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Presentación de la muestra
Hay prendas de vestir que identifican nuestra cultura y nos pertenecen
pese a que, por ahora, no forman parte de nuestra cotidianidad. Una
de ellas es el Poncho que desde hace miles de años, partiendo
de la cultura Mapuche, a donde pertenece el vocablo pontho, pasando
por la Paracas o el enigmático Tiahuanaco, enfrenta victorioso
al frío y exalta la cultura de la iconografía tan propia
del mundo andino y en el presente pervive como compañero de viajes
y complemento en travesías culturales y artísticas.
Por la historia inmediata sabemos que con diferentes diseños
y facturas transitó todos los estratos sociales. Fue implemento
que acompañó rituales propiciatorios a los manes de la
tierra. Fue atavío que honró los cuerpos de los guerreros
triunfantes. Ya cerca del tiempo actual detectamos que fue vestimenta
que unía a opresores y oprimidos. Fue lujosa prenda del odiado
gamonal que lo lucía en brioso corcel, terciado sobre los hombros
o al desgaire confeccionado en aristocrática fibra de vicuña,
o fue fiel compañero del andino trashumante que triscaba los
collados migrando hacia mejores horizontes protegido por ásperos
o delicados ponchos que lo acompañaron para remonta inhóspitas
cordilleras como pastor solitario o para danzar intensas filigranas
en imborrables recuerdos de lar lejano. Justamente, así lo retratan
pintores y lo muestran fotógrafos de nuestra contemporaneidad.
La Casa del Corregidor en su esfuerzo por estimular nuestra percepción
sobre el mundo que vivimos y por su vocación de avivar nuestro
entendimiento volviéndolo crítico y propositivo, es decir
comprometido, presenta esta muestra que rubrica nuestra contribución
en la hechura, diseño y tamizado del poncho andino.
Hernán Cornejo-Roselló D. |