Alfredo Herrera Flores, presentó su poemario MARES, del cual leyó tres poemas:
 
El mar tiene ojos para ver. Le han crecido en las crestas dos pupilas sin tregua. No renuncia a sus sueños ni olvida palabras. Viejo mar de mirada entera. A veces trae un murmullo que en la playa revienta en un alboroto de aves.
Escribiré como aquel que retorna al mar con una canción en las manos dispuesto a ofrecer su alma al exilio. Volveré la mirada a viejas historias. En silencio recordaré nuestros breves paseos, la solitaria alameda. Megube, mira cuántas letras de tu nombre tiene el mar.

 

Mar de toda edad. Más extenso que la nostalgia. Que tiembla, rebosa de amor. Frágil de manos, que se estremece. Tierno. Infinito de belleza.
Encontrarás el alba en tu almohada y retomarás tirando tu pelo a la espalda. No debo atreverme al mar que tiene tus ojos, tu lunar, tu lengua.
Ahora que el viento desordena las sombras y el tiempo se ensaña contra los recuerdos, ahora que delicadamente se retira el mar, mi corazón irá a morir en la arena, entre algas y cangrejos desesperados. Ofreceré mi cuerpo a los dioses como he ofrecido la otra mejilla a mi mujer.
Megube, para ti invento una historia invisible.
 
LEVEDAD DEL TIEMPO

 

mejor no hablar de la distancia
si todo tiene principio y fin
ni de la delgada línea
que separa el mar del cielo
ni del fino polvo que levanta el
crepúsculo
no mencionar los espejismos
ni los sueños que la memoria
ha traicionado
no pensar en la sutil respiración
con que desaparece el día
una vez más las palabras
vendrán como pájaros a poblar la
tarde
o como nubes o niños
y en cada palabra
niño nube o pájaro
habrá una historia y en cada
historia
un silencio insoportable
un aire inquieto nos envuelve
y amenaza la mirada
arde el tiempo
y se detiene
el peso de un insecto amenaza la
hierba

     habíamos jurado, sin decimos una
     palabra, amamos hasta la muerte.
         -¡qué fome! -habría dicho ella
                  con su tonito chileno

con un gesto se sabe todo
la distancia el sueño la palabra
si uno no tropieza
con su propia sombra
sin silueta ni figura gira
y acaricia habla y brilla
nadie huye del delirio
qué estrella se abre paso en la
tempestad
qué canción desaparece
en el laberinto del piano
qué río no lleva
ruido y tiempo para ofrecer al mar

            -una señal dijo- como el
           principio o el final de algo

asaltar la vigilia
acecharla y revolcarse
la noche es la cueva del ángel
advierte el corazón un juramento
y maldice
y abre sus cuatro paredes
a la temporada prohibida
reclamo de un último sorbo
absurdamente las nuevas voces
claman
para atravesar el hielo
es también un sueño
la distancia es inútil
para la mirada
la hora engaña
detenida como está
probando su propia muerte
lo extraño es el instante
es eternidad
un peso el paso que se detiene
un descanso
es como cerrar una ventana
abandonar la mirada
dejar que el camino llegue a su fin
sin importar la distancia
el tiempo no transcurre
es leve
y sin embargo mata