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AYLLUS SIN CIUDADANÍA

Robin Ibar Riquelme Moreno
Grupo de Estudio: Interculturalidad
Puno, marzo del 2009

Casi siempre me pregunto porqué se insiste tanto en tratar el tema de la interculturalidad desde la ciudadanía, enmarcado claro está dentro del modelo modernista de la ilustración. Salirse de ese marco es pues andar en vacío, desplazarse hacia un horizonte sin rumbo. En efecto, alejarse de este marco implicaría ocasionar un colapso al régimen democrático, entonces lo que en el fondo se busca es que la interculturalidad aparezca, y así lo hace notar Norma Fuller, como una tabla de salvación para que el sistema siga en vigencia, es decir lo que está en juego es el prestigio de un modelo democrático liberal cada vez más cuestionado, que no halla cómo hacer frente a nuevos problemas que surgen debido a la falta de mecanismos que planteen soluciones a temas como las identidades culturales, o los derechos colectivos; así pues, muchos de los conceptos que antaño sustentaban el proyecto modernista de la ilustración, hoy van cayendo en desuso, y uno de ellos a mi parecer es el de ciudadanía. ¿Por qué entonces encerrarse dentro de este marco y no explorar otras alternativas? ¿Por qué insistir en una interculturalidad que solamente se perfila como una nueva herramienta para que la idea de ciudadanía siga en vigencia?

A continuación quiero simplemente dar a conocer la concepción de lo que significa ser sujeto en las comunidades tanto quechuas como aymaras. Con ello pretendo hacer notar que en dichas sociedades es necesario replantear la aplicabilidad de la noción de ciudadanía; no sólo eso, tal vez será necesario ir más allá y preguntarnos en que medida ésta es realmente necesaria.

El sujeto colectivo:

En las comunidades aymaras como quechuas la noción del sujeto se desenvuelve de tal manera que el colectivo cobra fuerza a medida que uno se va insertando en ella para observarla o investigarla. Es muy común que quienes hayan tenido la oportunidad de tener una experiencia próxima con las personas de estas comunidades haya logrado distinguir esta peculiaridad; uno conversa con el actor pero a la vez dialoga con todos los miembros de la comunidad, el “nosotros” preside a cada respuesta. Al parecer se trataría de una concepción del sujeto completamente distinta a la que occidente tiene sobre ella. Al respecto, las investigaciones de Estermann desde un enfoque filosófico sobre este tema son fundamentales, puntualizaré algunas de las conclusiones a las que va llegando: “En los Andes, la entidad colectiva fundamental (‘trascendental’) y la base imprescindible de la ‘identidad’ es el ayllu, la unidad étnica de las comunidades campesinas. El ayllu no es una categoría netamente genealógica (la familia extensa) ni una entidad exclusivamente socio-política. El ayllu es la ‘célula de la vida’ el ‘átomo’ celebrativo y ritual, pero también la base económica de subsistencia y del trueque interno…” (Pp. 87) y más adelante indica: “…El sujeto humano primordial en el contexto andino no sólo es un sujeto colectivo (‘nosotros’) sino que se define además frente a otro sujeto colectivo. Noqayku/nanaka quiere decir: ‘nosotros como distintos de ustedes’. En el campo se puede apreciar todavía hasta hoy en día el ordenamiento social, cúltico y económico en torno al ayllu que se suele denominar “comunidad campesina”. Un comunero tiene su identidad como tal, porque pertenece al ayllu, normalmente por nacimiento, y vive en el marka (aldea) que aglutina las casas de las familias nucleares-simples…” (Pp.88)[1]

En efecto, esta colectividad proporciona las diversas condiciones para que se afiance su sociedad y su cultura. Tanto la minka como el ayni,  tienen sustento dentro de este contexto, y así es indudable que se conserve la reciprocidad. El ayllu por lo tanto, se fundamenta en la colectividad y ello permite el desenvolvimiento de una vida comunitaria, con pleno funcionamiento. Es muy común por ejemplo apreciar cómo los comuneros que abandonan y se desarraiguen de su ayllu, su vida desemboque en un conflicto identitario que lo desorganice; sin embargo, aquellos comuneros que no se aculturan del todo recrean esta forma de convivencia en la ciudad y siguen manteniendo un vínculo con su comunidad a través de los alferados, padrinazgo, etc., de manera que pueda conservar su noción de colectividad. Así pues a medida que nos vamos adentrando en esta realidad nos damos cuenta que la idea de individualismo se va desvaneciendo.

Comuneros y Ciudadanía:

Mucho se viene repitiendo que la ciudadanía en estas comunidades alejadas de nuestro país funciona de Derecho pero no de Hecho; si es así, entonces la alternativa para muchos es ver cómo hacer para que funcione también de Hecho; es decir, se busca adaptar ciertas funcionalidades para que el modelo se incorpore ya sea desde una interculturalidad, pero siempre partiendo de los principios básicos de lo que significa el contrato social. Bajo este principio se dice que los individuos tienen la capacidad de actuar como sujetos políticos con plenas garantías constitucionales, así el ciudadano está garantizado de libertad e igualdad dentro de un Estado de derecho (democracia). El ciudadano es pues el fundamento moral, social, político del orden social, por lo tanto todo comunero tiene que ser ciudadano.

Después de haber detallado anteriormente la concepción de lo que implica ser sujeto para los comuneros, es necesario preguntarse cómo se pretende incorporar a las comunidades una ciudadanía fundamentada en la idea occidental de un sujeto que se fundamenta en la individualidad, que se hace a si mismo, que es monádico, antropocéntrico, autosuficiente, etc., cuya noción se sustenta en una idea abstracta de identidad, aquí no cuenta un sujeto real que esta estrechamente vinculado a su lengua, a sus creencias, a su cultura. Como dice Tubino “…la identidad ciudadana moderna es una identidad abstracta. En la Ilustración los derechos humanos son tematizados como atributos esenciales de un sujeto sin locus y sin ethos. La identidad ciudadana apareció así como una identidad desvinculada, como consecuencia de ello los ciudadanos de las culturas no occidentales están constantemente forzados a escoger entre su ser cultural y su ser ciudadano. Poner en paréntesis su ethos es la condición de ciudadanía…”[2]. Tanto Tubino, como Etxeberría, son duros críticos de dicho proyecto pero uno aboga por su radicalización y el otro por una articulación entre la ciudadanía y la cultura; en general, los teóricos se vienen debatiendo en feroces enfrentamientos por las tantas contradicciones en las que caen estas propuestas.

Desde mi parecer prefiero encauzarme por planear una interculturalidad que cuestione y deconstruya por ejemplo la idea del sujeto individual de la ilustración, para luego ver si conviene realmente su funcionamiento, de manera que no elimine condiciones básicas de la organización de los ayllus.


[1] Josef Esterman. “Si el Sur fuera el norte” 2008, La Paz, Bolivia. ISEAT. Pp. 87-88. Ver también: “Filosofía andina” 2006. Pp. 217-223.

[2] En Fidel Tubino Arias-Schereiber “Ciudadanías complejas y diversidad cultural”  Módulo 3 Interculturalidad. Universidad Ruiz de Montoya.

2 comentarios

  1. De: Instituto Ética y Desarrollo R. M.
    Fecha: Mar 20, 2009

    El ensayo plantea un tema sumamente polémico y pone una distinta mirada a la interculturalidad, concepto que hasta ahora ha sido muy poco criticado: la interculturalidad como justificación para la vigencia de la ciudadanía: “¿Por qué entonces encerrarse dentro de este marco y no explorar otras alternativas? ¿Por qué insistir en una interculturalidad que solamente se perfila como una nueva herramienta para que la idea de ciudadanía siga en vigencia?”. Me permito responder desde una perspectiva histórica. Lo que Ud. dice es cierto y es que el término interculturalidad nace pues dentro una visión liberal del mundo. No ha nacido en otro lado para ser justos y sinceros. Es el liberalismo (no como propuesta en el mercado, sino como pensamiento) que buscando más libertad e igualdad entre los hombres ha puesto sobre la mesa la igualdad cultural: el reconocimiento de las diferencias. Lamentablemente, puede revisarse la historia y la antropología, fuera del Imperio Otomano, no se ha reflexionado sobre la convivencia de la diversidad y es ahí que la interculturalidad está basada en valores liberales, entre ellos (y es polémico también) el ciudadano como sujeto autónomo. Puede verse Fidel Tubino: “En defensa de la Universalidad dialógica”.
    Ahora bien, frente a eso el autor afirma que en un contexto andino, el término de ciudadanía tendría que ser replanteado. Pues las sociedades quechuas y aymaras funcionan de otro modo, pero me parece ver en la perspectiva del autor alguna cierta ingenuidad: cuando el sujeto se separa de su comunidad siente el desarraigo, la crisis identitaria, lo que él llama “la desorganización”. ¿Pero es que eso acaso no es sentido por todas las personas de todas las culturas? ¿Hay claridad siempre del adentro y del afuera? ¿Más ahora en estas épocas? Hay una cierta idea oculta del autor que “adentro es siempre mejor que no afuera”, como si las culturas fueran estancadas, inmóviles, y no hubiesen cambiado con el tiempo ¿qué cultura aymara o quechua se tiene en mente? Porque ahora hay muchas identidades ¿hay algo puro? ¿Cuál es el orden o lo que tendría que entenderse por ordenado?
    Personalmente como fue presentado el trabajo en el primer párrafo, hubiera esperado de este ensayo el desarrollo de lo que es la “intención” del último párrafo “Desde mi parecer prefiero encauzarme por planear una interculturalidad que cuestione y deconstruya por ejemplo la idea del sujeto individual de la ilustración, para luego ver si conviene realmente su funcionamiento, de manera que no elimine condiciones básicas de la organización de los ayllus”. Pero no se ha encontrado el por qué habría que poner a un lado la ciudadanía o el para qué (creo que esta pregunta es mejor siempre)… ¿Por qué no se ven reflejadas en el concepto las comunidades andinas? Es suficiente. Vamos a tirar por la borda casi 6 siglos de historia que ha sido importante para ciertos reconocimientos, entre ellos los culturales… No podemos encontrar otras formas de convivencia… La defensa ciega de las comunidades andinas, desde mi experiencia laboral, es algo por lo que siempre las mismas organizaciones indígenas están peleando: ellos quieren inclusión con reconocimiento de la diferencia, quieren autonomía con participación económica en el mundo globalizado… habrá que buscar la fórmula de convivir en tantos mundos diversos y luchar por lo propio… pero no por ello la ciudadanía deja de tener vigencia, al contrario creo que ayuda mucho a luchas por las identidades. Ser ciudadano es ser reconocido….
    Sobre la literatura utilizada. No creo que haya contradicciones en los trabajos de Tubino o Extebarria, al contrario veo un interés de ellos por articular los ideales liberales de los que ellos forman parte, no creo que pretendan otra cosa. En el caso de Etxebarría, su identidad vasca es defendida y cuidada siempre desde una perspectiva liberal, el mismo menciona que no hay otra alternativa por defender ese derecho. Los trabajos de Estermann son muy buenos y muchas veces han sido citados para comprender el mundo andino. Lamentablemente la literatura sobre las comunidades quechas o aimaras o de comunidades amazónicas siempre es desde mestizos o extranjeros mirándolas, no se cuenta con literatura hecha por las propias comunidades, tal vez esto sea importante para explicar mejor lo que a veces parece tan inconmensurable.

  2. De: Ana María
    Fecha: Mar 20, 2009

    Habría que preguntarse porqué la literatura sobre comunidades quechuas o aymaras o amazónicas siempre es de mestizos o extranjeros mirándolas y «no se cuenta con literatura hecha por las propias comunidades» ¿será porque sus propias lenguas fueron ágrafas? ¿o porque tienen otras formas, no precisamente la escritura, de expresar su pensamiento? ¿»ellos» tendrían que utilizar nuestras formas (códigos) para que «nosotros» los entendamos?

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