvieron al local de la Jesús; Recordé que había venido a hacer, no quería pedírselo a ella, me levante para ir al baño, y acercándome al mozo le pregunte si había alguna otra chica dispuesta a complacerme; Me trajo a una muchachita, que ni su nombre recuerdo, y escondiéndome de María Luna entre al reservado especial del local, apague la luz y a tientas consume el acto aliviador; Me sentí vacío, pero satisfecho, había reivindicado la hombría mellada en san Juan de Dios, y salí del cuarto para despedirme de María Luna.
Ella no estaba ya sentada, la busque y la encontré en los casillero del lugar, sacando sus cosas y metiéndolas apresuradamente en su bolso, me acerque y le pregunte que había pasado, "Pensé que te habías ido"; Dijo, "Estuve en d baño"; Mentí, sus ojos me dijeron que sabia lo que yo había echo, dije, "¿Te vas?"; "Aun no"; Contesto, "Solo me estoy abrigando"; "Te invito algo caliente"; Salimos del local, y en una de las carretillas nos servimos un mate caliente, No me decía nada, sus ojos solo miraban hacia el amanecer, que suavemente iba apareciendo en la cima del volcán tutelar; Miro su reloj, y volteando hacia mi dijo "¿Que haras ahora?". Tomándola de la mano le dije, "Llevarte a un parque tranquilo, donde tu y yo podamos empezar de nuevo"; Ella abrazándome, levanto la mirada me ofreció sus labios, y entonces, dejando caer el bolso paro un taxi.