Ibar Robin Riquelme Moreno (1975) nos entrega este lúcido artículo a partir de profundizar en lo que es Puno, el país y su problemática.
Robin es Bachiller en Antropología, grado otorgado por la Universidad Nacional del Altiplano, y es miembro del Centro Intercultural Uyarik Aru de Puno.

LA CUESTIÓN DE NACIONALIDAD EN EL PERÚ ACTUAL
(Un posible encuentro en la diversidad)*

Cuando todo hacía suponer que la globalización originaría una transcultura (cultura universal), como lo había logrado en el plano económico -con la globalización de la economía de libre mercado- y el impulso de ideas como la homogeneización, el integracionismo bajo un paradigma occidental, tratando de crear ciertos parámetros que las demás culturas deberían adoptar acorde a planteamientos transnacionales; en este contexto pensadores como Hobsbawn, dudaban que las naciones continuaran manteniendo su fuerza frente a la era de la globalización, e incluso otros como Reich, Rushdie y Ohmae, llegaron mucho más allá: promovieron, entre otras cosas, una nacionalidad empresarial instaurada, o el caso del analista simbólico, que reemplazaría a una nacionalidad sustentada por la cultura.

Pero, esto trajo consigo un efecto revertido. Las nacionalidades, por el contrario, reafirmaron y promovieron con más firmeza su nacionalización a partir de su etnicidad, lengua e identidad cultural y hoy, más que nunca, los pueblos originarios proclaman a viva voz sus nacionalidades.

La cuestión de nacionalidad se sustenta, eminentemente, en formas y concepciones de pueblos originarios, con un rico pasado etnohistórico y con una fuerte conciencia de sentimiento al lugar de origen y modo de vida, difícilmente moldeables a cambios que, imperialmente, se quieran imponer dentro de sus culturas.

En el ámbito cultural, la identidad nacional se pone de manifiesto en un conjunto de creencias y mitos, valores y memorias, y también en la lengua, el derecho, las instituciones y las ceremonias. En el ámbito social, el vínculo nacional proporciona una comunidad lo más inclusiva posible, el espacio aceptado por todos en general dentro del cual tienen lugar normalmente las relaciones sociales y los límites que permiten distinguir al "extraño". La nación también puede considerarse como la unidad básica de la economía moral, tanto desde el punto de vista del territorio como el de los recursos y habilidades. (Smith, 1991, p. 143 y 144).[1]

Anthony D. Smith, señala que ninguna forma de cultura transnacional reemplaza a la nación y a su cultura y considera a los académicos del transculturalismo como forjadores de ideas imaginadas, construidas e inventadas.

Esta claro que hoy, tanto en el plano internacional como nacional, los Estados sufren duros cuestionamientos a los planteamientos de sus políticas de gobierno, y el debate se centra sobre cómo considerar una política de diferencia cultural dentro de su ciudadanía, y cómo en el contexto social se requiere muchos replanteamientos y cambios profundos del manejo estatal.

En efecto, lo que han creado las democracias liberales implantadas en algunos países ha sido la exclusión de las minorías, esto trajo consigo respuestas violentas y fanáticas -como los casos de la ex Yugoslavia o Ruanda donde se cometieron grandes abusos de limpieza étnica o segregación racial- o el caso de los pogrom religiosos y los genocidios; para llamarlo en términos de Michael Mann[2], fue la implantación de un nacionalismo orgánico.

Quiero partir desde este punto para tratar el caso del Perú, un país que aún, en la actualidad, no se define como nación y que tiene una larga tradición de exclusión cultural y también una pobre tradición democrática que además, hoy, se aplica intransigentemente de manera liberal, ahondando mucho más el problema de la exclusión junto al de la pobreza y la corrupción generalizada.

En efecto, el Perú es uno de esos países que desde la supuesta independencia hasta formarse como república desechó simplemente, dentro de sus proyectos como país, la condición de los pueblos originarios[3]. Mucho se ha hablado del problema; sin embargo, poco se ha hecho; -indianismo, indigenismo, etc.-. Personajes como Manuel Gonzáles Prada, José Carlos Mariátegui y José María Arguedas, fueron piezas claves para dar a conocer el problema. Es indudable que se denunciaron y propusieron alternativas, pero lo hicieron desde una mirada poco conocida del mundo al que se referían; incluso el mismo Arguedas nunca habría llegado, realmente, a comprender el meollo del problema[4]; sin embargo fue él, el que más se aproximó a proponer un diálogo de integración cultural, ese Perú cholificado de todas las sangres.

Pues bien, es intrascendente ya seguir abundando sobre el manejo criollo de la política nacional de espalda a la realidad de los pueblos originarios -amazónicos, aymaras y quechuas-, que conforman las grandes mayorías del territorio (irónicamente, aquí no se trata de las minorías). Y por otro lado habría que añadirle al manejo político esa forma de racismo hacia los grupos originarios, negros y chinos, -característico de los estados oligárquicos-, proliferado en la sociedad, que no hace otra cosa que instaurar las divisiones sociales.

Lo que importa aquí es que desde estos sectores, históricamente excluidos, surge una forma de nacionalismo; pero, ¿qué tipo de nacionalismo podría surgir, de un contexto como el que se vive actualmente?; lecciones como las que sufrimos en el pasado cercano con lo que ocasionó Sendero Luminoso[5] no nos hacen aún tomar conciencia de lo que se pueda estar generando gracias a la incapacidad de la clase dirigente del país, con políticos que consideran el Estado como un botín y a la política como un negocio lucrativo; por otro lado, los intelectuales sólo se limitan a no ser desplazados por el neoliberalismo dentro del contexto social, publicando un sin número de textos que puedan ingresar en el ínfimo mercado que los adquiere pero que nada, o muy poco, aportan a que las políticas de Estado cambien. Además, habría que añadirle a esto la lamentable función de los medios de comunicación que no hacen otra cosa que ofrecerse al mejor postor. Se trata pues de un Estado caduco, excluyente e incapaz de solucionar la problemática existente.

En un contexto así todo puede suceder lamentablemente. Sin embargo, voy a referirme específicamente al caso aymara del cual tengo mayor referencia. Ilave es un claro ejemplo de cómo el Estado es inoperante en ciudades y pueblos alejados gracias a ese epidémico centralismo. Hoy los aymaras para gran parte de los habitantes del territorio pasan por ser poco civilizados, es decir salvajes; pero realmente, qué significó el caso Ilave y qué lección nos debe dejar.

Primero, el lamentable y condenable asesinato del alcalde Cirilo Robles Ccallomamani. Segundo, detrás de estos fatídicos acontecimientos se esconden fuertes resentimientos y peligrosos discursos. Los aymaras, una vez más, se percataron del desinterés que el Estado les brindó a sus justas causas y, una vez más, se dieron cuenta de su lamentable exclusión.
Tercero, no debemos olvidar que los aymaras del Perú tienen como vecinos próximos a los aymaras de la hermana república de Bolivia, en donde existe una fuerte presencia étnica de reivindicación frente a la política de Estado que también los margina y excluye, incluso podría ser el primer país con un presidente aymara (me refiero al MAS: "Movimiento Al Socialismo"). En efecto, Bolivia es un país donde la población aymara maneja de una forma clara y organizada el discurso de nación aymara, y plantean el respeto a las diversas formas de autogobierno, se profundiza y debate sobre la problemática de la identidad nacional y se promueve la implantación de un nuevo tipo de Estado desde la diversidad de naciones que lo conforman como quechuas, guaraníes, aymaras, entre otros.

Pero, en Bolivia también se manejan discursos radicales (MIP "Movimiento Indígena Pachakuti"), cuyo discurso se sustenta en el acceso al poder, a la tierra y territorio con claras formas de nacionalismo orgánico. "Para nosotros, los indígenas, "Pacha" es el tiempo en espacio, y "Kuti" es la vuelta, el retorno, que puede ser una transformación o una revolución. Entonces, nuestra lucha apunta a eso y por eso hemos adoptado ese nombre. Pero el MIP es sólo el brazo legal que está enmarcado dentro de las leyes del Estado boliviano. Sin embargo, en nuestros corazones nosotros no creemos que en este país podamos llegar al poder a través de una vía pacífica".[6]; cuyos representantes -Mallku y otros-, últimamente vienen realizando continuas visitas a nuestro territorio, con el propósito de difundir sus ideales.

Las casi inexistentes investigaciones que se han realizado respecto al problema de Ilave -en donde no se hace otra cosa que determinar culpables y, a partir de eso, sanear la problemática existente-; dan cuenta, una ves más, cómo el academicismo occidental analiza desde su óptica. ¿Hasta cuándo señores, no vamos a entender que no se puede realizar investigaciones serias en dos o tres semanas, aplicando metodologías con lógicas foráneas que en nada ayudan a reconocer el trasfondo del problema y que no se puede omitir variantes como el aspecto cultural del grupo étnico protagonista?.

Pues bien, después de hacer hincapié en el caso aymara desde Ilave, deberíamos responder a la interrogante anterior que propongo y sacar nuestras propias conclusiones.

INTERCULTURALIDAD: una clara vía para evitar el desencuentro de la nación

Entonces ¿cómo lograr un mejor panorama para nuestra situación actual? cuando las cosas se tornan cada vez más oscuras, ¿cómo lograr un consenso en un país de diferencias culturales? donde los excluidos son las grandes mayorías.

Creo que necesariamente se tiene que partir por tomar conciencia de lo que realmente significa la diversidad cultural; de que el Perú está habitado por aymaras, quechuas, amazónicos, negros, mestizos y las distintas colonias de migrantes. Esa es la base para empezar a construir nuestra nación. Habría que preguntarnos si realmente ¿existe una nacionalidad peruana?, me pregunto ¿por qué muchos de los mestizos y criollos peruanos siempre recurren a mencionar su descendencia extranjera?; ¿por qué muchos mestizos quieren ser criollos posicionados?; ¿por qué los criollos aspiran a ser extranjeros?. Y si le preguntamos al aymara, quechua, o amazónico, ¿se sentirán realmente peruanos? No podemos seguir aceptando que aquí existe un gran patriotismo a partir de esa malformada noción militarista, -los desfiles son clara muestra de ello-. Sólo hace falta ver la larga tradición de fracasos en nuestras fuerzas armadas para darnos cuenta de esa baja autoestima nacional.[7]

En un país donde existe diversidad cultural necesariamente tiene que existir un diálogo polílogo entre las distintas nacionalidades que lo habitan; la ciudadanía no puede formarse a partir de una clara exclusión de gran parte de sus habitantes como viene ocurriendo hasta ahora con las distintas políticas, que sólo velan por una minoría que es la clase dominante.

Como afirma Sánchez Parga (1997:117), la interculturalidad define menos un campo comparativo en el que se contrastan entidades cerradas ya constituidas, que un campo interactivo donde esas entidades se constituyen y acceden a la conciencia de sí mismas y a su propia identidad pues "las culturas se constituyen y diferencian en tanto comunican entre ellas".[8]

Como lo había mencionado anteriormente, Arguedas fue uno de los primeros organizadores de esa integración que tanto nos hace falta, la de unificar esa diversidad cultural sin que ello signifique un mestizaje cultural o una aculturación de los oprimidos; en todo caso. Arguedas fue el gran incomprendido de su tiempo y algunos pretenden desacreditarlo en la actualidad como es el caso de Vargas Llosa, quien manifiesta el arcaísmo antimoderno en Arguedas, cuando nos proponía a partir de ese "nosotros diverso", un proyecto de país que considere esa diversidad cultural, que hoy, en medio de la posmodernidad, es tema a debatir y considerar en las políticas de gobierno. En todo caso el arcaico es Vargas Llosa por su clara afirmación de que en la modernidad no cabe lo tradicional, cuando ese discurso hace tiempo ha sido desechado del análisis social.

Habría pues que iniciar esta interculturalidad, al igual que Arguedas; es decir, de manera personal, interiorizando esa idea de nuestra condición de ciudadanos diversos con distintas lenguas, con distintos hábitos, costumbres creencias, etc. y decir como él:
"…YO NO SOY UN ACULTURADO; YO SOY UN PERUANO QUE ORGULLOSAMENTE, COMO UN DEMONIO FELIZ, HABLA EN CRISTIANO Y EN INDIO, EN ESPAÑOL Y EN QUECHUA..."[9]

Frente a un Estado que hoy en día no hace más que desechar la idea de la diversidad cultural, aplicando una democracia liberal que no hace otra cosa, de cómo estar acorde con la economía mundial, y a partir de eso generar políticas de desarrollo. Sistema que insistentemente se aplica y que hasta ahora no da resultados sino por el contrario crean más excluidos, acarrea más la pobreza y se hace más rico a un reducido grupo de privilegiados. Es eminente que bajo esos paradigmas no se llegará a ningún lado.

No se trata pues de una utopía el hecho de refundar el Estado a partir de la pluriculturalidad y dando acceso a todos los que lo integran desde la identidad que cada uno tenga, generar ese diálogo que nos lleve al respeto mutuo en la convivencia.

No esperemos que a causa de dichas diferencias se generen peligrosas formas de nacionalismos orgánicos que nos lleve a crueles desenlaces, como en algún momento lo vaticinó Samuel Huntington aseverando que se desencadenaría el choque de las culturas.

En esta perspectiva, el Perú tiene mucho que aportar. Si el reto del mundo en el próximo siglo es el de crear relaciones sensatas de convivencia sobre la base del respeto y aprovechamiento de la diversidad, ese es un aspecto en el que Perú tiene ventajas comparativas si los peruanos somos capaces de ir a nuestras raíces y aprender de nuestras antiguas culturas. Sabemos que desde siempre, los antiguos peruanos supieron manejar la diversidad de la naturaleza. Pero no sólo eso: también tuvieron muchos recursos para manejar la diversidad de los grupos sociales y hacer posible la convivencia entre quienes se mantenían diferentes.

Un eje central de trabajo es entonces el proyectarnos al futuro desde una civilización -la andina- cuyo rasgo más relevante, comparativamente con otras grandes civilizaciones, siempre fue el de enfatizar el manejo de la diversidad en todos sus aspectos, tanto físicos como sociales y culturales[10].

En efecto, la cultura andina debería ser la fuente de la que deberíamos beber para alimentar esa interiorización de lo diverso y empezar a encontrar ese vínculo de diálogo; entonces así desechar ese Estado unitario con fuertes raíces coloniales, con políticos coludidos por generaciones y fundar un Estado plurinacional. Todo indica que la interculturalidad como modelo no hegemónico y dialógico frenará las pretensiones de la transcultura y supra-cultura de una parte de la humanidad.

Puno, Octubre 2005

* e-mail: my_bryde@yahoo.com
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[1] En ¿El declive final de la nación?, Ulf Hannerz, Módulo: Aproximaciones teóricas: Nación. Sesión 5, lectura N°4. IEP Taller interactivo "Prácticas y representaciones de la nación, estado y ciudadanía en el Perú"

[2] Michael Mann. "The darkside of democracy: the modern tradition of ethnic and political clenading". New left review, No. 235, May-June 1999, pp 18-45.

[3] Utilizaré el término pueblos originarios para designar a los grupos étnicos y culturales de un determinado territorio (en este caso a los 65 pueblos étnicos amazónicos y los pueblos etnolingüísticos quechuas y aymaras). Y no el término pueblos indígenas que parece poco adecuado, ya que históricamente el error empezó, con Cristóbal Colon quien creyó haber llegado a las Indias, Así se dio paso al término despectivo de indio, siendo reemplazado después por el de indígena, término que designa a etnias no occidentales, y con frecuencia hace referencia a un remanente pre-occidental. Se trata de la imposición del logocentrismo.

[4] Manrique, Nelson "Algunas reflexiones sobre el colonialismo, el racismo y la cuestión nacional". Introducción al libro La piel y la pluma.

[5] Recomendaciones de La Comisión de la Verdad y Reconciliación

[6] Entrevista a Felipe Quispe (El Mallku), diputado boliviano por el Movimiento Indio Pachackuti. Pablo Uncos; fecha de publicación 19/10/04. Cave mencionar que el Mallku renunció a su cargo de diputado. También se puede ver entrevista de Países Andinos (fuente ANNCOL) 03/07/05.

[7] González Prada, Manuel, "Sobre el militarismo (Antología)", "Bajo el oprobio" Presentación y selección de Bruno Podestá. Editorial Horizonte, 1978. Lima.

[8] Citado por Degregori, Carlos Iván. "No hay país más diverso". Compendio de antropología peruana, Lima: Red para el desarrollo de las ciencias sociales en el Perú. Segunda reimpresión, abril 2005. (Las cursivas y negrillas son mías).

[9] Fragmento del discurso de recibimiento del premio Inca Gracilazo de la Vega otorgado a José María Arguedas, Lima, octubre de 1968. En: Degregori, Carlos Iván. Op Cit. 2005. pag.45.

[10] Zuñiga Madelein y Ansión Juan, "¿qué entender por interculturalidad?".



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